Un mate al calor del sol
Christian Navntoft, ingeniero y docente de la Universidad Nacional de San Martín, es uno de los creadores de Solarmate, un termo que calienta el agua con energía solar. Tras nueve años de desarrollo y con el apoyo de diversas instituciones, lanzaron las primeras 1000 unidades.
Cuando estamos al sol en la playa, todos podemos sentir su calor y nuestro cuerpo recurre a mecanismos para enfriarse. Pero, cuando necesitamos agua para el mate, solemos calentarla en una pava con combustibles fósiles. Un grupo de emprendedores argentinos decidió dejar a un lado a los intermediarios fósiles y calentar el agua para sus infusiones aprovechando directamente la energía solar.
Christian Navntoft, un ingeniero doctorado por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), donde también es docente, es uno de los creadores de un termo para mate que calienta el agua con la luz del sol. Su proyecto fue finalista de diversos concursos, lleva nueve años y necesitó de la ayuda de diversos organismos del Estado, de empresas y de la UNSAM, a través de su Fundación Innovación y Tecnología (FUNINTEC).
Actualmente, la UNSAM forma parte de un consorcio público-privado que recibió financiamiento del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (MINCYT) para el desarrollo y fabricación del producto, bautizado Solarmate. El 15 de septiembre pasado lanzaron a la venta las primeras 1000 unidades, para conocer la opinión de los usuarios antes de comenzar la producción masiva. En esta entrevista, Navntoft habló sobre cómo fue el proceso de creación del producto, los desafíos que enfrentó y los planes para su producción y comercialización.
¿Cómo llegaron desde un prototipo a una primera tanda de producción?
La verdad es que no esperábamos tener tanta repercusión. Subimos el sitio web porque nos presentamos al concurso Innovar 2015 y, para no andar mandando información a todos los que nos la pedían, decidimos subirla a una página web. Eso fue un jueves y para el lunes teníamos 550 correos electrónicos que consultaban sobre dónde se podía comprar. Llegaron mensajes desde Chile, Uruguay, Estados Unidos, Israel, Suiza, Bulgaria, Inglaterra y Francia. El que más nos llamó la atención fue el de Bulgaria, porque parece que está creciendo mucho el consumo de mate allá. Ahora solo vamos a hacer 1000 unidades porque la idea es que la gente lo pruebe y nos pueda dar su opinión, para ver si hay que hacer modificaciones.
El desarrollo de Solarmate lleva nueve años y necesitó de la ayuda de diversos organismos del Estado, empresas privadas y la Universidad Nacional de San Martín, a través de su Fundación Innovación y Tecnología (FUNINTEC).
¿Por qué eligieron hacer un termo de medio litro?
En 2010 hicimos un estudio de mercado con la Universidad de Palermo (UP), a través de FUNDES. Ellos diseñaron todo el estudio de mercado, ya que nosotros no teníamos idea sobre cómo hacerlo, y encontramos que a la gente le resultaba demasiado grande el modelo de un litro. Por eso lo achicamos.
¿La producción es totalmente local o importan componentes?
La única pieza importada es el tubo de vacío. Pero nuestra idea, si esto escala su nivel en el mercado, es presentar un proyecto en el MINCYT para desarrollarlo acá. El tubo es una ampolla de doble vidrio de borosilicato, el que se usa para la vajilla resistente a golpes y a calor, no es de un vidrio común. Eso impide que se rompa con la diferencia de temperatura. Una alternativa que pensamos es hacer una ampolla con vidrio común en la parte de afuera y metal en la parte de adentro, pero eso requiere adquirir más tecnología y necesitaríamos un financiamiento más importante.
Pero lo bueno es que, una vez que se desarrolla la tecnología, se la puede usar para hacer toda una línea de productos relacionados con la energía solar, como colectores solares, potabilizadores de agua y cocinas solares. El resto de las piezas las hacemos todas acá, como las que se abren en forma de alas, que son de plástico, y la superficie reflectante, que está hecha con un aluminizado especial. Se llama aluminizado por alto vacío y consiste en vaporizar una capa de aluminio sobre la pieza de plástico. Eso permite hacer todo en una sola pieza, y después se aplica una laca que lo protege. De otra manera, hubiéramos tenido que pegar una lámina con un pegamento y no quedaría bien, además de que en la Argentina no se produce aluminio de alta refractancia, por lo que deberíamos depender de otro insumo importado.
¿Qué desafíos enfrentaron durante el proceso de diseño y fabricación?
Nos costó mucho trabajo seleccionar un material que se pudiera aluminizar y también darle un acabado que lo permitiera. Hubo que convencer a mucha gente, porque quien hizo la máscara no estaba acostumbrado a trabajar con ese plástico y no quería hacerlo. Entonces tuvimos que ir a su fábrica y enseñarle. Es un conocimiento que al proveedor le queda para otros desarrollos. Habíamos hecho unas pruebas con Lumilagro y aprendimos que hay gente que hace producción seriada y es muy difícil sacarla de eso. Lumilagro fabrica ampollas para termos y ni siquiera hace los envoltorios plásticos, fabrica solamente los repuestos de vidrio. Tienen la máquina girando las 24 horas, en tres turnos y nada de tiempo para andar viendo nuevas tecnologías.
Para hacer los moldes, por ejemplo, había una tremenda diferencia de precio, por eso decidimos hacerlos nosotros. Por los cuatro moldes en aluminio, un proveedor nos cotizó 320.000 pesos, otro 650.000 pesos y otro 1.010.000 pesos, en los tres casos por el mismo trabajo. No sabíamos nada de matricería, pero pensamos que no podía ser tan complicado. De los cuatro moldes que necesitábamos, hicimos tres y el otro lo mandamos a fabricar, porque era demasiado difícil. En el caso de los plásticos, los hicimos con una autopartista a la que le gusta la tecnología y aceptó hacer solo mil unidades, que es bastante poco para la industria. Eso nos ayudó mucho, ya que otros no estaban dispuestos a producir una cantidad tan pequeña. A veces es cuestión de cruzarse con la gente adecuada.
Tuvieron financiamiento del programa EMPRETECNO, de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica del MINCYT. ¿Eso ayudó a que los empresarios estuvieran dispuestos a trabajar con ustedes?
No tanto, porque hay mucho prejuicio con el Estado porque tenés que concursar, llenar formularios y por eso muchos desisten. Teníamos que explicarles que se pagaba por adelantado y, pese a eso, muchos no querían participar. Encontramos dos resistencias importantes de los proveedores que visitábamos: una, a trabajar con el Estado y, la otra, al desarrollo tecnológico. Teníamos que ir nosotros a decirles cómo hacer las cosas porque, o no conocían el material, o no conocían parámetros claves del proceso. No creo que sea por mala voluntad, sino que se trabaja así. Por eso lo que hay que hacer es levantar un poco el nivel de la industria, y este tipo de proyectos ayudan a eso. Los que se animan a aprender son los que marcan la tendencia, y los demás se quedan atrás.
¿Patentaron el invento? Porque aparecieron algunas copias.
Todo el mundo quiere calentar agua con el sol. Cuando empezamos a buscar fondos, en el año 2006, inevitablemente nos expusimos. Uno no sabe si un interlocutor pensará que es una buena idea, lo copiará y saldrá a hacerlo por su lado. El principio de calentar agua con el sol ya se patentó en 1981, así que las patentes caducaron. Por otro lado, supongamos que alguien nos lo quiere copiar, lo fabrica en China y después lo vende acá. Se haría imposible competir antes de que te responda la Justicia. Por eso pensamos que la mejor manera de protegernos es la innovación permanente.
¿Quiénes forman parte del consorcio público-privado que ganó el EMPRETECNO?
La UNSAM, la empresa Sur Solar y el grupo emprendedor. Para lograr el financiamiento tuvimos que exponer ante ocho jueces de diferentes áreas. No cualquiera gana el EMPRETECNO, es muy exigente. Yo soy el director del proyecto y dudo que haya otros directores de 36 años que lo hayan ganado.
¿Cuál es el próximo paso del proyecto?
Necesitamos aumentar la escala, porque 1000 unidades no es nada. Para eso vamos a necesitar personal y financiamiento, que es cuando entran los jugadores grandes que están más vinculados con las variables económicas. Hasta acá, junto con FUNINTEC y la UNSAM hicimos el esfuerzo de transformar un conocimiento académico en un producto. De aquí en adelante, para nosotros es un territorio desconocido. En cuanto al producto, estamos pensando en algunas mejoras. Una de ellas es ponerle un sensor de temperatura y en conectarlo al celular para poder ver la temperatura en el teléfono, porque la gracia es que al termo se lo ponga al sol y uno se desentienda. También tenemos ganas de sacarle la manija, pero eso dependerá de lo que digan los usuarios, y deberíamos disminuir el espesor de los materiales, porque está sobredimensionado, y así podríamos bajar los costos del material. Además, pensamos en acoplarle algunos dispositivos, como un tapón que, mientras se esté calentando el agua, permita usar esa energía para cargar un celular con un pequeño motor Stirling que genere corriente eléctrica. Y, para más adelante, estamos pensando en hacer una base para calentar el agua por inducción los días sin sol.
(Matías Alonso-Agencia TSS)