El que ordena es “el bolsillo”. ADN
(ADN) El gobierno termina un año de éxitos electorales y con una elevada aceptación de la gestión en la ciudadanía rionegrina. No hay temas para alarmarse, pero como casi siempre sucede en el Estado es necesaria una mirada de atención sobre la economía y las finanzas.
Alberto Weretilneck pone una impronta a su estilo donde todo lo controla, y sobre todo el estado de los números. El ministro de Economía es él, y el actual conductor de esa cartera Isaías Kremer, acompaña muy bien porque lo único que tiene que decir es “no”, ya que el “si” lo tiene el gobernador.
El gobierno provincial espera los resultados del andar del nuevo gobierno nacional y el modo en que repercutirán las políticas de la gestión de Mauricio Macri en Río Negro.
Por de pronto esta semana habrá una reunión en la capital federal donde Weretilneck participará con todos los actores de la actividad frutícola con el nuevo ministro de Agricultura.
El tema de la fruta es importante para evitar futuros conflictos y si bien se sacaron retenciones a la exportación y en las operaciones por el puerto de San Antonio Este, el titular de la Federación de Productores declaró que “todavía” falta. La fruticultura cuando reclama saca la gente a la calle y a las rutas.
Otros temas preocupan, pero con menos impacto en la protesta social, como la coparticipación, hidrocarburos, el turismo e Invap.
El tema que no puede desmadrarse es el reclamo salarial. Acá manda “el bolsillo” y el impacto de la devaluación estimada en más del 40 por ciento, tendrá consecuencias en los gremios estatales y en otras actividades de la provincia, como se prevé que podría suceder en la cosecha con el trabajador de la fruta, donde el ajuste salarial se tendrá muy en cuenta en las variables del negocio.
Hay sectores como la CTA de Hugo Yasky que declaró que “el piso está por sobre el 40%” y reclamó una “revisión cuatrimestral”, su par Hugo Moyano también reclamo una adecuación en un nivel inferior y con bono de fin de año, pero tanto unos como otros se preparan para la protesta. No es casual en estas circunstancias, que se iniciaran conversaciones para la unificación de las centrales obreras.
Weretilneck descansa en la buena relación que construyó con la mayoría de los gremios estatales, donde falta ATE que siempre pone “la vara más alta”, que en tiempos de estabilidad puede que no impacte en las demandas, pero ahora cuando los empleados ven magras sus billeteras las conducciones sindicales deben poner las barbas en remojo.
El tema no estaba previsto en las estimaciones de las arcas oficiales porque el gobierno había arribado a un acuerdo salarial con los gremios estatales que se viene cumpliendo de acuerdo a un cronograma preestablecido, pero la actual devaluación da por tierra todo convenio anterior.
Muchos municipios han adoptado la implementación del bono navideño o en otros casos una suma fija para enero, una medida que descomprime los posibles conflictos locales.
La cuestión es el reclamo provincial, que si bien en pocos días se comienza con el receso administrativo y las vacaciones, igual es para estar atentos.
Docentes, judiciales y legislativos no estarán en sus lugares de trabajo y no es poca cosa evitar concentraciones de empleados disgustados por el deterioro de su salario.
Los precios de la comida, que en estos días ocupa un lugar central ante las fiestas de fin de año, se hacen sentir y los reclamos salariales crecen.
Hay que evitar que el problema llegue primero que las protestas, porque si se llega tarde luego es más difícil arribar a soluciones que eviten el conflicto social.
El ámbito de la Secretaría de Trabajo queda chico para estos casos y no hay dudas que será desbordado. El gobierno puede adelantarse y ofrecer un ámbito de discusión de futuras actualizaciones salariales e ir corrigiendo los desfasajes inflacionarios.
Hay que evitar caer en los excesos de confianza y “dormirse en los laureles”, porque el 28 por ciento de posible incremento en los sueldos quedó desactualizado y se siente en el bolsillo, que es quien manda en el reclamo del trabajador, que no se hará esperar.