Las promesas y el “colchón”
(Por Raúl Dellatorre) Macri había hablado de unificar el tipo de cambio, liberar el cepo y levantar las retenciones el mismo 11 de diciembre. No ocurrió y ahora se habla de un “colchón” de divisas y se admite que “la situación no es crítica”.
La puesta en marcha del nuevo plan económico, en base a las medidas que Mauricio Macri y su equipo prometían implementar no bien asumieran, se está haciendo esperar. Las primeras apariciones públicas de los flamantes ministros Alfonso Prat-Gay (Hacienda y Finanzas) y Ricardo Buryaile (Agroindustria), fueron utilizadas para volver a explicar medidas sobre las que “ya hay decisión tomada”, pero que recién se aplicarán “cuando estén dadas las condiciones”.
El primer contacto del ya designado titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, provocó el primer cortocircuito con los principales banqueros del país, ante quienes advirtió que el Gobierno pretendía practicar una quita sobre el precio a pagar por los contratos de dólar futuro que aquellos habían adquirido. Para peor suerte del Gobierno, buena parte de esos contratos de dólar futuro estarían en manos de empresas exportadoras cerealeras, de las cuales el Ejecutivo está esperando un “gesto” anticipando la liquidación de operaciones de exportación. La devaluación del “día después” no fue tal, y el gobierno quedó enredado en su propio discurso de campaña para poner en marcha el plan. Días más o menos, lo logrará, aunque no de la forma prevista y pagando algunos costos que no aparecían en la cuenta dos semanas atrás.
¿Por qué no se unificó el mercado cambiario con un dólar a quince, lo que se iba a hacer un día después de hacerse cargo del gobierno? El propio Macri, adoptando el discurso de sus economistas más ligados a la ortodoxia financiera (Prat-Gay y Melconian), postulaba que el “levantamiento del cepo” iba a provocar un aluvión de ingreso de dólares, que iban a sobrar y no faltar divisas, y que por lo tanto no había que temer por una disparada del valor del dólar. Ni siquiera les preocupaba que, como planteaban, el Banco Central ya pudiera estar “sin reservas”.
Lo expresado en estas primeras horas de gestión del macrismo evidencia un cambio de opinión al respecto. “La situación económica no es crítica”, admitió Prat-Gay ese viernes, lo cual corroboró al no pedir siquiera un feriado cambiario o bancario para la transición. Todo siguió funcionando sin sobresaltos. Sin embargo, el equipo económico resolvió postergar la reunificación cambiaria hasta conseguir, previamente, un “financiamiento puente” a través de préstamos de bancos extranjeros, que le otorgarían el colchón de reservas que ahora se considera necesario para llevar el dólar a un valor cercano a quince y levantar las restricciones a la venta. “Estamos trabajando en los mecanismos de un financiamiento puente para que ingresen los dólares lo más rápido posible”, expresó Prat-Gay este viernes. ¿Cuándo se levantará el cepo?, le preguntaron. “Lo más rápido posible, cuando estemos listos. No tengo la bola de cristal”, respondió.
Antes de las elecciones, Cambiemos sí parecía tener esa bola, que le decía que la fecha era el 11 de diciembre, primer día de gestión. Perdió la bola o no funcionó. Pero lo más palpable es que el gobierno entrante perdió la confianza que tenía, antes de asumir, en la automaticidad que suponía que iba a tener la eliminación del cepo como método de inspirar confianza y atraer inversiones. Ahora consideran necesario contar con un “colchón” de dólares que, en principio, le brindarían los bancos extranjeros, por una suma que se calcula entre 5000 y 7000 millones de dólares.
Buryaile dejó atada, a su vez, otra medida que se proponía de aplicación inmediata, como la baja de retenciones a la soja y la eliminación para todos los demás productos agropecuarios exportables, a que previamente se defina la devaluación. “La decisión de eliminar las retenciones está tomada, pero su aplicación dependerá del momento de la reunificación cambiaria. Sin previsibilidad sobre el valor del tipo de cambio (es decir, mientras se siga esperando una devaluación), nadie venderá” (los dólares obtenidos por exportación, en el mercado oficial). La definición de Buryaile de este viernes exime de comentarios. A quienes le prometieron la devaluación, más una baja o eliminación de retenciones (los exportadores), no liquidará hasta tener ambas. Y estas divisas de las exportaciones es parte esencial del refuerzo de las reservas que espera el nuevo gobierno. Pero no entrarán si antes no se devalúa. Y no se devaluará si antes no se consigue un colchón de reservas. Entonces, la clave estaría en los préstamos bancarios del exterior.
Sturzenegger fue designado para reemplazar a Vanoli, quien presentó su renuncia esta última semana. Para tratar de minar su permanencia, Cambiemos se había dado en las últimas semanas una política de asedio y denuncia, de la cual Prat-Gay admitió en las últimas horas haber sido el impulsor. Le cuestionaron las operaciones del Banco en el mercado de dólar futuro, por las cuales le aseguraba a quienes contrataran la operación un valor del dólar de 10,50 a 11 pesos para dentro de seis a nueve meses. Si el dólar llegara a esa fecha a un valor mayor, el Banco Central debía compensar la diferencia en pesos.
En campaña, Cambiemos denunció estas operaciones buscando imputar a Vanoli por las mismas. Este viernes, Sturzenegger enfrentó a los banqueros señalando que la autoridad monetaria no iba a reconocer el costo de dichas operaciones, considerando que habían especulado con una ganancia segura sobre las arcas públicas, dado que la devaluación estaba cantada. La respuesta le elevó el tono a la confrontación. Los banqueros, no tan heridos en su orgullo como en sus bolsillos, ya que la operación involucraría un costo de unos 70 mil millones de pesos, reaccionaron advirtiendo que lo que estaba proponiendo Sturzenegger suponía llevar al BCRA a un default técnico sin precedentes, por incumplimiento de un contrato que era absolutamente legal. Y que semejante medida, incluso si se redujera al pedido de una quita sobre el valor que le correspondería cobrar a los contratistas de la operación de dólar futuro, tendría como respuesta un retiro de la colaboración de los bancos con el gobierno. Esto incluye condicionar el prometido crédito externo por cinco a siete mil millones de dólares: la llave para acceder a la devaluación.
El discurso de campaña era simple: levantar el cepo para que todos los mecanismos de la economía, inversión y producción, se pusieran en marcha. La realidad resultó algo más compleja, sobre todo si el Estado se corre de su función de regulador y deja todo en manos de sectores con hambre de lucro. Prisionero de sus propias promesas, ahora necesita buscar equilibrio entre sus propios aliados, los beneficiarios de las medidas. El resto de la población, el que ya está pagando los aumentos de precios, es parte de otra historia.