Con las manos vacías. ADN
El avión despegó de Buenos Aires. Volvía a Río Negro con la comitiva oficial. El sabor agridulce invadía el ambiente. Alberto Weretilneck logró un contacto directo y formal con el gobierno nacional, pero no se trajo nada. Fue con la idea de reunirse con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y sumó un encuentro con Marcos Peña, el jefe de gabinete de Mauricio Macri.
Río Negro insiste que la relación con Nación es meramente institucional. Pero mientras Weretilneck y su equipo volaba hacia la Capital, el diputado macrista Sergio Wisky condicionó la reunión oficial. «Hay que definirse, decidir dónde pararse y dejar de especular», disparó.
El mensaje es político.
El gobernador llegó con una amplia agenda: crisis frutícola y minera, financiamiento de la Universidad de Río Negro y el INVAP, y coparticipación. Se fue con promesa de anuncios y trabajo conjunto. Todos los actores valoraron el «inicio del diálogo» entre ambas administraciones. En concreto, nada.
Con persistencia el PRO buscará ampliar alianzas políticas en zonas donde no logró hacer pie, pensando en 2017. Mauricio Macri necesita cambiar la composición del Congreso de la Nación para evitar que sus proyectos se atasquen en aguas kirchneristas.
Y está decidido a transformar el diálogo institucional en político.
Pero mientras tanto requiere de alianzas -aunque sea circunstanciales- para avanzar, por ejemplo, en la imposición de los jueces de la Corte Suprema. Allí se inscribe la presencia del senador Miguel Pichetto en la reunión con Marcos Peña.
Pichetto mantiene la presidencia del bloque del Frente para la Victoria, una llave maestra en el esquema de acuerdos y gobernabilidad. Algunos adjudican a esa relación, que varios de los funcionarios de los organismos nacionales ligados al Senador, sigan aún en sus puestos.