Conmoción bancaria y derrumbe petrolero: ¿Qué hay detrás?
(Paula BacH) Hechos que tomaron la posta. Las razones de la banca y del petróleo. Luz sobre los eslabones débiles. China y Estados Unidos tienen mucho que decir.
Un particular desconcierto del mainstream sobresale en el actual momento de la crisis económica mundial. Lamentos con cierto dejo “tanguero” tales como que «ya nunca volveremos a lo que antes de 2008 pensábamos como normal, o quién sabe qué podría explicar lo que está sucediendo», se vuelven lugares comunes. Lo que acontece en la superficie es que desde hace varios años, el crecimiento económico, la inversión, la productividad, entre otras variables, no están respondiendo –sobre todo en los países centrales- al comportamiento “esperado”.
Dicho de manera muy sencilla, luego de una recesión significativamente profunda como la de 2009 y con la magnitud de estímulos monetarios implementados, gran parte de los economistas suponía que el crecimiento económico en algún momento respondiera a la lógica del “ciclo” elevándose por encima de la tendencia pronosticada antes de la crisis. Esto no sólo no sucedió, sino que el crecimiento se ubicó por debajo de dicha tendencia. Para colmo de males, a siete años de la caída de Lehman, el anhelo de luz al final del túnel –que a nadie se le niega- comenzó a trocarse por el fantasma de una nueva recesión –o, como mínimo, de una nueva desaceleración.
Si al menos las causas superficiales e inmediatas del inicio de la crisis en 2008 o del posterior episodio europeo, resultaron más o menos diáfanas, en la situación actual las cosas se ponen de manifiesto de una manera bastante más caótica. Dentro del desorden, la persistente y pronunciada caída del precio del petróleo y el particular desplome de las acciones bancarias en los recientes descensos bursátiles, tomaron la posta en las primeras semanas del año. Pero ¿qué hay detrás de esos hechos?
señalábamos que si durante los últimos años el crecimiento chino –y sus derivaciones- había actuado como “costado real” de las masas de dinero barato enviadas al mundo por los países centrales, la reversión de esta sinergia entre “lo financiero y lo real”, estaba poniendo ahora de relieve el “costado ineficaz” de las políticas monetarias y amplificando los riesgos de un apalancamiento bancario que se sostuvo durante años. Desde esta misma idea ensayaremos aquí un primer abordaje tanto de la cuestión bancaria como petrolera.
¿Por qué salta la banca?
Dejemos hablar a Martin Wolf quién en su columna de Financial Times del 16 de febrero y bajo el título “Los bancos siguen siendo los eslabones débiles de la cadena económica”, indaga el porqué de la debilidad actual de los bancos. Se pregunta Wolf la causa que explica que durante los desplomes bursátiles que tuvieron lugar desde principios de año, las acciones del sector bancario hayan caído de forma particularmente pronunciada. Mientras en Estados Unidos el índice Standard & Poors 500 acumuló una caída del 7,5% entre el 4 de febrero y el 16 enero, el índice de acciones bancarias se derrumbó en un 16,1%. Durante el mismo período y para el caso de Europa, el índice FTSE Eurofist 300, cayó 9,5% mientras que el índice de acciones bancarias se desplomó en un 18,5%.
La primera respuesta de Wolf es que una mirada de más largo plazo permite observar que las acciones bancarias no pudieron recuperar las enormes pérdidas sufridas como consecuencia de la crisis de 2007/9. Si el 15 de febrero de 2015, el índice S&P 500 se hallaba en un 23% por encima de su nivel del 2 de julio de 2007, el sector bancario de Estados Unidos se encontraba aún un 51% por debajo. Por su parte y reflejando la debilidad de la recuperación europea, el índice FTSE Eurofirst se mostraba en la misma fecha, aún un 21% por debajo de su nivel de 2007, pero su sector bancario se encontraba todavía un 71% abajo. Según Wolf el problema en parte podría explicarse por el hecho de que la relación precio-beneficio de las acciones ajustadas cíclicamente se halla –en particular en el mercado norteamericano- en niveles superados sólo durante los puntos más álgidos de las burbujas de los mercados de valores de 1929 y 2000. Por lo que sería posible que los inversores simplemente se estén dado cuenta de que los riesgos a la baja sobrepasan las posibilidades alcistas.
Sin embargo Wolf no parece conforme con esta explicación y oscila entre una fundamentación centrada en la debilidad endémica de los bancos y otra articulada alrededor del argumento de que es la actual fragilidad de la economía expresada desde múltiples flancos la que hizo saltar los fusibles de una banca que arrastra fuertes debilidades desde hace años, incluyendo un apalancamiento (relación entre préstamos y capital propio) que mantiene una relación de 20 a 1. En esta dualidad, Wolf parece inclinarse en un sentido similar al que formulamos en el apartado anterior.
Pone de relieve como factores centrales explicativos tanto el fin de la euforia en relación con China como –y con un énfasis mayor- la circunstancia de que las economías de altos ingresos aún no se han recuperado de la crisis financiera y de la posterior crisis de la eurozona, tal como lo demuestran las extremadamente bajas tasas de interés. De modo tal que la continua presión deflacionaria, es lo que estaría echando luz sobre la situación de los bancos que son apuestas significativamente apalancadas en la economía. Si las economías están enfermas, remata, los bancos probablemente estén más enfermos aún. Y, lo que es peor, mientras más enfermos estén los bancos, más enfermas estarán las economías.
Refuerza la idea con el argumento de que las preocupaciones sobre los bancos están centradas actualmente no sólo en el precio de las acciones sino particularmente en los precios de los bonos contingentes (“cocos”). Estos bonos que hicieron temblar al Deutsche Bank, Société Général y otros bancos europeos son al decir de Wolf, híbridos: deuda bancaria durante las épocas buenas que se convierten en acciones cuando las acciones ordinarias se vuelven demasiado pequeñas en relación con los balances de los bancos. Por otra parte –continúa Wolf- la amenaza de la deflación incrementa la probabilidad de tasas de interés negativas cuyo efecto sobre la salud de los bancos es preocupante.
Hace años que los bancos se mantienen apalancados y sin duda constituyen un eslabón débil, pero su fragilidad se vuelve un dato verdaderamente crítico cuando “el mundo de la economía real”, es decir el mundo en el que se produce efectivamente el valor y el plusvalor, comienza a enviar “señales negativas”. Parte de esas señales están dadas por la circunstancia de que China (y por consiguiente la mayor parte de los países llamados “emergentes”) ya no es el oasis para la inversión de capital de los países centrales que, aún con significativas debilidades, continuó siendo –y de manera ampliada- desde el año 2010. Por el contrario China se está convirtiendo progresivamente en un competidor por los espacios mundiales para la acumulación del capital.
En un sentido similar y en gran parte como respuesta a la circunstancia de la sobreacumulación de capitales en China, los incrementos salariales y la consecuente caída de la tasa de ganancia, la política de los países centrales de inundar al mundo con dinero barato está encontrando sus límites. Estos límites tienen expresión tanto en la progresiva contracción de fondos inyectados en la economía por parte de la Reserva Federal norteamericana desde 2014, como en su actual intención de elevar las tasas de interés y en las tasas negativas que rigen en múltiples países centrales. Pero dicho más prosaicamente, toda esta maraña de asuntos se manifiesta en el acontecimiento de que el flujo de capital neto desde los países centrales con destino a los países “emergentes” cayó abruptamente durante el año pasado marcando su mayor declive en 30 años. La situación de los bancos no puede permanecer inmune a los efectos de esta tendencia que efectivamente termina “echando luz” sobre una debilidad endémica. Algo similar sucede con el funcionamiento de las llamadas “burbujas” como veremos a continuación.
Burbuja petrolera
Como también formulamos desde esta columna, la combinación entre las bajas tasas de interés en Estados Unidos -y demás países centrales- y la poderosa recuperación china, resultaron los factores determinantes que permitieron, a partir del año 2010, un nuevo ciclo acelerado de incremento de los precios de las materias primas tanto de origen agrícola, como mineral e industrial –incluyendo por supuesto al petróleo.
Esta relación reprodujo en otro plano la mencionada “sinergia” entre el “costado financiero” y el “costado real” de la economía. Esa sinergia estimuló lo que en gran parte fue una burbuja montada sobre el precio de las materias primas que, a diferencia de la burbuja de las punto com o la inmobiliaria, se desarrolló fundamentalmente por fuera de los países centrales, a excepción del caso del petróleo y el gas de esquisto (shale gas y shale oil). Si bien el desarrollo del mercado petrolero en Estados Unidos, estuvo lejos de traccionar a la economía norteamericana como lo hicieron las burbujas anteriores, es innegable que cumplió un rol importante en el crecimiento –aún débil- de los últimos años.
Como apunta Alejandro Nadal desde La Jornada, en Estados Unidos “el boom del fracking hidráulico se acompañó de un feroz sobrendeudamiento por parte de las compañías gaseras y petroleras. Muchas de estas compañías pudieron financiarse a través de títulos de muy mala calidad e incluso de bonos chatarra. Con la promesa de que estaban iniciando la revolución energética que Estados Unidos había esperado desde hacía años, pudieron vender esos títulos a inversionistas incautos con la promesa de que mantendrían rendimientos altos durante mucho tiempo.”
Pero el precio del petróleo sufrió una contracción de alrededor de 72% con respecto a su valor de 108 dólares alcanzado en junio de 2014 mientras que el del gas se contrajo cerca del 40% durante los últimos 12 meses. Como resultante, no sólo economías como la de Rusia o Venezuela están atravesando crisis extremadamente profundas –y la amenaza se cierne sobre Bolivia- sino que el índice de compañías energéticas del S&P 500 de Estados Unidos acumuló una caída del 10% en lo que va del año y las acciones de empresas como Marathon Oil o Anadarko Petroleum, se desplomaron más del 20%.
Como también señala Nadal “Hoy que el precio del crudo no permite cubrir el costo de producción promedio en la mayoría de los sitios con instalaciones para el fracking hidráulico, el colapso de la industria se acelera. El número de instalaciones (rigs) de fracking en operación en Estados Unidos ha descendido de mil 864 en octubre de 2014 a unas 619 en enero de este año. Se estima que la mitad de las empresas petroleras en el negocio de fracking estadounidense va a tener que quebrar (…) Una parte significativa del crecimiento de la economía estadounidense después de la crisis de 2008 se debió a las inversiones del sector energético (y, en especial, del fracking). Pero cuando las empresas petroleras tienen que aplicar el freno de emergencia, el efecto de contracción, con todos sus multiplicadores, no tarda en manifestarse.”
La doble causa de la imposibilidad china de continuar sosteniendo el “modelo exportador” y su efecto amplificador sobre las contradicciones de la economía norteamericana, vuelven a ocupar un lugar central en la explicación del desinfle de la burbuja petrolera, sin por ello subestimar otras razones específicas. El menor crecimiento chino no sólo afecta directamente los precios de las materias primas -sobre todo industriales- sino que se impone como límite a la salida de dinero barato de Estados Unidos y otros países centrales en busca de ganancias que no pueden obtenerse en territorio propio. El retiro gradual de las medidas monetarias expansivas norteamericanas reforzó el proceso de reversión del flujo de capitales, incrementando el valor del dólar. Elementos que contribuyeron a su turno a la contracción de la parte especulativa que explica el incremento del precio de las materias primas incluido el petróleo. De modo que nuevamente, lo “real” aparece como límite de lo “financiero”. Y su combinación en un sentido “vicioso” posee un alto poder explicativo sobre muchos de los fenómenos que se manifiestan hoy como emergentes en este nuevo momento de la crisis económica mundial.