Operación Cóndor: revelan que Massot fue contacto de la inteligencia chilena
Un informe de 1974, encontrado por Procuración General de la Nación, demuestra que el dueño de La Nueva Provincia, Vicente Gonzalo Massot, fue informante del espía chileno Enrique Arancibia Clavel.
Un nuevo impulso tomó la causa que investiga las responsabilidades durante la última dictadura de Vicente Gonzalo Massot, dueño de La Nueva Provincia, diario de Bahía Blanca. A partir de la información de documentos de inteligencia aportados por el fiscal general Pablo Ouviña, de la Unidad de Asistencia para causas por violaciones a los Derechos Humanos, que interviene en el juicio oral por la Operación Cóndor.
Los fiscales de la Unidad de DD. HH. de Bahía Blanca, Miguel Palazzani y José Nebbia, aportarán esta documentación a la causa que investiga el rol de la familia Massot, en particular el de Vicente. Cabe recordar que dicha investigación surge a partir de la sentencia del Tribunal Oral que juzgó y condenó a 17 represores en el primer juicio por Lesa Humanidad llevado adelante en esa ciudad bonaerense en 2012.
Los documentos hallados se desprenden de los cables e informes de diferentes embajadas, publicados en el sitio fiscales.gob.ar que certifican que Massot era contacto de la DINA (Dirección Nacional de Inteligencia Chilena) en Buenos Aires.
Según consta en la información extraída, el empresario pidió en 1974 datos al agente secreto de la DINA, Enrique Arancibia Clavel, «para hacer una campaña» en sus medios «sobre la penetración soviética en América Latina». A su vez, el espía chileno asegura que lo unía «una antigua amistad» con Massot y que se reunía semanalmente con la redacción de la reaccionaria revista Cabildo, donde el hijo de Diana, Julio de Massot, era responsable de redacción.
Para los funcionarios del Ministerio Público Fiscal, que llevan adelante la acusación e investigación, Massot, que por esos años tenía 25 años, es responsable de realizar operaciones psicológicas para las Fuerzas Armadas, ocultando deliberadamente la verdad sobre secuestros, torturas y homicidios de 35 personas a través de tareas de acción psicológica desde las páginas del diario antes, durante y después de la dictadura. Además de estar imputado como coautor del homicidio de Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola, dos obreros gráficos y delegados sindicales del diario.
Con 30 años de edad en 1974, Arancibia Clavel enviaba semanalmente partes desde la Embajada en Buenos Aires a la DINA, la organización creada por la dictadura de Pinochet para perseguir a los opositores al régimen dentro y fuera de sus fronteras. En un informe del 29 de octubre de 1974 Arancibia comunica los «contactos establecidos» en Argentina y puntualmente señaló: «Gonzalo Massot, subdirector de la revista CABILDO (nacionalista de derecha y dueño del diario, televisión y radio de Bahía Blanca, me pidió material informativo sobre el armamentismo peruano para hacer una campaña en los medios que el controla sobre la penetración soviética en América Latina. También con Gonzalo me une una antigua amistad» (sic).
Otro de los informe fechado el 3 de diciembre de 1974, Arancibia describe a la revista Cabildo, como lo hace con otras publicaciones, y pone de relieve que se reúne de forma «semanal» con su redacción: «CABILDO, revista mensual, nacionalista de derecha, antiperonista, normalmente tiene artículos sobre geopolítica en que atacan a Chile por problemas limítrofes, en el aspecto ideológico son defensores de la Junta. Mi relación con su equipo de redacción son muy buenas y mantengo una reunión semanal con ellos. Envío el último número que corresponde a noviembre» (sic).
Los ojos del Cóndor
Enrique Arancibia Clavel fue un espía chileno que perteneció a una familia de militares y fue enlace de la Operación Cóndor en nuestro país con contactos en las Fuerzas Armadas argentinas. Trabajó como parte de la derecha política de Chile junto a la CIA para que Allende no asumiera.
A mediados de los ’90, Arancibia Clavel regresó a vivir a la Argentina y fue detenido, juzgado y condenado por el asesinato del jefe del Ejército chileno del gobierno de Salvador Allende, Carlos Prats, y de su esposa, Sofía Cuthbert, perpetrado en Buenos Aires el 30 de septiembre de 1974 en el marco de una asociación ilícita. Ambos murieron por la detonación de un explosivo colocado en su vehículo. El caso judicial sentó jurisprudencia, pues la Corte Suprema señaló en agosto de 2004, un año antes de declarar inconstitucionales las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, que el delito de asociación ilícita por el que había sido condenado Arancibia Clavel era imprescriptible, por integrar la categoría de crímenes de lesa humanidad.
Existen, a su vez, investigaciones de organismos de derechos humanos chilenos que señalan que el espía trasandino fue el encargado de negociar, a nombre de la DINA, la participación de la Triple A en el asesinato de Prats y Cuthbert, con quienes tenía directa vinculación por intermedio del entrerriano Alberto Ottalagano, abogado cercano a Augusto Pinochet que luego ejerciera su defensa por pedido expreso de este último, y fuera conocido por su paso como ex interventor de la UBA y confeso admirador de Adolfo Hitler.
En 2011, el ex agente chileno apareció muerto, apuñalado en el pecho, en Buenos Aires, donde cumplía el arresto domiciliario por la condena.