Haroldo Conti. ADN
A 40 años del Golpe Cívico-Militar, ADN rinde homenaje al escritor Haroldo Conti, secuestrado el 5 de mayo de 1976 y asesinado por los militares. Fue un grupo de tareas del Batallón de Inteligencia 601, que se lo llevó de su casa en Fitz Roy y Humbolt, en pleno Villa Crespo, en la ciudad de Buenos Aires.
La cultura, para los dictadores y sus cómplices civiles, era considerada un “campo de batalla” donde se libraba el «combate por las mentes y los corazones». Allí, desde la lógica de la Doctrina de la Seguridad Nacional, debía evitarse la «infiltración subversiva» y detectarse al «enemigo interno» para enfrentar «la agresión marxista internacional».
En ese contexto, ciertos libros (y la práctica de la lectura) se volvieron «sospechosos» y «peligrosos» por su «ilimitada fantasía», por sus finales abiertos, por su «simbología confusa», porque «afectaban la seguridad nacional». Escritores, artistas, poetas, pedagogos, periodistas e intelectuales, todos pasaron a ser potenciales «subversivos» y víctimas de la represión.
Su compañera Marta Scavac, relata de aquel secuestro: «Apenas entramos, unos diez hombres estrafalariamente vestidos con vinchas, gorras y ropas raras, se nos vino encima. Inmediatamente me ataron las manos detrás de la espalda y me cubrieron, con ropa, la cara y la cabeza. Escucho que hacen lo mismo con Haroldo; aunque él se resiste, no es fácil reducirlo, es muy fuerte, pero le dicen que se quede quieto por el pibe, se referían al bebito (Ernesto, que es periodista). «Señora, ¿cómo una mujer de su clase se metió en esto?» le preguntó uno de los secuestradores. «Le pedí que me explicara quiénes eran, qué querían. Me respondió que estábamos en guerra» dijo Marta. «O nosotros los matamos o ustedes nos matan a nosotros» contestó el inteligente. «Escucho que sigue rompiendo papeles. Le suplico que no rompa el cuento que Haroldo estaba escribiendo. Después comprobé que dejó la máquina de escribir de Haroldo, junto al borrador del cuento, intacto. Quedó sólo eso sin romper como un símbolo en medio de la casa revuelta, como sacudida por un terremoto».
Por su obra “Mascaró, el cazador americano”, obtuvo el Premio Casa de las Américas, cuya primera edición se hizo en Cuba en 1959, el año de la revolución.
En 1975, cuando la Triple A organizaba sus ataques desde sedes policiales y de gobierno, los “inteligentes” ya observaban a Conti. La Dirección de Inteligencia de la Policía bonaerense tenía una división literaria destinada a espiar a personas y según el legajo 2516, su libro Mascaró «propicia la difusión de ideologías, doctrinas o sistemas políticos, económicos o sociales marxistas tendientes a derogar los principios sustentados en nuestra Constitución Nacional».
Las actitudes del escritor –que se desprenden de la trama de la novela– son calificadas como apologéticas, respecto de los revolucionarios y guerrilleros, y como críticas o negativas, respecto de la represión, de la tortura indiscriminada y de la Iglesia Católica. Para demostrar que Mascaró había sido leído por algún entendido, el legajo señala que Mascaró «presenta un elevado nivel técnico y literario» y que Conti «luce una imaginación compleja y sumamente simbólica»