Nuestras Trágicas rutas
(Jorge Ocampos*).- Se siguen corriendo hacia adelante, los plazos para terminar las remodelaciones y mejoras en nuestras rutas regionales, en especial la nacional 22, que -junto con el ferrocarril, en su momento- constituyen las principales vías de acceso y egreso de la nordpatagonia.
Ahora se han dado nuevas fechas de finalización, pero a fuerza de repetirse, los compromisos de funcionarios y empresas adjudicatarias, ya no son creíbles.
Mientras tanto, transitar por estas arterias, especialmente en la zona entre Villa Regina y Cipolletti, es extremadamente riesgoso, y no estaría mal aconsejar a cada automovilista contratar un seguro de vida, cada vez que encara esa travesía.
El saldo de accidentes, incidentes, muertes, heridos y daños materiales que se registra desde que se comenzó a trabajar sobre esa traza es brutal. Y solo lo sufren y asumen, aquellos que lo padecieron. Ni el estado, a través de sus gobernantes, ni las empresas, se conmueven por las sucesivas tragedias, lo que implicaría que extremaran las medidas de seguridad y precaución en las zonas de operaciones.
Pero el desastroso manejo que ha tenido el proyecto de mejora de esta traza de la 22, no se debe adjudicar solamente al gobierno de los últimos 12 años, en donde se adjudicaron proyectos y obras. Desde la década de los noventa del pasado siglo, el segmento rutero viene siendo sujeto de experiencias entre gobiernos y privados, que han tenido rotundos fracasos. Primero fue la privatización con peaje, que terminó en una estafa para los usuarios y un desgaste para los gobiernos que asumieron los compromisos incumplidos por los concesionarios, que constituyó una especie de cobertura para aquellos que se retiraron dejando todo abandonado y que se arregle el que venga. Y el que llegó, no es otro que el Estado, un “papá” o un administrador ineficiente y hasta cómplice.
El gobierno actual, desde el discurso, asegura que quiere tener conductas diferentes a las de sus antecesores. Las primeras medidas sobre Vialidad Nacional y sus representantes en Rio negro, no fueron las mejores, aunque en el camino se ha rectificado y mostrado mas firme. Veremos.
Pero recorriendo este historial de la ruta 22, y sus conexiones con Neuquén -clave en el esquema de interrelación regional-, me permito sugerir a las nuevas autoridades, que se informen sobre un hecho histórico del mismo complejo vial. La construcción del primer puente carretero entre Neuquén y Cipolletti.
Esto ocurrió entre 1935 (mayo) y 1937 (20/2). En menos de dos años, se montó esa monumental obra, que aun sigue siendo clave para las comunicaciones. Dos años!, con la maquinaria existente en aquel tiempo (precarísima si la comparamos con la que se dispone actualmente), con un río Neuquén, no regulado, que un par de veces por año tuvo fuerte crecidas en su curso inferior.
Se cumplió el plazo que el gobierno le fijó a la empresa alemana GEOPE; mas aún. La obra se entregó dos meses antes del plazo establecido en el contrato.
Entonces vale la pregunta: por qué antes se cumplían los plazos y las condiciones de calidad y ahora cuesta tanto?. Qué ha cambiado, para peor? Porque hay mas tecnología, mejor logística y, supuestamente, el financiamiento está asegurado desde el momento de la licitación.
Otro ejemplo para contrastar: el tercer puente sobre el Neuquen o el puente de la Isla Jordan, hace años que está iniciado e inconcluso y su finalización es incierta. En Las Perlas -sobre el rio Limay- un privado, el doctor Lembeye, construyó el puente en menos de dos años.
Esto demuestra que se pueden hacer obras en plazos razonables y de buena calidad. Entonces, la tortuosa demora en las remodelaciones de la 22 y otras rutas que cruzan la zona, hay que adjudicársela a una pésima administración del Estado, o de los gobiernos, que pueden tener parentesco con un posible negocio con las empresas contratistas. Espero que el nuevo gobierno, CAMBIE este comportamiento.
*Legislador Frente Progresista por la Igualdad y la República