La paradoja del desarrollo
(Por Claudio Scaletta*).- La primera medida económica de importancia de 2017 fue la completa desregulación a la salida de capitales. Fiel a su estilo, la prensa del régimen lo titulo al revés. La noticia fue la liberación de “trabas al ingreso de capitales”, cuando en realidad sólo se eliminó la obligación de que los capitales calientes permanezcan 120 días en el país, magros 4 meses, una medida que no desalentaba a ningún capital productiVo y sólo dificultaba parcialmente la especulación de cortísimo plazo.
La flagrancia de la medida sirve para reconsiderar algunas cuestiones de fondo sobre la real naturaleza del gobierno de la Alianza PRO, lo que exige abandonar la dimensión local para elevarse a la escala planetaria. La nueva realidad política post 2015 no puede explicarse como una mera alternancia dentro de un régimen democrático estable. Tampoco se trata de una puja intraburguesa por la definición del modelo de desarrollo; de la oposición, por ejemplo, entre sectores que buscan que prevalezca la explotación de recursos naturales versus la industrialización. Mucho menos de la contradicción entre capital foráneo y local.
La nueva realidad es la expresión de un proceso de mayor complejidad cuyos resultados en términos de sustentabilidad social y política podrían ser inquietantes por dos razones fundamentales. La primera, porque aun en caso de que a la actual administración “le vaya bien” en sus propios términos, no crea empleo. Esto es así porque se concentra en el desarrollo de sectores con ventajas comparativas estáticas, como agro y energía, o sectores ya establecidos de la industria, los que en conjunto no son lo suficientemente demandantes de mano de obra, es decir; el modelo no es sustentable socialmente porque deja afuera a parte de la población. La segunda remite a que el nuevo régimen basa su funcionamiento en la entrada de capitales, principalmente bajo la forma de endeudamiento, una toma de deuda que además no se dirige a sectores generadores de divisas para el repago. En consecuencia el modelo tampoco es sustentable financieramente en su frente externo.
La pregunta del millón es por qué se reincide en una política económica que conduce a la insustentabilidad social y financiera, cuando tanto la teoría como la experiencia histórica, local y global, “conocen” el resultado.
La respuesta conduce directamente a los componentes de la contradicción principal: la economía global es conducida y controlada por una miríada de firmas multinacionales cuyo principal objetivo de política a nivel planetario es evitar las interferencias a la libre circulación de mercancías, incluido el capital financiero. En contraposición, los procesos de desarrollo en economías del tamaño de la Argentina, y en un mundo que se cierra, presuponen el sostenimiento de una demanda pujante en los mercados internos para, sobre esta base, desarrollar nuevos sectores económicos e incluir a la mayoría de la población en la producción y el trabajo. Esta necesidad determina una alianza inseparable entre los regímenes llamados populistas y las recetas económicas desarrollistas; heterodoxas por definición.
La primera síntesis provisoria, entonces, es que la contradicción principal de economías como la Argentina es entre las necesidades de las multinacionales, que gobiernan la economía global y se encuentran funcionalmente integradas con el poder económico local, y los procesos de desarrollo con diversificación de la estructura productiva. Las clases dominantes locales, en tanto auxiliares en términos gramscianos de las hegemónicas de los países centrales, no son “sujetos demandantes de desarrollo”. Al mismo tiempo, este desarrollo constituye un imperativo para la inclusión y, en consecuencia, para la sustentabilidad social de largo plazo de la economía. Aparece, entonces, una tensión política intrínseca, inmanente al desarrollo del capitalismo periférico y de muy difícil solución: ningún sector de las clases dominantes demanda la diversificación de la estructura productiva al tiempo que no puede existir estabilidad social y política sin inclusión, la que demanda diversificación de la estructura.
Si se observa la experiencia internacional surge que los procesos de industrialización tardía, como los casos paradigmáticos del sudeste asiático, entre otros, tuvieron a su favor el factor geopolítico en el contexto determinante de la Guerra Fría. Esto es, la voluntad y el apoyo contante de Occidente para que tal desarrollo se produzca. Estos países, contaron además con burocracias productivistas y autoritarias que disciplinaron y condujeron a sus clases dominantes. No parecen ser los casos de las economías latinoamericanas donde el factor geopolítico jugó en contra, es decir; con la potencia hegemónica continental jugando en contra del desarrollo y no a favor. Luego, los modelos neoliberales, no disruptivos, de países como Chile pueden funcionar porque los sectores que se desarrollan sobre la base de las ventajas comparativas estáticas y vinculados a los recursos naturales, alcanzan para incluir a la mayoría de la población. Un caso similar es el de Australia, que además contó con el factor adicional de su pertenencia al Commonwealth.
El desafío político que enfrentan países como Argentina es entonces mayúsculo. El desarrollo de su estructura productiva, es decir; su diversificación en un marco de expansión del mercado interno, demanda un proceso de “doble ruptura”. La primera, con las clases dominantes locales que conducen y se benefician del modelo actual. La segunda, con la integración global de estas clases en el régimen planetario conducido por las multinacionales. El desarrollo con grados crecientes de autonomía, integración productiva e inclusión social es, entonces, un proceso revolucionario y de consecución realmente azarosa.
Puede definirse a esta contraposición polar entre inevitabilidad e imposibilidad como la “paradoja del desarrollo”. La restauración neoliberal en curso, no ataca la paradoja, simplemente avanza en la dirección contraria: eliminar cualquier interferencia al gobierno global de las multinacionales. En este camino, la completa desregulación a los movimientos de capitales fue apenas un paso más.
*Economista.