«Si la vida vale poco afuera, acá vale menos», afirmó el cura de la villa del Bajo Flores
Gustavo Carrara, el cura párroco de la villa 1-11-14 del Bajo Flores porteño, asegura que bajar la edad de imputabilidad penal de los menores que cometen delitos «no solucionará nada» ya que «lo que hace falta es una presencia inteligente del Estado y no medidas lineales».
El sacerdote, que lidera un equipo parroquial en una las zonas más violentas de la capital argentina, agregó en diálogo con Télam: «Se dice que a estos pibes no les importa la vida y por eso matan. Pero si la vida vale poco afuera, acá en la villa vale menos».
En su barrio, al que llegó en 2009 procedente de la Villa Fátima de Soldati, fue detenido el menor acusado de asesinar de un balazo, el pasado 24 de diciembre y después de un arrebato, a otro menor, Brian Aguinaco, un crimen que derivó en una pueblada vecinal.
«De eso no voy a hablar porque, frente a algo tan doloroso e irreparable, hago un acto de contrición», advirtió el cura a esta agencia, con la que accedió a hablar -por primera vez después de aquel crimen- sobre la realidad con ve a diario.
El supuesto asesino de Brian, curiosamente identificado con el mismo nombre, fue detenido en la villa 1-11-14 luego de una denuncia anónima. Pero no pudo ser identificado por los testigos y quedó en libertad por su minoría de edad, tras lo cual fue enviado a Perú para que viva bajo custodia de sus abuelos.
«Acá hay muchos menores armados. Hay muchas armas en general. El problema es quién les da las armas a chicos de 12 o 15 años. Ese es el mundo del delito adulto, que usa a los pibes «, dice sin asomo de duda el padre Gustavo.
En la 1-11-14 corre la versión de que el matador de Brian Aguinaco fue, en realidad, un mayor de edad pero que eligieron culpar al pibe para aprovechar la ventaja de la ley argentina, que no permite imputar delitos hasta los 16 años. Por debajo de esa edad no hay responsabilidad penal ni castigo de encierro, salvo que un juez determine la conveniencia de retirar al acusado de su ámbito social y familiar por los peligros que representa para si y los demás.
El crimen de Brian Aguinaco motivó la iniciativa gubernamental de iniciar un debate para bajar la edad de imputabilidad a 14 años, que hasta ahora ha recibido mayoritariamente rechazos, empezando por el de Unicef, el organismo específico de las Naciones Unidas.
Incluso se pronuncio en contra el organismo estatal que se ocupa del tema, la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia que encabeza la ex funcionaria del macrismo porteño Yael Bendel.
Carrara es una voz fuerte entre los curas villeros, que rechazan la «ideología punitivista» y son partidarios de un enfoque preventivo y sistémico, con el plus de que participan de la vida de la comunidad que padece y genera estos conflictos.
Atendió a Télam en la secretaria del Club Atlético Madre del Pueblo, donde unos dos mil pibes hacen a diario deportes, que van del fútbol y el taekwondo al basquet y la natación. También tienen una orquesta juvenil, escuela, comedor, jardín maternal y oficinas de documentación y de la Anses, para gestionar los planes sociales.
«Nuestra idea es que la parroquia debe facilitar que el Estado haga pie en estos lugares porque hay temas que no se resuelven sin la presencia estatal. Pero ésta no puede limitarse al despliegue de fuerzas de seguridad», sostiene.
Destaca que «no nos oponemos a la intervención de fuerzas de seguridad para resolver problemas» y opina que la presencia continua de la Gendarmería en el barrio ha tenido una «actitud más amigable que otras fuerzas» con la gente.
Y que esta actitud es recíproca, aunque su visión se centra en una respuesta «preventiva más que punitiva».
Para llegar al club hay que atravesar la canchita y el patio del Hogar Santa María, donde cada noche duermen un centenar de pibes adictos al paco que son admitidos a condición de que vayan a tratamiento en los centros próximos.
La droga es uno de los peores dramas con que coexisten las 60 mil almas que habitan el Bajo Flores, incluidos la villa 1-11-14, el barrio Rivadavia, el Copacabana y otros sectores linderos a la cancha de San Lorenzo.
«Rebajar la edad de imputabilidad no es la solución a un problema de alta complejidad que requiere enfoques multidisciplinarios. No con caerle a los menores con una fuerza que no empleamos con los adultos», asegura.
Las cifras que maneja el cura indican que el 43 por ciento de la población de las villas porteñas es menor de 17 años y que los menores de 25 llegan al 60 por ciento, lo que habla de una problemática esencialmente infanto-juvenil.
Télam -¿No cree que haya un tema de seguridad publica en esto?
Padre Carrara -Cuando hablamos de seguridad, y sobre todo con menores, hay que usar un criterio más amplio. Por ejemplo; inseguridad es también que un adolescente dependa de un comedor para comer, o que ese pibe no coma. Acá hay mucha gente que no tiene seguridad si va a poder mandar a sus hijos a la escuela, si va a poder alquilar, si va a poder darles salud cuando se enferman.
T -Se habla de no atender sólo a los derechos de los victimarios para ver también los de las víctimas.
PC -Este es un problema tan complejo que requiere respuestas no lineales. Lo que uno pretende de los dirigentes es que tengan ideas que vaya más allá del dolor legítimo de la víctimas.
El cura camina por los pasillos del barrio con familiaridad, la misma con que lo saludan los adolescentes y vecinos mayores, a los que no deja de responderles, a algunos por su nombre. «Cuando se habla de bajar la edad de imputabilidad de chicos que cometen delitos, es que ya llegamos tarde. La ley penal no puede ser la última frontera. Hay que correr esa frontera», dice.
T -¿De que manera?
PC -Hay que ir a buscar a esos pibes que se fueron de la escuela, mostrarles mayores que sean significativos y con valores positivos, diferentes de los que muchas veces encuentran en las esquinas. Hay que asegurarles una infancia digna. Y también a los mayores, para que esa dignidad puedan dársela a los chicos que son los más vulnerables.
T -El tema es qué hacemos mientras tanto.
PC -Insisto: esto no se soluciona con la baja de la edad sino con un trabajo sostenido en el tiempo que ayude a incluir e integrar. Esa es la clave.
T -¿Se puede ser optimista?.
PC -Si, mi mirada es optimista. Antes se hablaba de erradicar las villas y luego se habló de urbanizarlas. Ahora hablamos de integrar y de incluir. Como dice (el papa) Francisco, no sólo al territorio sino a las diferentes culturas.
T -¿Lo cree posible?
PC -Nuestra percepción es que la gente quiere trabajar pero que acá enfrenta un problema de baja capacitación. Y el mercado no ofrece trabajo acá. Por eso el Estado debe ayudar a solucionar ese problema.
T -¿Qué le pide a los funcionarios?
PC -Lo que nos dice el Papa. Que sean austeros, que es el mejor antídoto contra la marginalidad
T -¿Y a la comunidad en general, donde mucha gente quiere un endurecimiento?
PC -Que piense. En 1974 había 4 por ciento de pobreza y hoy tenemos 32 por ciento y 6 de indigencia. Eso no lo hicieron los chicos de 12 años. Lo hicieron adultos que fueron a las universidades, muchos que estudiaron en los mejores lugares del mundo.