Carpa blanca. ADN
El conflicto docente volvió a la centralidad política. Como en los 90´, ese sector está marcando el rumbo de la lucha sindical, acompañado por la reunificación de las CTA. Los gordos de la CGT tuvieron la intención de campanear desde afuera, pero las bases los obligaron a decretar un paro nacional. Y un gobierno sin más respuesta que la demonización de la dirigencia gremial apelando a poner a la opinión pública en contra de los maestros. Cualquier semejanza con el pasado, es un error de la Matrix, un dejá vù.
Mauricio Macri mantiene su postura de no convocar a una paritaria nacional, pese al pedido de los gobernadores, lo que facilitaría los acuerdos locales. Como lo hizo el gobierno de Carlos Menem, luego de descentralizar la educación pública en las provincias sin presupuesto, la Casa Rosada no abrió el debate y dejó a los mandatarios a la buena de Dios.
Es cierto que Nación no dispone dinero para el salario docente, pero la paritaria da un marco de referencia.
Sin esa guía, la paritaria bonaerense pasó a ser la muestra obligada. El Presidente bajó línea y dijo que los acuerdos salariales debían tener un techo del 17% porque el Gobierno calculó que ese sería el porcentaje de inflación de 2017. Pero ese número se corrió -al menos- al 23%, según marcan los registros del Congreso y las consultoras privadas, ya que en enero y febrero las marcas inflacionarias fueron de alrededor del 2%.
Los bancarios cerraron un acuerdo del 24%. El Ministerio de Trabajo apeló a la Justicia. La Cámara Laboral confirmó la suba salarial y le pidió al Gobierno que no interceda en las negociaciones privadas. Ese revés envalentonó a los estatales y otros gremios. Hubo marcha de las centrales obreras y los movimientos sociales. Se vienen dos paros nacionales.
En ese marco se desarrolla el conflicto docente. La centralidad que ganó la disputa en provincia de Buenos Aires es solo atribuíle a la terquedad presidencial. María Eugenia Vidal también había pedido la paritaria nacional. Ahora, tomó el mando. Endureció su postura y pasó de Heidi a Margaret Thatcher. Bajo el discurso duranbarbista del diálogo y el consenso jugó a dos bandas: romper el frente sindical y poner a la opinión pública en contra de los docentes.
La tiene difícil. Hay sectores, como el encabezado por Roberto Baradel, que no van a tirar la toalla rápidamente. ¿Qué se discute?. Salarios. Los docentes aseguran que el año pasado perdieron parte de su poder adquisitivo producto de la inflación, y que si este año cierran con el 18% ofrecido por Vidal seguirán «abajo». El Gobierno ofrece una cláusula gatillo (aumentar si aumenta la inflación) y los docentes dicen que «es una trampa».
La disputa es por los números. Nación no reconoce que la proyección inflacionaria que se hizo en el Presupuesto puede ser superada. El INDEC acaba de dar cifras -al menos- polémicas: en Viedma-Patagones 0,8% de desocupación. ¿Quién garantiza la verdadera medida?. ¿Qué sucede si el INDEC sigue dando datos diferentes a los del Congreso y las consultoras privadas, como en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner?.
En Río Negro ocurre algo similar. UnTER espera un 35% de aumento. El Gobierno ofreció un 17,34% en tres tramos (marzo-mayo-septimbre) y una reapertura de paritarias en el segundo semestre. Desde el gremio lo rechazan porque el año pasado el acuerdo había incluido una cláusula similar que nunca fue aplicada, dicen desde el sindicato. Por eso piden el porcentaje perdido en 2016, más 2017.
Alberto Weetilneck ya plantó bandera: «Se discute solo 2017» dijo en una rueda de prensa improvisada en los pasillos de la Casa de Gobierno hace algunas semanas, ante la inquietud periodística por los reclamos de UPCN. «No habrá reunión de la Mesa de la Función Pública hasta que no se cierre la paritaria docente», dijo el gobernador. Y clausuró la posibilidad de discutir sobre el remanente 2016 como lo pidió Juan Carlos Scalesi.
El mandatario se mantiene en la lógica nacional: el techo es del 17%. «No podemos pagar más que eso, porque ese es el porcetaje de recaudación que tendrá Río Negro», explicó. Detrás de eso, impuso un recorte del 20% en los gastos del Estado. Ya hay consecuencias. Los hospitales de Viedma y Cipolletti, acusaron el impacto y redujeron servicios.
Pero en la povincia, la puja docente tiene otro componente: la nueva escuela secundaria. Eso complica -por ahora- cualquier acuerdo.
Mientras tanto, la desigualdad aumenta. Los chicos que cursan en escuelas o colegios privados no han perdido ningún día de clases. Ya hay diferencias entre los planes de estudio, en la exigencia y la preparación (fundamentalmente en el secundario) de los alumnos, lo que constituye una claro perjuicio para los sectores medios y bajos de la sociedad. Para colmo, muchos de esos establecmientos están subvencionados por el Estado.
Pero la escuela pública tiene otros problemas. Edificios que no están acorde a las necesidades, con deficiencias de calefacción en invierno, de agua en los baños yel acceso a personas con movilidad reducida. Todo eso denuncia la UnTER ante cada encuentro con el Gobierno.
Sin embargo, lo peor sea, quizás, el índice de repitencia y abandono. Según un informe oficial, en la provincia de Río Negro solo el 40% termina el secundario. “Actualmente en primer año repite el 22,5% de los chicos y solamente llega a 5º año, y culmina sus estudios, el 40% de los alumnos que comenzaron 1º. Estos indicadores por sí solos hablan de la gravedad de la situación”, dijo el gobernador en su discurso de apertura de sesiones de la Legislatura. Lo hizo para impulsar la implementación de la nueva escuela que contempla la jornada extendida. Pero desnuda una relidad cruda de la que nadie acusa recibo.
En ese plano, le caben responsabilidades al gobierno, pero también al gremio. Está claro que no es la UnTER quien deba ejecutar los planes de educacion ni garantizar escolaridad, pero son los maestros quienes están en la trinchera diaria y podrían haber advertido este problema para visulizar el grado de pauperización del sistema público educativo del que son parte.
También es llamativo que estas cifras sean actuales. Y si no lo son… ¿qué hicieron los diferentes gobiernos para salucionarlo?. El argumento oficial es de doble filo. Por un lado desnuda una situación grave que pretende mejorar con la nueva escuela. Sin embargo hasta ahora ese dato permaneció guardado.
Los conflictos suelen ser espacios de oportunidades. Y quizás sea momento de comenzar a dar un debate profundo de hacia dónde va la escuela pública y cuál es su futuro. Río Negro puede hacerlo independientemente de lo que ocurra en otras provincias. Un debate será el salarial, pero otro, indisimulable es la formación docente. No hay educación de calidad sin profesores formados y capacitados para enseñar.
¿Es éste modelo el que queremos de escuela?. Los especialistas indican que en nada se modificó el esquema planteado por Sarmiento. 200 años es una buena medida para evaluar y barajar de nuevo. Además, muchos conceptos, como la forma del aula, el timbre, la posición de los bancos y la actitud docente son del siglo pasado, cuando la escuela era un modelo de fábrica que preparaba gente para ser obrero en serie. Hoy, los contenidos están al alcance de una computadora. El manual está reemplazado por Google. A los alumnos se los debe preparar para el mundo que viene, no el que se fue.
La revolución que falta es la educativa. No hay mayor índice de desigualdad que la educación. En otros países a los chicos se les enseña a pensar, analizar textos, comprender la matemáticas y las ciencias. Lo demás está al alcance de la mano. Después, cada sociedad valoriza el contenido adecuado para su cultura y su bagaje histórico. En ese plano la historia es clave, para contextualizar el mundo y la aldea.
Lejos de estos debates está Vidal, que quiere quitarle la personería jurídica a los sindicatos por mantener la lucha pese a la conciliación obligatoria. También está lejos Weretilneck cuando alienta las diferencias internas en la UnTER para justificar la rebeldía docente.
¿Los gremios debería plantear otro tipo de método de protesta?. Seguro. Alguno podrá argumentar que sin paro ni movilización no se logra visibilizar el conflicto y la sensibilidad de los gobiernos para lograr conquistas. Pero también es cierto que hay otras formas. Es más revolucionario educar, porque se forma gente con pensamiento crítico. La protesta podría tener matices, no ser siempre tan lineal.
Por ahora, el debate está empantanado. Y promete seguir así.
Pero el conficto no es gratuito. Ya lo hemos vivido. En Río Negro y en el país. La encerrona del neoliberalismo que con buenos modales impone recetas de exclusión social, no da tregua. El gobierno central sigue expulsando ciudadanos a la pobreza y recorta los fondos a las provincias, que deben soportar ese desgate del tejido social sin recursos.
Y tiene coletazos políticos. Cada acto de Macri es una invitación al abucheo, el piquete o la entonación de «vamos a volver» como ocurrió en la fábrica de Peugeot. Hasta debieron los ministros bajarse del timbreo por las críticas de la gente. Weretilneck suspendió las últimas apariciones públicas. Incluso en los actos oficiales donde suelen darse buenas noticias.
La coparticipación decreció en 2016 y podría caer más aún si prospera la idea del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, de quitar el impuesto a los ingresos brutos en la refoma tributaria. Esa tasa representa el 80% de las recaudaciones provinciales. Además, mientras siga el enfriamiento de la economía, se debilitan los ingresos por el IVA ya que hay menos consumo.
La Provincia depende de esos fondos ya que el 60% de sus ingresos son de aportes nacionales.
La generación de riqueza propia no llega. Las diferentes gestiones se acostumbraron a vivir del dinero nacional. Cuando hay viento de cola, Río Negro flota. Cuando hay crisis, la provincia entra en turbulencia.
Este es uno de esos momentos, que se denomina «sábana corta». ¿Qué priorizará tapar el gobierno?. ¿Los pies o la cabeza?.
La semana que viene habrá dos días de paro nacional docente y se prepara una marcha federal. Y es posible que vuelva la carpa blanca.