“Me metí en el periodismo y nunca más salí”
Quizás la frase de Eduardo Galeano defina a esta profesión que tiene mucho de oficio y vocación por la cosa pública y la internalización de lo cotidiano. La necesidad de contar, relatar y opinar.
Siempre la referencia y el espejo es hacia los maestros, hacia los grandes, que precisamente fueron grandes por su modestia y su honestidad.
Podríamos hablar de Walsh, Conti, Paco Urondo, Gelman y otros tantos más que fueron protagonistas y dieron testimonio de su época y sus ideas a través de la escritura.
Pero un homenaje a Eduardo Galeano, que siempre es oportuno y nunca está de más, tiene que ver con lo rioplatense como Horacio Quiroga y Mario Benedetti y lo latinoamericano, como García Márquez.
El autor de Las venas abiertas de América Latina se ha convertido en un clásico de la literatura política latinoamericana. Su obra, entre la que también destaca Memoria del fuego (1986), ha sido traducida a una veintena de idiomas.
Eduardo Galeano deja una gran obra literaria, y una experiencia en el periodismo que se puede resumir en la pasión por el oficio, un oficio al que ingresó y, según dice, nunca pudo abandonar aunque en los años finales su centro haya sido la literatura.
En una entrevista sobre el periodismo, el escritor dijo que las redacciones ya no eran como antes, ahora le parecían como hospitales. “Es un universo más aséptico”, dijo, recordando a las redacciones bulliciosas, el tableteo de las máquinas de escribir, el griterío de los reporteros, y la humareda de los cigarrillos.
Galeano –un apasionado de contar las historias de los no escuchados y los despreciados– también sostiene que el periodismo en general ahora es más frígido.
Empezó en el periodismo dibujando y luego escribiendo. “Uno queda para siempre siendo habitante de esa caja mágica que es el periodismo”, afirmó el maestro.
Comenzó su carrera periodística a inicios de 1960 como editor de Marcha, un semanario influyente que tuvo como colaboradores a Mario Vargas Llosa, Mario Benedetti, Manuel Maldonado y los hermanos Denis y Roberto Fernández Retamar. Editó durante dos años el diario Época.
A inicios de 1985, luego del haber abandonado su país por razones políticas, regresó y fundó el semanario Brecha, un proyecto que sigue en línea, y en el cual siguió participando como miembro del consejo asesor.
Durante 1973 dirigió la revista cultural Crisis en Argentina, la cual apostó a la difusión de cultura popular: “La revista recogió las voces de los locos del manicomio, los niños de las escuelas, los obreros de las fábricas, los enfermos de los hospitales; queríamos difundir a los que venían de abajo”.