La pelea por el langostino
(ADN).- Hoy la pelea en el Golfo es por el langostino. Los pescadores de San Antonio protestan y hace una semana que tienen paralizadas sus actividades porque reclaman a las autoridades provinciales que pongan límite a la extracción del éste crustáceo, que por alguna razón -pareciera que vinculada a la temperatura del mar- hace ya seis o siete años que se instaló en las aguas azules de esta zona de la costa marítima rionegrina.
La última temporada alcanzó a los siete millones de kilos de langostinos y estos números son una invitación a la llegada de barcos de otras latitudes que además «se arremangan» ante una pesca sin control.
Los principales cuestionamientos se puede resumir de esta manera: no hay un estudio de parte de las autoridades gubernamentales que cuantifique el volumen de la especie; se conceden permisos sin ningula regulación y la extracción es superior a la capacidad instalada para procesar el pescado.
Este descontento se suma a los cuestionamientos de falta de «atención y preocupación» de las autoridades provinciales, a decir de los propios pescadores, porque «se está rifando al langostino» y temen que pase lo que ya sucedió con la vieira y el mejillón, que desaparecieron por sobreexplotación.
El muelle pesquero está saturado. En San Antonio operan más de 40 lanchas artesanales (pueden llegar a cien en algunas temporadas) y además hay unos 35 barcos atracados en puerto, de los cuales unos 15 son locales.
Otro tema es que la ley de pesca marítima no permite pescar más que lo que se puede procesar. En San Antonio ingresan unos seis mil cajones diarios de langostinos y su capacidad de procesamiento está entre dos mil y tres mil cajones, que genera el procesamiento de pescado en otros puntos extraprovinciales con mayor capacidad instalada, en perjuicio de la mano de obra local.
Los pescadores de San Antonio rechazan principalmente la metodología oficial del Ministerio, de otorgar permisos de pesca a destajo; la falta de un estudio sobre la presencia de la especie en el Golfo; ausencia de control en la pesca y la presencia de barcos foráneos que «arrasan» con el langostino.