Panorama sombrío
(Por Federico Vaccarezza*).- Hace escasos días el Indec publicó los datos del intercambio comercial de julio, una publicación mensual que aborda el comportamiento del comercio exterior. Para empezar, las exportaciones totales en ese mes sumaron 5.241 millones de dólares mientras que las importaciones avanzaron hasta los 6.039 millones. Esto le dejó a la economía un saldo comercial deficitario de 798 millones, marcando una tendencia ininterrumpida desde enero de 2017. En lo que va del año, la economía ya perdió 3.428 millones. Cuando nos referimos exclusivamente a las importaciones, las mismas aumentaron 29,9 por ciento en valor, los precios aumentaron 5,2 pero las cantidades lo hicieron 23,5 ¿Qué significa esto?. Que, aunque los precios de importación aumentaron relativamente poco de un periodo al otro, las cantidades lo hicieron exponencialmente. Esto sería como decir: este mes compramos un 23 por ciento más de mercadería importada, pero nos salió solo un 5 por ciento adicional. Una ganga de importación, demoledora para la industria y el trabajo argentino.
Cuando lo analizamos desde los rubros, la sorpresa no es menor. Mientras que la situación de la producción nacional es compleja y necesita de un estímulo para crecer, la importación de automotores de pasajeros aumento 76 por ciento; los bienes de Bienes de Capital, 54,7; las Piezas y accesorios de Bienes de Capital, 34,9; Bienes Intermedios, 24,8, y los tan temidos Bienes de Consumo, 19. Si bien algún precipitado podría salir a festejar por el aumento de las compras de Bienes de Capital, este aumento va en detrimento de la industria nacional de estos bienes. De hecho, el gobierno extendió el Régimen del Bono de Capital hasta diciembre, pero redujo el incentivo a los metalúrgicos, quienes dejarán de percibir más de 1.000 millones de pesos anuales.
Al mismo tiempo, y como para no desentonar con la ola desindustrializadora, en agosto el gobierno modificó el Régimen de Importación de Bienes de Capital Usado para la Industria Petrolera para agilizar la importación de consumo de los bienes usados destinados al sector. Cada cual, saque sus conclusiones.
Otro componente industrial interesante para destacar es el de vehículos automotores, tractores y motos (cap.87) en el cual las importaciones correspondieron a 433 millones de dólares mientras que las exportaciones quedaron en 75 millones. Tan solo en este período, los automotores importados le generaron al país una pérdida en su balanza sectorial de 358 millones de dólares.
Por su parte, si se toman los primeros siete meses del año contra el mismo período del año anterior, el sector que registró mayor caída de las exportaciones corresponde al complejo oleaginoso. Sí: la venta al exterior de la soja y sus derivados. En igual período, semillas y frutos oleaginosos se derrumbó 643 millones de dólares y grasas y aceites 167 millones. Solo con estos productos el país perdió 810 millones con el supuesto “producto estrella” del campo argentino, que aún se sigue beneficiando por el proceso paulatino de disminución de retenciones. Ahora bien, si el lector pensaba que los tan mentados limones de Macri vendrían a salvarnos, también se llevará una desilusión: las exportaciones de este producto también cayeron 27 millones.
En resumen, la variación deficitaria del saldo comercial de Julio, abultada y con tendencia creciente respecto del correspondiente e igual periodo de 2016 se debe a que la tasa de crecimiento de importaciones supera ampliamente a la de las exportaciones. Para explicarlo en un lenguaje llano podemos decir que, mientras que las exportaciones suben por la escalera las importaciones lo hacen por el ascensor.
Pero, qué pasa si en lugar de analizar algunos productos analizamos el intercambio de nuestro país por regiones y socios comerciales. Durante la campaña de 2015 Cambiemos le criticaba reiteradamente a la gestión gobernante los resultados de la política comercial. Uno de sus principales argumentos se sostenía en la promesa de dinamizar el comercio exterior y así liberar el “supuesto” potencial de la economía. Dos años después, los números del intercambio con los principales socios y regiones comerciales parecen ir a contramano de aquellos tentadores argumentos. Analicemos la situación del intercambio argentino de 2017 con los 3 socios más importantes: Brasil, China y los Estados Unidos. Tan solo en julio, las pérdidas en el comercio exterior para la economía nacional fueron de 1.805 millones de dólares con los 3 principales socios comerciales de la Argentina. En lo que va del año, la economía nacional acumula pérdidas en el intercambio comercial con las principales regiones del mundo. Tan solo en el Mercosur las pérdidas acumuladas son de 4.394 millones de dólares, algo que es verdaderamente insostenible. Con la República Popular China las pérdidas son de 3.559 millones, con el Nafta, lo que incluye Estados Unidos, Canadá y México, el déficit comercial fue de 2.195 millones, sin contar que esta brecha va camino de ampliarse por las restricciones a las exportaciones nacionales de biodiesel y las compras de carne de cerdos norteamericanos, entre muchos otros artículos. En total, con las principales economías del mundo la Argentina perdió 12.214 millones de dólares en tan solo 7 meses. ¿Es acaso esta situación sostenible en el tiempo? ¿Cómo antes no sucedía? ¿Cómo es que estamos importando carne de cerdo de los Estados Unidos?.
Detrás de los globos, asoman los aspectos relevantes de la política comercial que hacen crecer la preocupación. Con sus principales socios comerciales, Brasil, China y Estados Unidos, la economía registra abultadísimos déficits comerciales que se dispararon desde diciembre de 2015 cuando, paradójicamente, existen concretas posibilidades de revertirlos parcialmente ¿Cómo?, en primera instancia negociando la búsqueda de un equilibrio entre lo que vendemos a nuestros socios en compensación con lo que ellos nos venden. Tanto la saliente Susana Malcorra del Ministerio de Relaciones Exteriores como el ministro Jorge Faurie tienen una característica en común: no han presentado ningún plan de acción para revertir la situación.
En cuanto a la defensa comercial, está desarticulado el uso de los mecanismos e instrumentos técnicos para regular el ingreso irrestricto de mercadería importada (algo que los países desarrollados utilizan magistralmente) mientras queda expuesta la ausencia de reuniones bilaterales de los funcionarios de las carteras de producción y comercio con sus pares de estos países para buscar soluciones que permitan equilibrar la balanza comercial.
Por el lado de las exportaciones, es notoria también la debilidad y fragilidad de los mecanismos nacionales de apoyo al exportador como una constante de la gestión de Cambiemos. Si se comparan los mecanismos de estímulos y fomento a la exportación de países como Brasil, Chile, Colombia, México (ni que hablar de Estados Unidos, China, Corea del Sur, entre otros) la Argentina está en una lamentable situación. Esto se manifestó claramente hace unos días con la renuncia de Juan Procaccini, ex Director de la obsoleta “Agencia Argentina de Promoción de Inversiones y Comercio Internacional”.
La ausencia de coordinación y fortaleza de las políticas y mecanismos financieros, técnicos, comerciales, territoriales, aduaneros y de apoyo al exportador, repercuten visiblemente en las cifras del comercio, principalmente en las pymes. Sin negociaciones comerciales coherentes que contemplen simultáneamente la integración de los aspectos defensivos y ofensivos del comercio y políticas públicas activas para impulsar las exportaciones en todos los rubros, la caída y el déficit seguirán profundizándose cada vez más. Este es el panorama sombrío de una política comercial.
*Economista de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav) e integrante del colectivo EPPA.