UCA: pobreza, depresión y ansiedad
Más allá de las circunstancias en las que deben vivir cotidianamente, los pobres estructurales argentinos se sienten cada vez «más deprimidos, ansiosos, con la sensación creciente de que es imposible cambiar la realidad que los rodea y sin un proyecto de futuro».
La conclusión surge del informe titulado «Tiempo de Balances: pobreza, exclusión y desigualdad en la Argentina Urbana (2010-2016)» elaborado por la Universidad Católica Argentina (UCA), que refleja los datos de la pobreza multidimensional hasta 2016 y que fue presentado ayer por Agustín Salvia, director de Investigación del Observatorio de la Deuda Social Argentina en la sede de las Naciones Unidas (ONU) en la Ciudad de Buenos Aires.
Según estimó el documento de la casa de estudios, el Malestar Psicológico en la Pobreza Extrema, creció de 37,5% a 51,4% desde 2010 hasta el año pasado. En el segmento de Pobreza no Extrema, de 28,4% a 31,7%; en Vulnerabilidad por Carencias, de 22,1% a 25,3% y en No pobres ni Vulnerables, de 8% a 12,1%. En el único segmento que no avanzó fue en Vulnerabilidad por Ingresos, que cayó cuatro puntos entre 2010 y 2016, de 20,5% a 16,7%.
La Creencia de Control Externo, en tanto, decreció muy levemente en la Pobreza Extrema, de 33,7% a 31% desde 2010 hasta el año pasado. No obstante, subió en los demás. En el de Pobreza no Extrema, de 21,5% a 26,8%; en Vulnerabilidad por Carencias, de 15,8% a 23,8% y en No pobres ni Vulnerables, de 4,8% a 6,5 por ciento. En el único segmento que no avanzó fue en Vulnerabilidad por Ingresos, que cayó entre 2010 y 2016, de 10% a 8,3 por ciento.
«Estos indicadores miden el bienestar subjetivo de los pobres», afirmó a LA NACION Salvia. «El de Malestar Psicológico es índice de síntomas de depresión y ansiedad, y se releva a través de un test internacional. En tanto, el de Creencia de Control Externo está asociado al sentimiento de que el mundo te controla y no podés hacer nada frente a tu realidad exterior. Además mide la capacidad de resiliencia o de respuesta de reacción frente a los problemas», agregó el experto de la UCA.
«Hay un tercer déficit, pero que no está en el estudio, que mide el déficit de proyecto de vida. Y que mide si las personas tienen o no un horizonte más allá del mañana y de los desafíos que plantea la realidad en la que se está inmerso. Este dato también empeoró», dijo Salvia.
El dato de pobreza multidimensional de la UCA tiene seis dimensiones: sin acceso a seguridad alimentaria, a cobertura de salud, a conexión de servicios básicos, a una vivienda, a la educación, a empleo decente o seguridad social, y sin recursos de información. Para la universidad, la población con al menos un carencia llegaban al 66,7% en 2010. Seis años después impactaba sobre el 60,6%. Si se tomaban tres carencias, se pasaba de un porcentaje de 30% a 25,8 por ciento.
«El único segmento que no mejora en el tiempo es el de Vulnerabilidad por Ingresos, porque se trata de las clases medias bajas, que en 2016 pasó a ser pobre por ingresos pero no tienen las carencias estructurales del resto de los pobres», explicó Salvia ante la consulta de este medio. El técnico explicó que este malestar subjetivo empeora pese a que la pobreza multidimensional baja, y que esto tiene que ver con que, con el tiempo, se mide sobre la población que no puede escapar de esa pobreza estructural y que no un horizonte para escapar de la misma.
Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec, en el país había en 2016 13,3 millones de pobres por ingresos si se proyectan los datos de los 31 aglomerados urbanos que releva el organismo a todo el país. La pobreza fue entonces del 30,3%. En tanto, la indigencia fue del 6,1% en el segundo semestre del año pasado y afectó a 2,6 millones de personas.
(Informe, diario La Nación)