Para aumentar las ventas, crean productos programados para caducar
En algunos países europeos está penada la obsolescencia programada. Antes se decía que los productos duraban toda la vida, como el Magiclick que se promocionaba por sus 104 años de duración. Ahora, la mayoría de los productos que se venden están programados para caducar. Los franceses hicieron una denuncia colectiva contra los fabricantes de impresoras
Se diseñan productos con fallas, con componentes efímeros o sin ninguna vocación de durabilidad para que el consumidor vuelva a pasar por caja. La frase apareció publicada en 1928 en Printer´s Ink, revista del sector publicitario norteamericano: «Un artículo que no se desgaste es una tragedia para los negocios». ¿Para qué vender menos si diseñando los productos con fallas incorporadas se vendes más? ¿Por qué no abandonar ese afán romántico de manufacturar productos bien hechos, consistentes, duraderos, y ser prácticos de una vez? Pregunta un artículo del diario El País.
Una idea que cobró fuerza como salvación dinamizadora en los años de la Gran Depresión se convirtió en mantra de la sociedad de consumo «comprar, usar, tirar, volver a comprar» y ha devenido, ya en estos días, en seria amenaza medioambiental.
El tema preocupa cada vez más, el 4 de julio pasado, el Parlamento Europeo aprobó (con 662 votos a favor y 32 en contra) el Informe sobre una vida útil más larga para los productos, instando a la Comisión Europea a que adopte medidas.
Francia, es el país con la legislación más dura de Europa, en la lucha contra la Obsolescencia Programada. Multa a las marcas que incurran en esas prácticas en 300.000 euros.
Los franceses acaban de registrar la primera denuncia de un colectivo de consumidores contra los fabricantes de impresoras. Ocurrió el 18 de septiembre: la asociación Alto a la Obsolescencia Programada acusaba a marcas como Epson, HP, Canon o Brother de prácticas destinadas a reducir deliberadamente la vida útil de impresoras y cartuchos.
El truco no resulta nuevo. A finales del siglo XIX, también lo impulsó la industria textil (cuando los fabricantes empezaron a utilizar más almidón y menos algodón) y se consolidó en 1924, cuando General Electric, Osram y Phillips se reunieron en Suiza y decidieron limitar la vida útil de las bombillas a 1.000 horas, tal y como apunta el aplaudido documental de Cosima Dannoritzer Comprar, tirar, comprar. Así se firmaba el acta de defunción de la durabilidad. Hasta entonces, las lamparitas duraban más.
La obsolescencia programada (OP) se ha ido refinando. Y la voluntad de fraude por parte del fabricante no es algo fácil de demostrar.
«Hoy en día las inversiones en I+D son para ver cómo reducir la durabilidad de los aparatos, más que para mejorarlos para el consumidor», dice Benito Muros, quien lleva años denunciando la obsolescencia programada y es Presidente de la Fundación Energía e Innovación Sostenible Sin Obsolescencia Programada (Feniss).
Legislar para cuidar más a los consumidores
Unas 215.000 toneladas de aparatos electrónicos procedentes, fundamentalmente, de Estados Unidos y Europa desembarcan cada año en Ghana, según Motherboard.
Acaban generando 129.000 toneladas de residuos en lugares como Agbogbloshie, uno de los mayores basureros tecnoló- gicos del mundo, ubicado en Accra, capital de Ghana.
La industria tecnológica genera por sí sola 41 millones de toneladas de residuos electrónicos al año. Entre el 60% y el 90% cae en manos de bandas organizadas que los descargan o comercializan ilegalmente. Además de Ghana, países como India y Pakistán son destacados destinatarios de portátiles, televisores y móviles descartados cuando llegan las rebajas.
Cuanto más corta es la vida de los dispositivos que compramos (véanse los móviles, cuya expectativa de vida oscila entre uno y dos años según los estudios europeos), mayor es el volumen de residuos que se genera. Tirar aparatos nuevos que se podrían reparar en Europa enviándolos a basureros lejanos en barcos que contaminan las aguas. Para, al tiempo, comprar aparatos nuevos que se fabrican lejos y llegan en barcos que contaminan de nuevo.
Legislar, implicaría hacer que las marcas aumenten los periodos de garantía; incentivar que los productos se puedan reparar en cualquier tienda y no solo en servicios oficiales; que las marcas diseñen artefactos que permitan la extracción de piezas, componentes, baterías; rebajar impuestos a las marcas que lo hagan y a los artesanos que a ello se dediquen; perseguir y multar la obsolescencia programada intencionada; destapar la OP informática.
La iniciativa presentada en el Parlamento Europeo va en esta línea. La Comisión deberá dar una respuesta legislativa antes de julio de 2018.(Fuente BAE)