Domingo Cavallo, un dato elocuente
Los operadores del mercado y los consultores económicos hacen números para determinar cuánto recorrido le puede quedar al dólar antes de estabilizarse. Y ante la confusión e incertidumbre oficial, se alimentan rumores sobre medidas tendientes a aumentar la oferta de divisas
La imagen de Domingo Cavallo en los programas políticos de televisión criticando a funcionarios del Gobierno, «bajándole línea» a Federico Sturzenegger y aconsejándole a Macri hacer cambios en el Gabinete es, acaso, el dato más elocuente de que Argentina atraviesa una nueva crisis.
Su presencia en TV, las repercusiones de sus dichos y su «receta» para dejar atrás la corrida cambiaria marcan varias cosas: la primera, obvia, que en el imaginario colectivo -y para algunos en particular- Cavallo sigue siendo percibido como un bombero en las crisis.
Esto, a pesar de que él mismo fue un «pirómano» en el 2001 y que aquella debacle le estalló en sus manos.
Sin embargo, en momentos de gran confusión, hasta los personajes que parecían «vedados» reaparecen para marcar su punto de vista, ante una opinión pública que no encuentra respuestas claras entre los propios funcionarios del Gobierno respecto de lo que está pasando.
Otro síntoma que genera escozor es el regreso de Argentina a la primera plana de los medios financieros internacionales, algo que no pasaba desde la pelea con los «fondos buitres» o, más atrás en el tiempo, cuando el país batía récords de suba en el riesgo país.
Ahora, la revista Forbes se pregunta si no ha llegado el momento de que los inversores salgan del país, mientras que el Financial Times se asombra del desplome del peso y de la suba de tasas.
En definitiva, en estas últimas horas quedó plasmado que la trepada del dólar va más allá de una simple corrección cambiaria y que ya se convirtió en una crisis, cuyos efectos se harán sentir también en el plano político.
Por lo pronto, están a la orden del día las versiones sobre cambios de nombres en el equipo económico o anuncios de nuevas medidas.
El hecho de que este jueves se mostraran imágenes de una reunión -acaso de urgencia- en Casa Rosada, con presencia de la diputada Elisa Carrió, fue suficiente como para que la usina de rumores funcione a toda máquina.
De «lo peor ya pasó» a cuánto más puede empeorar.
A esta altura, la sensación instalada entre los operadores del mercado es que no serán suficientes medidas técnicas del Banco Central para restituir la calma. Más bien, en la City porteña esperan una redefinición del rumbo de política económica.
Transcurrieron apenas 64 días desde que Macri dijera en el Congreso la frase «lo peor ya pasó». Lo hizo al referirse a la dinámica inflacionaria y para hacer hincapié en que los ajustes tarifarios más dolorosos habían quedado atrás.
El equipo económico le había prometido al Presidente que, a partir de abril o mayo, la inflación se desplomaría, ya que habrían transcurrido para entonces los incrementos más fuertes.
Incluso, ese diagnóstico era compartido por el propio Federico Sturzenegger hasta hace unos pocos días atrás.
En su paso por Washington, hace dos semanas, decía a sus interlocutores que el salto del dólar de $17,50 a $20 era suficiente como para que el país ganara competitividad cambiaria.
Y que, a partir de entonces,la cotización se mantendría «planchada» de cara a los meses subsiguientes. Nada de eso ocurrió.
La cuestión tarifaria tomó vida propia y se convirtió en un evento político en sí: la oposición amenazando con una revisión del cuadro y el Ejecutivo advirtiendo sobre el veto, en caso de que la iniciativa se convierta en ley.
De hecho, es altamente probable que ninguno de los 47 economistas que respondieron la encuesta de expectativas del Banco Central (REM) siga creyendo que la inflación de este año cerrará en el 22%.
Esa estimación -previa a la aceleración de la corrida de esta semana- ya marcaba una amplia diferencia con la meta del 15% publicitada por el Gobierno.
Ahora, con un dólar cercano a los $23, varias de las consultoras sacan cuentas y analizan el efecto passthrough. Es decir, cuánto de la suba del billete se trasladará al precio de los bienes y servicios de la economía. Sobre todo en alimentos, rubro con marcada influencia en el campo político.
También se afinaba el lápiz para tratar de determinar si se está en una fase de overshooting (es decir una reacción exagerada del mercado a la que le sigue una baja de la cotización) o si todavía hay margen para que el dólar siga en ascenso.
En tanto, en la noche del jueves, analistas de importantes consultoras debieron hacer horas extras para calmar la ansiedad de sus clientes, al tiempo que recibían versiones y especulaciones de todo tipo sobre posibles medidas a tomar por el Ejecutivo.
Algunas de ellas daban cuenta de que el Gobierno avalaría restricciones al comercio exterior. Básicamente, que impondría obligaciones a los exportadores de soja para acelerar la liquidación de divisas. O que iba a limitar la tenencia de divisas a los bancos.
También se especuló con la aparición oficial en el mercado de los futuros. Hasta ahora fue descartada por el Banco Central, tras las denuncias de los actuales funcionarios contra las autoridades del gobierno anterior por haber «vendido dólares baratos» durante 2015.
Con el objetivo de frenar la corrida, este jueves el BCRA elevó a 38,25% anual la tasa de los pases activos. De este modo, quiso evitar que los bancos se fondeen barato en pesos para comprar moneda estadounidense. Tampoco tuvo efecto.
En este marco, la pregunta que recorrió las oficinas de algunos financistas fue cuál era la tasa de interés necesaria para desactivar la compra de dólares, siendo que la cotización trepó 9% en una sola jornada.
Junto con ese interrogante, estaba el de «cuándo pararía la corrida».
La observación más escuchada fue que el Banco Central, y el equipo económico en general, se había mostrado muy dubitativo y sin reacción frente al movimiento cambiario.
Y que, en ese marco, lo que se inició como un desarme de inversiones por parte de los fondos extranjeros cargados de Lebac, se potenció a medida que pasaron las jornadas.
En el gremio de los operadores y analistas, el consenso es que esta fue la peor semana para Macri desde que llegó a la Casa Rosada, al menos en el plano financiero.
Sin reacción y sin dar señal alguna sobre el camino a seguir, con importantes fondos locales imitando a los de afuera y dolarizando sus tenencias.
Los ahorristas minoristas, que hasta ahora observaron todo este agitado escenario tratando de comprender que sucedía, podrían verse tentados a sumarse a la vorágine cambiaria, si el Gobierno no envía las respuestas contundentes.
Por todo esto, más que una corrida, este movimiento financiero ya se transformó en una crisis política, de pleno impacto en lo económico.
Por Claudio Zlotnik, publicado en iProfesional,