Protegernos para enfrentar la tormenta neoliberal doméstica
(Por Pedro Pesatti*).- Tiempos de zozobra y preocupación vivimos en la Argentina en materia económica, que más tarde o más temprano impactarán en el plano político. El camino errante del gobierno nacional nos desorienta y plantea serias dudas acerca de nuestro futuro inmediato.
La política económica que continúa el viejo proyecto neoliberal de Martínez de Hoz y Domingo Cavallo deja librado a la aparición de una jugada inesperada el éxito de un programa político, social y económico que sólo ha traído angustia y desazón al pueblo argentino.
Con sólo mirar los números florece el fracaso del equipo económico del gobierno de Mauricio Macri. Repasemos:
Hablan de reparación histórica a los jubilados pero en 2015 Argentina tenía la jubilación mínima más alta de la región con 442 dólares habiendo incorporado el doble de jubilados y pensionados desde la moratoria, mientras que hoy ese mismo concepto apenas roza los 317 dólares.
El gobierno de Cambiemos prometió que la inflación no iba a ser un problema. En 2016 hubo 41,5 por ciento de inflación, en 2017 llegó al 26 por ciento y si se compara el momento de asunción de Macri con la actualidad, el número final es del 100 por ciento de acuerdo a las mediciones privadas.
El dólar en diciembre de 2015 costaba 9,75. La “exitosa” salida del cepo y las corridas bancarias de estas semanas lo llevaron a 24 pesos, provocando una devaluación que no se sabe hasta dónde va a llegar.
Se derrumbó el mercado interno, lo que significa menor consumo, menos trabajo, menos industrias, menos PyMES en un contexto de apertura de importaciones y tasas altísimas que promueven la timba financiera en desmedro de la inversión real en la economía.
Se eliminaron las retenciones al trigo y al maíz y gradualmente las de la soja. También a las empresas mineras y se liberó el precio de los combustibles. Para compensar, se acudió ferozmente al crédito internacional, pero no alcanzó y abandonando el gradualismo para bajar el déficit fiscal se aplicaron los tarifazos que hoy desangran a los sectores más vulnerables de la sociedad argentina.
Se desreguló el mercado cambiario, lo que en criollo significa que el Estado no conduce la economía, sino que lo hace el mercado, con las consecuencias nefastas que conoce la historia argentina.
Las medidas enumeradas fueron poniendo a la Argentina en un embudo que hoy parece obligar a asistir al Fondo Monetario Internacional para rogar por un blindaje de entre 30 mil y 60 mil millones de dólares que está exigiendo Wall Street para no hacer explotar la burbuja de las Lebacs y dar una señal más a los inversionistas -que nunca llegaron al país, pese a las promesas-.
No podemos abrir ventanas para ventilar la casa si afuera reina la tormenta. Argentina se somete sin reparo ni paraguas a un contexto internacional en turbulencias. Exponen nuestra frágil economía en un mundo que se cierra, al tiempo que disputa los pocos mercados abiertos violentamente mientras el capital especulativo internacional busca florecer en esos contextos.
El panorama se completa con el clásico ahogo a las provincias, a las que se le piden esfuerzos fiscales desde planillas de Excel que no contemplan sus consecuencias directas en la vida cotidiana de la gente.
Con extrema cautela, y una serie de autolimitaciones -como el exclusivo uso para obras y la prohibición de aplicarlo a gastos corrientes-, la provincia tomó financiamiento en dólares para ejecutar el Plan Castello y de este modo, no sólo realizar obras de carácter estratégico para el desarrollo y la integración provincial, sino por sobre todas las cosas, mantener fuentes de empleo.
Cuidar el trabajo y el mercado interno rionegrino era prioritario en un escenario de economía provincial que se preveía debilitada, básicamente por la merma en el envío de fondos coparticipables de la recaudación nacional. Otra vez la ausencia de un federalismo real nos ponía en absoluta debilidad.
No obstante, de toda la región patagónica fuimos la provincia que tomó financiamiento externo con más previsiones y mejor negociación relativa. La provincia de Neuquén tomó deuda en dólares en dos oportunidades por un total de 715 millones, con tasas de interés que van del 7,5% al 8,63%. Chubut se endeudó por 700 millones de dólares a 7 y 10 años, con tasas que van desde el 7,75 por ciento hasta los casi 9 puntos (8,88%). En Tierra del Fuego, la deuda tomada en dólares fue de 200 millones con una tasa de 8,95 por ciento, a devolver en 10 años.
La provincia de Río Negro tomó deuda en dólares una sola vez, recién en diciembre del año pasado, por 300 millones, a una tasa del 7,75 por ciento. Es la menor toma de deuda per cápita de la región.
A diferencia de la mayoría de las provincias que acudieron al mercado de capitales para pagar sueldos y gastos corrientes, Río Negro aplicará el cien por ciento de los fondos del Plan Castello para construir obras de infraestructura en los campos que hacen al desarrollo de políticas ambientales, sociales y productivas.
Esta postura nos distancia absolutamente del paradigma neoliberal, puesto que jamás alguien comprometido con estas ideas suscribiría un programa como el nuestro. Para quienes comulgan con el ideario neoliberal no concierne al estado actuar como un activo motor de la economía y el desarrollo.
También lo entendieron así distintos sectores de la oposición política, e incluso un amplio sector de legisladores del Frente para la Victoria que votó la ley que dio vigor al Plan Castello, contrariando la postura de muchos referentes de este espacio que como estrategia mezquina articularon un discurso que busca deslegitimar esta iniciativa.
Por el contrario, quienes lo acompañaron saben que resultará finalmente el mejor instrumento para garantizar trabajo y empleo, en un tiempo donde a cada instante los trabajadores sienten la incertidumbre de la pérdida de oportunidades para una vida digna.
Es paradójico, o tal vez simple coincidencia de conservadores que sólo se diferencian por etiquetas, que quienes con más ferocidad se oponen al Plan Castello sostengan al mismo tiempo preocupación por la situación de los obreros y trabajadores rionegrinos.
Sin embargo, y pese a haber realizado todas las previsiones económicas que nos dieran márgenes de equilibrio, el cóctel de medidas económicas del gobierno nacional genera niveles de incertidumbre e inestabilidad que propician escenarios económicos extorsivos.
Sólo queda una pregunta: ¿Equivocación, impericia o negocio financiero para pocos?
Si no fuera lo último -y creemos en la buena voluntad-, el tiempo se acorta, y rectificar el rumbo será cada vez más difícil si no se hace un cambio absoluto en la política económica que revitalice el mercado interno y el consumo.
Revertir ese círculo vicioso es imperioso y urgente, pero para eso debe revertirse el concepto ideológico de un neoliberalismo salvaje y vetusto que Macri se obstina en profundizar.
Nuestra hoja de ruta no cambiará. Cuidaremos el trabajo de los rionegrinos, pero buscaremos reparo en la tormenta y no someteremos a nuestros comprovincianos a un vendaval neoliberal doméstico.
Y frente al facilisimo de los que hacen política con calumnias y sin propuestas, nosotros nos abrazaremos más que nunca a las ideas federales, a las convicciones populares y a las actitudes constructivas que son las únicas barricadas eficaces para defender los intereses del pueblo trabajador.
*Vicegobernador.