Punto de quiebre. ADN
Se rompió el bloque del oficialismo. Ricardo Arroyo dejó la bancada de Juntos Somos Río Negro y expuso un conflicto de fondo sin resolver, que amenaza en convertirse en un punto de quiebre: aliarse o no al macrismo.
Quien encabeza la postura más dura contra el gobierno nacional es el vicegobernador Pedro Pesatti, que está lanzado en la sucesión de Alberto Weretilneck. A su despacho llegan dirigentes y llamadas de toda la provincia en respaldo a su candidatura y al fortalecimiento de Juntos. Son pocos quienes quieren avanzar en un acuerdo con Cambiemos.
El oficialismo está conformado por dirigentes de varios partidos políticos, pero en su mayoría provienen del PJ. Incluso, si se hace una radiografía del padrón, esa realidad se hace incontrastable. Por lo tanto, la inmensa mayoría (aún en silencio) resiste la idea de converger en un acuerdo político con la Casa Rosada. Mucho menos ahora, que la figura presidencial está en declive y el país pasa por un momento de zozobra económica.
Arroyo manifestó que no podía seguir compartiendo un bloque que promovía medidas dictadas por el gobierno nacional, como la adhesión a la ley de obras públicas con participación privada. Aseguró que la norma nacional viola -en parte- el Código Civil y leyes provinciales como de contratación de obra pública. Recordó que la Unión Europea desaconseja (por las malas experiencias en Inglaterra, España e Italia) esta modalidad, y el propio FMI -que tendrá una fuerte injerencia interna- pidió desecharlas en Argentina.
Alberto Weretilneck se enojó fiero con Arroyo: «Le deseamos suerte en su nuevo proyecto político» dijo, y sonó a destierro. Inmediatamente, el presidente del bloque del Frente para la Victoria, Alejandro Marinao, aseguró que el espacio está abierto para todos quienes tengan como «límite a Macri y Weretilneck». Pero el legislador de Valle Medio fue claro: «No me voy, voy a seguir abrazando las ideas fundantes de Juntos. En todo caso los que se están corriendo de nuestro origen son otros. Se están pintando de amarillo», advirtió.
Esas declaraciones ponen un mojón para la interna de Juntos. Arroyo expresa en público lo que muchos hacen en privado. Pesatti había dicho que el plan económico de Macri es el mismo que el de Martínez de Hoz y Menem. Ergo, la pata peronista y varios legisladores e intendentes no van a acompañar un acuerdo con Cambiemos. «Nuestro proyecto es diferente, sin ataduras a los gobiernos nacionales. Eso nos permite defender los intereses de los rionegrinos», replican los jefes comunales que se alejan cada vez más de Weretilneck y del círculo rojo.
Arroyo se irá solo. Quizás su secretario de bloque sea (aún no está confirmado) el ex secretario General de la Gobernación, Matías Rulli. Toda una señal. Pero esa monobancada irá recibiendo dirigentes con el paso del tiempo. Hay al menos tres legisladores que ya están para salir del oficialismo. Podrían ser los primeros de una larga lista.
Quienes se rehúsan al acuerdo con Macri plantean que dejaron sus partidos para formar uno nuevo, por qué ahora deberían romper Juntos y fusionarse en Cambiemos, que además está en las antípodas de sus ideales. La solución? Ir a internas. «Vamos a pelear por el partido» aseguran.
Mientras esto ocurre en el oficialismo, en el FPV festejan. Cuando Arroyo anunció su salida del bloque, los legisladores de la oposición lo aplaudieron. En Roca también se alegraron. La candidatura de Martín Soria se afianza y Juntos se desgrana en la interna.
Otro problema que debe afrontar el oficialismo son las candidaturas. Además de Pesatti está en carrera Mónica Silva. Al presidente del bloque Alejandro Palmieri ya lo descartan: 70-30 son las probabilidades que se anote para gobernador, dicen en el círculo íntimo. Y el 70% es que no.
Por eso Weretilneck explora otras alternativas. Quienes lo conocen advirtieron que hay cada vez más gestos al intendente de Cipolletti, Aníbal Tortiriello. Aún en los sótanos del poder, circula una idea: ensanchar Cambiemos con una porción de Juntos, y dejar a la pata peronista sola.
Una pista de esto dio la diputada nacional de la UCR, Lorena Matzen: «no solo no descartamos una alianza con Juntos, sino también con el peronismo que no acuerda con Soria». La dirigente estuvo reunida con el gobernador y después de eso se destrabaron las relaciones con los intendentes de Cambiemos. «No reconocemos el liderazgo de Sergio Wisky» le planteó Tortoriello a Weretilneck.
Es posible -según esta alquimia- que sean muchos los sectores que confluyan en una alianza anti peronista, anti kirchnerista, anti sorista o como se le quiera denominar o por lo que provoque su conformación.
Weretilneck y Cambiemos están a la caza del peronismo federal. Pero por ahora es una tarea compleja, fundamentalmente porque uno de los líderes de ese espacio, Miguel Pichetto, da cada vez más señales de separación de la Casa Rosada. Ese espacio, que hasta ahora operaba -junto al Frente Renovador- como la pata peronista del gobierno de Macri, se está apartando.
Y ello ocurre no solo por el mal momento del macrismo, sino que coincide con el triunfo del jefe de Gabinete Marcos Peña en la interna del gobierno. El ala «antipolítica» que reúne a Durán Barba, Quintana y Lopetegui, se impuso por sobre Frigerio y Monzó que deja el Parlamento.
La corrida del dólar y el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional provocaron un sismo. Es una suerte de la 125 de Macri, que se refugia en círculo íntimo. Y por lo que parece, quienes le dieron gobernabilidad (Pichetto y los gobernadores) no jugarán en este escenario un respaldo.
El Presidente convocó a varios mandatarios peronistas a la Casa Rosada. Fueron la mitad. Y los que concurrieron se retiraron en silencio. Por eso, llamó la atención que solo haya salido a «bancar» al gobierno Weretilneck, quien no fue invitado, pero igual reivindicó el alza de la moneda nortemericana, asegurando que era beneficioso para Río Negro.
El gobernador se extendió: es bueno para la fruticultura y el turismo, dijo. Estos procesos ya ocurrieron en el país y ninguno de esos sectores tuvieron ganancias siderales. Además, la suba del dólar perjudica a la mayoría de la población porque devalúa sus sueldos y pulveriza su poder adquisitivo. Aumenta la inflación, los combustibles y las tarifas. Una olla a presión.