Derribando Mitos
El Fondo Monetario Internacional ¿Una solución a la crisis o un salvavidas de plomo?
(Por María Jesusa Izaguirre*).- El Fondo Monetario Internacional (FMI) es una organización que nació en 1946 y cuya sede se encuentra en Washington. Está integrada por 184 paises y surge a partir de la Conferencia de Bretton Woods para encargarse de la organización financiera internacional después de la Segunda Guerra Mundial. Realiza préstamos, en especial a países emergentes, exigiendo el cumplimiento de estrictos programas económicos basados en el Consenso de Washington como la reducción del déficit y del gasto público. Dichas exigencias han provocado en ellos un aumento de la brecha entre ricos y pobres y un empeoramiento del acceso a los servicios públicos más esenciales con la consecuente disminución de la calidad de vida de los sectores más vulnerables. Es indudable la influencia mayoritaria de los EE UU en la toma de sus decisiones del Fondo que es acusado también de haber apoyado y financiado a las dictaduras militares en Latinoamérica y Africa.
La relación de nuestro país con el FMI se concreta a partir de 1956 cuando el régimen militar de Pedro Eugenio Aramburu decidió incorporar el país al organismo a través de un pedido de asistencia financiera. Tras desnacionalizar los depósitos bancarios y anular la reforma constitucional de 1949, la autodenominada «Revolución Libertadora» deja u$s 1.100 millones de deuda externa, que tras el paso de Arturo Frondizi en 1962 se convirtieron en u$s 1.800 millones. Bajo la última dictadura cívico-militar la deuda se multiplicó por seis en seis años, al pasar de u$s 7.000 millones en 1976 a u$s 42.000 millones en 1982.
La historia se repitió durante el gobierno de Carlos Menem y la deuda ascendió a u$s 90.472 en julio de 1996. Durante el gobierno de De la Rua el acuerdo con el FMI, contribuyó en forma determinante al desencadenamiento de la peor crisis institucional de Argentina más cercana en el tiempo en el año 2001.
La última vez que un titular del Fondo había llegado al país fue el 31 de agosto de 2004 y lo tuvo que hacer de mañana, custodiado por policías debido al enrarecimiento del clima político y del rechazo popular. Tras dos años de gestión de Cambiemos, cuando las consultoras privadas estiman que el total de la deuda bruta trepó a los u$s 342.000 millones vuelve el FMI a la centralidad de la economía argentina. El FMI es siempre el prestamista de última instancia “cuando las papas queman” y nadie más está dispuesto a asumir ese riesgo ya que no existe confiabilidad en la capacidad de repago del país.
La línea de crédito abierta actualmente es por 50 mil millones de dólares se implementará con un adelanto de 15 mil millones y posteriores desembolsos sujetos al cumplimiento del programa económico impuesto por el Fondo.
Según el reconocido economista Claudio Lozano: “El monto del préstamo se aproxima a la suma de los vencimientos de capital en función de garantizar el repago de la deuda…».
El acuerdo llevará a profundizar la política económica orientada a privilegiar la protección de los negocios financieros especulativos. Porque los sectores que siguen ganando además de los exportadores sojeros y la minería, son quienes traen plata para especular y también, al igual que durante el kirchnerismo, la banca financiera. A estos se suman los vinculados al negocio de los hidrocarburos Prueba de esto último son las 53 empresas que cotizan en la Bolsa y que durante 2017 crecieron en facturación y en ganancias más de lo que creció la economía y más de lo que subió la inflación. Casualmente hay 8 dentro de ellas, y que son del entorno presidencial, que son las beneficiadas por los tarifazos que todos los usuarios sufrimos de luz, gas y combustible.
Pedir un préstamo de esta envergadura es el detalle que faltaba para confirmar que estamos tropezando por tercera vez con la misma piedra, la piedra que tuvimos en el marco de la dictadura, en la década de los 90, y ahora con este tipo de políticas que en términos conceptuales es exactamente igual. El problema no son los pobres ni es el Estado, sino los ricos y su forma de acumular. Si pensamos que hay casi 400.000 millones de dólares fuera del país de los cuales solo se blanquearon 140.000 (la mayoría no ingresaron al país) y que además no pagan impuestos, ahí tendremos un punto clave de decisión política como puntapié inicial para resolver el problema de los recursos.
Cuando se plantea la discusión en términos monetarios (cotización del dólar, emisión monetaria, déficit fiscal, etc.) lo que hay que decir es que el problema de Argentina no es un problema económico sino político, de fijación de determinadas políticas. Y tiene que ver con una estructura productiva deforme basada fundamentalmente en la producción primaria (soja, hidrocarburos, minería), en mano de pocas empresas concentradas y extranjerizadas.
En lo que respecta a la actividad industrial, es “dólar-dependiente” porque la mayoría de sus insumos son importados. Incluso la industria que durante el kirchnerismo fue una de las puntas de lanza, la automotriz, es básicamente ensambladora de partes importadas. A la alta dependencia del dólar se suman los que se van del país por una balanza turística deficitaria pero sobre todo la insultante fuga de capitales (los que se llevan al exterior y los que salen del circuito bancario y financiero).
Este fenómeno no es nuevo. Durante el kirchnerismo se fugaron casi 125.000 millones de dólares. Una economía así deformada no aguanta sino se cambia la dependencia que tiene con el dólar. La caída salarial, ajuste fiscal, recesión, desempleo, pobreza y aumento del endeudamiento son las secuelas de este acuerdo, que dadas sus inconsistencias, nos condena a una suerte de ajuste sin fin que no resuelve absolutamente nada, sino que agudiza los problemas ya existentes. La última vez que la Argentina buscó el déficit cero en el marco del aumento del endeudamiento fue con Cavallo en el final de la convertibilidad y que derivó en un cuadro híper recesivo que duró cuatro años, en los cuales la actividad cayó un 20% y la pobreza superó el 50% de la población.
Por qué el ajuste no lo pagan quienes más tienen? …este tema pareciera ausente de todas las discusiones y debates actuales. No es cierto que no hay Plan “B”, que la solución es el Fondo o el caos. Lo que no hay es voluntad y decisión política para hacerlo y no la habrá ya que iría a contramano del pensamiento y de los intereses que representa y defiende Cambiemos.. Por qué se encuentran ausentes de los debates y discusiones de los que supuestamente son entendidos en el tema, aquellas soluciones posibles que no sean las de bajar el gasto público? El déficit fiscal es el resultado de los ingresos del estado menos los gastos del estado. Su déficit puede resolverse tanto desde los gastos reduciéndolos como desde los ingresos aumentándolos:
1) Los ingresos genuinos a los que puede recurrir el Estado son los impuestos. Pero no el aumento de los que gravan el consumo, como el IVA, sino aquellos que alcanzan a las grandes riquezas. Si se cobrase a las 114.000 personas – las que más patrimonio tienen en nuestro país superior a los 15 millones de dólares – la tasa del Impuesto sobre los Bienes Personales que existía antes de la reforma tributaria (que la redujo hasta el 2019), con ese dinero podría terminarse con los hogares pobres, sin emitir y sin endeudarse.
2) Si además se distribuyera la riqueza que Argentina produce en un año entre los 44 millones de habitantes, cada uno recibiría una renta mensual de U$S 1.000 o sea, $ 25.000. Un hogar tipo rondaría en los $ 100.000 mensuales de ingresos, mientras que hoy la mitad de los hogares apenas promedian los $ 13.000 y 7 de cada 10 niñas y niños son pobres.
A corto plazo, mayores impuestos a las grandes fortunas, distribución de la riqueza hacia sectores de bajos recursos y sectores productivos y no especulativos. Son medidas posibles de tomar y que solo requieren de decisión política. A largo plazo, cambios en la estructura productiva.
Ninguna de las dos cosas serán posibles con un gobierno en el que 7 de cada 10 funcionarios tiene vínculos por ser o haber sido representantes de bancos y empresas extranjeras. No se saldrá de la crisis si la variable que se maneja como única es el achique del déficit fiscal recurriendo al endeudamiento y con apertura comercial y financiera. Tampoco si el cambio se busca en un proyecto que no plantee terminar con la concentración y extranjerización de una economía que además permanezca sostenida por la soja, los negocios financieros y el ensamble automotriz.
La salida que propone el gobierno es el ajuste fiscal, o sea que el Estado achique sus gastos para achicar el déficit. Y si no alcanza, entonces emitir dinero y/o endeudarse. Es necesario oponer al programa del Fondo uno propio cuyos lineamientos principales no pueden omitir la reposición de los instrumentos de regulación al movimiento de capitales, la recuperación del dispositivo regulatorio del mercado de cambios, la implementación de una institucionalidad que permita la intervención y regulación del comercio exterior por parte del Estado, la dinamización de las paritarias para la recuperación del salario, la implementación de una ley de medios de comunicación que termine con la censura privada a las expresiones que no coinciden con los requerimientos del poder mediático, financiero y económico, y una reforma judicial profunda que concluya con la articulación del Poder Judicial con el establishment económico y político de nuestro país.
*Lic. En Economía- Luis Beltrán