Los caminos del retorno
(Por Ricardo Rouvier*).- La oposición tiene un núcleo central que es el panperonismo que alberga a diversos sectores que surgieron con fuerza en identidades diferenciadas a partir de la muerte de Perón, y más cercanamente en la experiencia kirchnerista. Este proceso de espejos y sombras, y fulgores, es heredero de los setenta, en que el peronismo estaba en un cruce de caminos o se asentaba en sus bases originarias o giraba hacia la emancipación socialista. Y si bien, hoy no hay nadie en el peronismo que plantee la construcción del socialismo nacional, eso palpita en el kirchnerismo, como una resignación indebida. Diariamente se hace votos de fe por los signos y símbolos que expresan esa visión global progresista y transformadora.
Néstor Kirchner llegó al gobierno luego de que encabezara uno de los tres neolemas peronistas de la elección del 2003. Su entronización superó al menemismo y al duhaldismo, que pasaron al desván de la caducidad. Su jefatura unió las diferencias y logró la mutación acelerada o más lenta de una dirigencia que había visto al gobernador de Santa Cruz como un recién llegado, sin otorgarle mucho crédito.
El enfoque del kirchnerismo contra el libre mercado y sus corporaciones, localiza a una porción del panperonismo en la identidad de “centro izquierda” viendo al resto del peronismo como “derecha“. En realidad, la base dogmática del peronismo (las 20 verdades, la Comunidad Organizada) no podría adscribirse tan fácilmente a lo que se denomina la izquierda o el kirchnerismo. Sí se acercan más cuando nos remitimos a la pragmática peronista o a su épica. Diríamos, como se decía en los 70 de la Tendencia Revolucionaria, son más evitistas que seguidores de Perón. Esa actitud rebelde hacia afuera y hacia adentro del panperonismo se expresa hoy rediviva en Cristina, que ya probó no usar el PJ como marca.
La izquierda, propiamente dicha, alcanzó en la presidencial de hace tres años con la candidatura de Del Caño, un poco más de 810.000 votos (3,23%); y si se presentara CFK verían limitado su crecimiento. Hoy, el humor social y el enojo con la clase política sobre todo de los sectores medios les acerca simpatizantes; pero a la izquierda le conviene que la ex Presidenta no se presente.
Aquel escenario del 2003 vuelve a aparecer como posible en el 2019, con una diferencia: compitió por la centro derecha López Murphy, que representaba a Recrear, una agrupación del protomacrismo.
El camino electoral de la oposición requiere, a diferencia del oficialismo, de varios pasos destinados a lograr la mayor unidad posible, descartando que todo pueda juntarse, y que genera una estrategia para las PASO y otra estrategia para el ballotage. Una ventaja del oficialismo es tener todo centralizado, con una interna controlada, o por lo menos, sin peligro real de quiebre. Si bien, los radicales están enojados y Carrió constituye un poder transitando por la colectora oficialista, no se prevé una ruptura de la alianza electoral.
En el espacio del panperonismo aparecen varios precandidatos según la información publicada. Solá, Rossi, Urtubey, Alberto Rodríguez Saá, Pichetto, De la Sota, Uñac, etc. Con una mención especial para CFK que permanece en silencio y alejada de una posibilidad que cada día es más probable. Si fuera, lograría su mayor base de apoyo posible. La pregunta es si ganaría; la respuesta es que no sabemos todavía. Sí afirmamos que para ganar no le alcanza con los votos propios, y que debe capturar votos de afuera de su espacio.
Varios de los precandidatos mencionados han comenzado su larga marcha, y algunos intentarán estirar su rango para abrazar a todo el archipiélago, en cambio otros ya han elegido quedarse en alguna isla, creyendo que la propia es la que vale. Lo del Senador Pichetto, asegurando la candidatura de CFK, parece más una estimulación, una develación para obligarla a moverse, que una revelación periodística. Lograr que en el ring vuelvan a combatir la ex presidenta y el actual presidente parece un objetivo del gobierno, y del peronismo federal, pero esas jugadas pueden terminar con un resultado adverso al esperado.
El peronismo federal tiene el apoyo de estructuras provinciales liderado por los gobernadores, algunos intendentes y legisladores provinciales en regiones y espacios en dónde el PJ todavía tiene incidencia en el volumen de votos. La diferencia en contra que tiene este peronismo es la ausencia de una conducción única, y su poder se apoya en la liga de los mandatarios provinciales, y todavía hay muchos precandidatos.
Ahora bien, se facilita la solución aplicando la simple sumatoria, si se agregan los fragmentos se gana. En octubre del 2015 la sumatoria de Scioli, Massa y Adolfo Rodriguez Saá alcanzó alrededor de un 60% de los votos. No podemos asegurar que todos eran peronistas pero sí que votaron a candidatos peronistas.
Hoy, una proporción similar dice que no va a votar por el oficialismo, dejando atrás la hipótesis de triunfo en primera vuelta de Cambiemos. Pero, la oposición al expresarse en varios casilleros, fortalece en contrastación al oficialismo. Para calcular el veredicto de un ballotage, es necesario conocer la permeabilidad del voto entre los candidatos.
Ahora bien, estos fragmentos tienen una historia de desaveniencias que vienen de lejos y que Néstor Kirchner lograba suavizar y controlar. Esas diferencias internas nunca pudieron expresarse en forma nítida como tendencias de un gran Partido Nacional, ausente, porque era superado por las individualidades. Estaban también, los gobernadores que se mantenían en tensión más abiertamente cuando Cristina gobernaba. Desde esta óptica, la dinámica de CFK fue de conquista y exclusión, y el peronismo que no se ajustaba al kirchnerismo fue quedando en otro espacio, inestructurado, pero distinto. El kirchnerismo se justifica desde la dialéctica amigo-enemigo, lo que no es del espacio propio, es de derecha, y la derecha es el enemigo. Esa totalización compromete más al propio movimiento sobre los pasos siguientes para cumplir con la etapa agonal de la política. ¿Cómo terminar con la derecha?
La renovación mundial de las derechas construye diversas entradas en los partidos políticos del centro, y también en los partidos populares. Esto confirma a nivel mundial la preminencia de la democracia liberal para la disputa de los proyectos e intereses. Todos bajo la misma institucionalidad, que es aceptada, aunque no idolatrada, por las mayorías.
La situación socioeconómica actual que exhibe el avance de la crisis, desplaza a las fuerzas políticas hacia la denuncia de la emergencia social, y asoman posiciones de reivindicación. Inclusive el mismo gobierno, desde que asumió, ha puesto su mira en evitar desarmonías y conflictos en los sectores de mayor necesidad y negocia con los movimientos sociales.
Sobre el sindicalismo peronista también se extiende la grieta peronista; y mientras unos apuntan a una resistencia de la clase trabajadora y los movimientos sociales para la toma del poder, otros se inclinan a un ejercicio muy conocido: la dinámica de negociación.
Es indudable que el concepto eje de la oposición en la campaña electoral será la crisis socioeconómica y las situaciones de injusticia social que provoca. El oficialismo la tendrá más complicada por la distancia entre sus promesas, sus dichos y la realidad. Tiene que construir argumentaciones que logren atravesar la caída de la credibilidad en el gobierno y el malhumor social. El FMI, para esto, no le servirá para nada.
A medida que nos acerquemos al 2019 se irá disipando la incertidumbre de hoy. El panperonismo tratará de evitar una nueva derrota, y Cambiemos continuar un camino. Todo el peronismo quiere volver al gobierno, pero con significaciones diferentes y propuestas distintas para el futuro ejercicio del gobierno, según de cual peronismo estemos hablando.
*Lic. en Sociología. Dr. en Psicología Social. Profesor Universitario. Titular de R.Rouvier & Asociados.