Tengo que decirlo: me avergüenzo de haber votado a Macri
(Por Julio Bárbaro*).- El Gobierno de Mauricio Macri vino pleno de soberbia a terminar con el populismo y todo aquello que fuera expresión de pasión popular. Una vieja película del genio de Federico Fellini se titulaba Los inútiles, alguna semejanza me revivió su nombre en el recuerdo. Un antiguo tango rezaba: «Niño bien pretencioso y engrupido, que tenés berretín de figurar», en fin, de golpe este grupo de elegantes que venía a fundar la modernidad se quedó sin letra y nos dejó de nuevo en la pradera de la desesperanza. ¿Se habrán bajado de la soberbia ahora que quedó al desnudo su carencia de talento?
El odio al peronismo y al Papa no alcanzaba para fundar una sociedad liberal como ellos la imaginaban. Sus predecesores privatizaron los servicios públicos y no cedieron la administración sino la recaudación, engendraron monopolios que hoy conducen el país con infinito mayor poder que este débil y triste Estado. Para superar al peronismo —tarea absolutamente posible— era necesario que gobernaran dignamente, porque con el odio no alcanza, suele convertirlos en peores que el mismo objeto odiado.
Uno no imagina dónde van a instalar el monumento a Jaime Durán Barba, ellos que nos hablaron de enfrentar la pobreza y solo se ocuparon de multiplicar la deuda. Diariamente alguno me pide que apoye al Gobierno —inocencia en estado puro. Este Gobierno no soporta que lo apoyen, son «lo nuevo», una versión improductiva del capitalismo, un país de intermediarios, gente que considera importante aumentar de mil dólares a tres mil las compras por internet. Son modernos, ignoran las necesidades de los humildes, dueños de bancos y mesas de dinero que parecen no saber manejar ni ese mecanismo por el cual se enriquecieron.
¿Cuántos miles de millones perdimos para que no subiera el dólar que terminó subiendo?, ¿impericia o delito? Su ejecutor merecía compartir celda con aquellos del dólar futuro. El pueblo saqueado fue el mismo, solo el ladrón había cambiado de partido.
Néstor Kirchner redujo la deuda que Macri se ocupó de multiplicar. Por este camino no hay salida, no es posible recuperar la sociedad integrada que tuvimos hasta hace tan solo 40 años. Hoy los ricos son más ricos, no generaron riqueza, solamente se apropiaron de la ajena. Los servicios públicos privatizados son la base de la pérdida de soberanía del Estado frente a los grupos privados. Monopolios que nos espolian, desde el juego hasta los aeropuertos, desde los peajes hasta la luz y el gas, monopolios que nos vendieron con el cuento de la libre competencia. Una cosa era cederles la administración y otra muy distinta y delictiva, cederles la recaudación. Nos dejaron un país dependiendo de esos monopolios que Macri encima se ocupa de expandir. De Vido intentó recuperar esos grupos, no para el Estado sino para sus amigos, así el juego, por ejemplo, quedó en sus manos; hoy el Gobierno instaló otros testaferros. El saqueo es el mismo.
Necesitamos apoyar nuestra estructura productiva, desde el agro hasta la industria, impedir la concentración, los Farmacity que intentan destruir la clase media e incrementar la dependencia del extranjero.
Hace años Mauricio Macri me invitó a un almuerzo durante el cual, frente a cuatro testigos, me interrogó sobre qué pedía yo para ingresar al PRO. Respondí, sin dudar: «Si cuando son gobierno devuelven el juego a las instituciones de bien público, Caritas y el Ejército de Salvación, para que levanten a los caídos de las privatizaciones, firmo hoy mismo». Tengo testigos, nunca más me llamaron. Algún robo hay que devolverles a los humildes, algún curro debe ser limitado, las telefónicas y el cable forman parte de ese saqueo.
No tenemos capitalismo productivo, solo una caterva de ladrones y coimeros. Pero no solo se trata de esos que están denunciados —ladrones de gallinas que deben ser condenados—, aquí el saqueo es de las grandes empresas, es legal. Ellos son los del «mercado» y con las recaudaciones de los servicios vacían las arcas de la sociedad. Se llevan todo lo que producimos, y además se roban lo que pedimos prestado y nos endeudan. Se llevan todo, nos están destruyendo. Esta es la última etapa de un país con ricos muy ricos y pobres muy pobres. Prometían inversiones y hoy los grandes grupos económicos se roban más de lo que producimos, esa es la verdadera razón de la creciente deuda.
El aborto es un entretenimiento para «la progresía» antes de convertirla en clase baja. Nuestra sociedad como está estructurada no es viable, el fondo es el destino que nos espera.
Tienen razón en ser ateos y odiar al Santo Padre, tienen que asegurarse que Dios no exista, porque si llega a existir lo mal que la van a pasar, aunque sean medio analfabetos le deben tener terror al infierno del Dante. Y ese es el barrio cerrado donde los espera el futuro. Yo los voté, me avergüenzo de haberlo hecho.
* Politólogo y Escritor. Fue diputado nacional, secretario de Cultura e interventor del Comfer. Para Infobae