La insoportable levedad del ser
(ADN).- El discurso del gobierno está rancio. Su posición pendular respecto del gobierno de Mauricio Macri impacta en «el ser oficialista». Pierde identidad en múltiples mutaciones sufrida durante estos años de gestión. Su ADN está en aquel triunfo electoral y la muerte del ex gobernador Carlos Soria. Eso lo incomoda.
Su vocero habitual tiene la palabra devaluada, sin crédito, pero es el único. Todo lo demás se escucha de boca del propio gobernador, eje personalista de una administración comandada por un gabinete sin entidad. No se puede tener un discurso en Balcarse 50 y otro en Laprida 212. Le quita seriedad.
Hay signos de preocupación. El gobierno es un boxeador golpeado por la realidad, deambula tambaleante por todo el ring a la espera del nocaut.
Muestras sobran. Basta un botón. Se castiga al periodismo que califica como «enemigos» con la pauta de la publicidad, como si los recursos fueran propios y no del Estado. Hay discrecionalidad y «aprietes». Este gobierno no leyó el artículo 26 de la Constitución de Río Negro.
Se hace política doméstica con «operetas berretas» y el apoyo de los medios «amigos», sin éxito alguno. Se instala un relato finito, que perece a las pocas horas cuando la propia realidad convoca a la realidad.
En la Argentina actual la calle del medio es peligrosa. La dualidad socava la credibilidad. El gobernador se esfuerza por soslayar el impacto de la eliminación del Fondo Sojero en la provincia, mientras que el intendente de Bariloche y miembro de la mesa de conducción de JSRN destaca los perjuicios que se ocasionan al municipio cordillerano y el bloque de legisladores oficialistas ensaya un comunicado de ocasión.
El gobierno mira con un solo ojo. Es recurrente en globos de ensayo, que sólo esconden el engaño. Manda a sus correveidiles a instalar distracciones con temas como la reelección, las fechas de las elecciones, las PASO, la alianza con Cambiemos y los posibles candidatos. Fue kirchnerista, massista, aliado a Pichetto, a Urtubey y macrista. Confianza minada.
El Plan Castello fue vaciado de perspectiva política-ideológica. Hoy es una tabla de salvación en un mar agitado, pero una tabla de pocas dimensiones para salvar la política provincial ante las medidas de ajuste del poder central.
Los rionegrinos no vivimos en la Isla de Gilligan. El argumento del Plan Castello se desvanece frente a los tarifazos, jubilados y pensionados preocupados por la zona austral, por la situación que atraviesa la fruticultura; el turismo fue una novedad en Bariloche, pero no generó más trabajo, los empleados ven licuarse su salario día a día por la inflación y así se construye una realidad que este gobierno no puede eludir.
La contradicción es severa. No deja espacios de maniobras. Difícil es sostener un discurso provincialista, federal y autónomo frente a las políticas económicas de neoliberales. Sólo es posible con el angaño.