Cárdenas y Carrasco: La emboscada y las muertes
Durante las dos primeras jornadas de la tercera semana del juicio, los testigos relataron con detalle cómo la Policía emboscó y disparó a matar contra los manifestantes. Cómo murieron Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco. El miedo, ese factor común de los jóvenes.
Un grupo de efectivos policiales, con cascos y disparando escopetas corrió a los manifestantes desde la esquina de Onelli y Osses, hacia la calle Elordi. Habían pasado las 16,20 aproximadamente del 17 de junio de 2010, cuando los jóvenes que corrían para ponerse a salvo de esas balas se encontraron de frente con otro grupo de uniformados. Los estaban esperando en la esquina de Osses y Elordi. Los recibieron con disparos de balas de plomo y los hicieron retroceder hasta la mitad de cuadra, justo hasta la puerta de la familia Gallardo. Allí cayó herido Nicolás Carrasco.
Una hora y algunos minutos después, Sergio Cárdenas estaba en la garita de colectivos de calle Zobral, entre Onelli y Elordi. Miraba cómo los jóvenes se enfrentaban a la Rionegrina, luego del asesinato de Diego Boneffoi por parte del Cabo Sergio Colombil, y la posterior represión.
Entre los jóvenes que tiraban piedras estaba su cuñado, Gastón. Sergio quería buscarlo para llevarlo a su casa.
Gastón insultó a una agente de la Policía porque era la que proveía los cartuchos para la represión, y la encargada de levantar las vainas servidas tras los disparos.
Un grupo de efectivos del BORA y “policías de civil” comienzan a dispararle. Se dio vuelta para correr, pero recibió un balazo de plomo en la pierna izquierda.
Un vecino lo levanta y lo empieza a llevar. En ese momento, aproximadamente a las 17,39, se dio vuelta y vio como su cuñado Sergio caía tomándose la panza y queda “arrolladito, así tirado”.
Ya no se levantó.
Las dos primeras jornadas de la tercera semana del juicio por los asesinatos de Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco, permitieron escuchar los relatos de los testigos de ambos homicidios. Relatos en primera persona, de testigos directos de la represión policial, y de jóvenes que participaron de los enfrentamientos a pedradas contra los efectivos de la Rionegrina.
Uno a uno los testimonios dieron cuenta de la ferocidad de la carga policial, y de la emboscada que los uniformados realizaron contra los manifestantes en la calle Osses.
Y también dejaron en claro que aquella furia policial no fue privativa de ese día, sino que se venía repitiendo en forma de acoso, detenciones arbitrarias, amenazas y torturas en las comisarías del Alto de Bariloche.
Un barrio lleno de olor a bronca
Este martes, abrió la rueda de testimonios Jonathan Gallardo, un joven que por temor a las represalias, pidió no ser fotografiado.
Gallardo, al igual que el resto de los testigos, recordaron lo que sucedió el 17 de junio y responsabilizó a la Rionegrina, siete de cuyos efectivos y ex Jefes están siendo juzgados.
De corrido, Gallardo relató que aquel “fue un día largo, muy largo. Cuando empezó ya se habían escuchado un par de tiros. Llega el comentario que había caído uno de los pibes. Me fui a dormir con eso, porque no me quería imaginar quién había sido. Cuando me levanto a la mañana ni pensé quién había sido, ni quise saber. Me puse a mirar el partido y cae uno de los chicos, de los Boneffoi, el más grande, diciendo ‘lo mataron a Diego’, y salimos todos. Fuimos a la 28, estaba lleno, lleno de policías preparados para la guerra, pero no había guerra sólo un par de pibes pidiendo por su amigo.
A las 2 de la tarde no éramos sólo los nueve pibes que arrancamos, éramos como 40 embroncados porque mataron a un pibe”.
¿Y después?, “después fue una batalla campal, los pibes tirando piedra. Había pibes que juntaban en un balde y las dejaban en la calle para que los demás tiren piedras.
Después de tres horas reprimieron para todos lados. Y avanzaban de a grupos de seis por allá y por acá, policías por todos lados, todo el barrio lleno de un olor a bronca, furia de los pibes.
Bronca en el sentido que siempre lo veíamos en el barrio. Siempre (los policías) pasaban haciéndose los sobradores, todos los pibes a los que la policía había bardeado fueron a tirar piedras por la bronca”.
A las 16,20 más o menos, “nos encerraron por Elordi y Osses y Onelli y Osses. Habíamos un grupo de pibes afuera de mi casa, yo estaba escondido detrás de un tacho de basura, me agachaba y veía policías en la esquina escondidos y tiraban balas de goma. Juntaba piedras, tiraba y me volvía a agachar.
Cuando me levanto a tirar la tercera o cuarta vez siento el fogonazo de una escopeta y siento que me pega un perdigón de goma en el medio de los ojos, arriba de la nariz, y me sentí lastimado, me fui adentro de mi casa. Le pregunté a mi mamá si tenía lastimado. Me dice tenés rojo, pero no lastimado.
Voy a salir de vuelta, cuando abro la puerta empiezan a entrar los pibes, gritando ‘ahí vienen’. Les digo pasen, muchos pibes entraron, entre 10 y 15. Los últimos eran mis dos hermanos y Nino. Nos quedamos encerrado, escuchamos afuera ‘se metieron acá’. Esperaban que alguien se asome. Estábamos presos en nuestra casa, todos los pibes ahí. Sentíamos la impotencia de no poder hacer nada”.
En ese momento, “lo veo a Nino sentado en un balde, ‘estás bien’, sí me dice, cuando me doy vuelta mi mamá me dice ‘se cayó’. Nino estaba tirado, le levanté la ropa y me di cuenta que tenía dos tiros en la espalda. Y le miré en el pantalón y tenía un orificio. No quería perder a mi mejor amigo en mi casa. Le agarré los brazos y lo llevé a la puerta a hacerle respiración boca a boca. No quería perderlo. La única persona que había sido mi amigo era él. Se despierta, vuelve, y grita, no se quería ir. ‘Necesita aire’, dije y abrí la puerta. Mi hermano abre la puerta y había un policía en la entrada, agazapado, y le tira a mi hermano. Sale mi mamá corriendo para afuera, ‘no tiren, balearon un pibe, no tiren más’”.
Encerrados en la casa de los Gallardo, con Nino agonizando, “empiezan a llegar los familiares preguntando quién es y la mamá le decía ‘te dije que no vengas’. Fue muy fuerte. Se empezó a poner frío. Les digo a mi vieja y mi hermana, ‘tiene frío se está muriendo helado’, atinamos a abrigarlo, y cuando lo sacamos de la casa, salió una espuma, vomitó una espuma con sangre. ‘Amigo, te voy a ir a ver, cuando te mejores’, le digo. ‘Bueno’, me dice, no con palabras, me miró y con la mirada me dijo ‘nos vamos a ver’. Fue la última vez”.
Al igual que Jonathan, todos los relatos coincidieron en la emboscada de calle Osses, el ataque contra la casa donde fue atendido Nino.
La madre de los Gallardo, también lo contó.
Te devuelvo a tu hijo en una bolsa
El 17 de junio de 2010, Elba Morrinson vivía sola con sus nueve hijos -y un par de nietos- en la casa de calle Osses. Allí tenía su taller de costura.
Algunos de los varones adolescentes tenían problemas seguido con la policía del barrio.
Desde las primeras horas de aquel día su casa fue atacada por la Rionegrina, porque “Lucas andaba con Diego (Boneffoi) en el momento que pasó todo”. A Diego lo mató el Cabo Colombil, y Lucas y su familia comenzó a ser amenazada. “Al teléfono fijo, gente que no recuerdo los apellidos, me decían ‘tené cuidado porque lo buscan a Lucas”.
Con disparos de gases lacrimógenos le rompieron las ventanas de la casa, durante la primera mañana.
Sus hijos salieron a tirar piedras a la Rionegrina cuando supieron que Diego “había caído”. “Estuvieron tirando piedras, sí, por más que yo trataba de entrarlos. Me metí hasta la Onelli para traerlos. Era difícil, son cinco varones”, pero “más allá de la represión que había los traía”.
Contó lo mismo que los demás testigos sobre la avanzada policial por Osses entre Onelli y Elordi, y cómo el grupo de manifestantes quedó atrapado en la puerta de su casa. Y como allí, cayó herido Nino Carrasco.
“Empezaron a golpearme la puerta y la persiana, Lucas me decía ‘abrime mamá’, pensé que era él el herido, cuando abro no era él, era Nino. Lucas lo venía trayendo con Fernando. Desesperados lo trataron de sentar, lo sentaron, decía que le ardía. Lucas fue a buscar agua y cuando volvió, Nino se cayó”.
Lo mismo contó Pablo Domínguez. Dijo ante el Tribunal y con los policías acusados sentados a su izquierda, que pasó por la casa de la familia Boneffoi, mientras estaban “velando a Dieguito”. Y que a los “cuatro o cinco pibes” que estaban tirando piedras contra la policía, el papá de Diego, Sandro, les pedía que no lo hagan, “que respeten” el momento.
Narró que intempestivamente, un grupo de policías comenzó a reprimir a tirar gases y disparos contra la casa donde estaba el cuerpo de Diego, y que en ese momento comenzó el enfrentamiento, del cual participó.
“Un grupo de policías en Onelli avanzando hacia Osses, y en la esquina de Elordi y Osses otro grupo. Nos encontramos en un fuego cruzado. Éramos unas diez personas, todos huyendo, porque la policía avanzó por Onelli y en Elordi nos estaban esperando. Fue una especie de emboscada”.
Pablo y el resto se vieron “encerrados en el fuego cruzado”. Detalló que “disparaban en horizontal”, no hacia el piso, y por encima de una primera línea de policías agachados y con escudos.
“Me escondí detrás de un pinito” y “atiné a irme a una casa que vi que estaban refugiándose ahí”.
Era la casa de los Gallardo, donde ya Nino Carrasco estaba tirado el piso, herido.
“En ese momento no supe quién era. No se podía salir de la casa, se ve que avanzó la policía y estaban afuera de la casa. Cuando se quiso pedir ayuda, se abrió la puerta y le dispararon a los que estaban adelante. Se cerró, quedamos encerrados, preocupados porque Nino no se movía. Llegó un auto particular que pudo llevárselo, y me fui”.
La defensa de los acusados le preguntó porqué se sumó al enfrentamiento con la policía. Pablo respondió que “unos meses antes un policía le disparó a mi hermano y lo hirió, me sentí involucrado desde ese lugar. Surgieron un montón de casos de gatillo fácil en la ciudad”. Para el testigo, “hay un denominador común: la falta de justicia, la impunidad con la que se protege a los asesinos”.
Y remató: “Ocho años después no tenemos acá sentado al asesino de Nicolás Carrasco”.
Elba Morrinson, la mamá de los Gallardo, fue más explícita. Contó que todos estos años, desde aquel 17 de junio de 2010, su vida fue “un caos. Un caos ha sido, porque la policía no ha dejado nunca de perseguir a mis hijos”. Y entonces, con lágrimas en los ojos, narra que uno de los hijos “se tuvo que ir muy lejos. Más de cuatro meses que no lo veía”, y que en otras ocasiones “me he puesto adelante del patrullero más de un vez para que no lo maten al Lucas”, y que su casa está llena de balazos y su auto también.
Y que cuando ha ido a buscar a alguno de sus hijos a la comisaría 28 o la 42 “muchas veces me han dicho ‘si quiero te lo devuelvo vivo’. En la 42 me decían que me iban a devolver a Lucas en una bolsa”. Elba, desconsolada, el rastro de lo pesado de la vida en la cara, se queja por que “cuando uno tiene un problema con un policía, no están identificados”, te dicen “te vamos a devolver a tu hijo en una bolsa y no sé cómo se llaman los policías porque no están identificados”.
El Juez Marcelo Barrutia, presidente del Tribunal, tomó nota y pidió a la Fiscalía que promueva una investigación.
Estaba mirando
Los posibles responsables del asesinato de Sergio Cárdenas, en cambio, sí están sentados entre los acusados. Aunque imputados por “asesinato en riña”, lo cual anticipa condenas que van de tres a seis años.
La investigación judicial no permitió determinar quién realizó el disparo mortal. Aunque sí, desde que sector provino, y que policías estaban en el grupo desde donde se apretó el gatillo.
El concuñado de Sergio, Carlos Moreno, lo vio llegar de trabajar esa tarde. “Salimos, íbamos por Zobral, vimos que estaban tirando piedras en Zobral y Elordi. Llegamos a la garita, y Sergio fue a buscar a Gastón”, cuñado de Cárdenas y hermano de Karina, su mujer.
Había “siete u ocho tirando piedras. Eran pibes”. Enfrente “un montón de policías, 20 o 30”.
Sergio “no estaba tirando piedras, había salido de trabajar” y “estaba mirando y buscando a Gastón”. En ese momento recibió el disparo.
Lo contó el propio Gastón. “Veo a una policía y la insulto porque le daba las municiones al grupo BORA y a los que estaban de civil y uniformados común. Ella recogía los cartuchos”, dijo de corrido, y agregó: “Se me viene el grupo BORA y con los de civil, me vienen disparando de atrás. Con escopetas. Yo estoy al frente de una wiskería, y había uno tirado en un auto y tiraban a matar, se posicionaban para matar. A quemarropa. Te das cuenta cuando te tiran a matar, no te apuntan a los pies, te tiran al cuerpo”.
Gastó recibió un tiro en una pierna. “Quiero salir corriendo y siento el impacto de bala en la pierna izquierda, y viene Alfredo Vázquez y me lleva corriendo”, pero en ese momento “veo a mi cuñado que intenta ayudarme, y cae seco, queda arrolladito, así tirado”. Ya no se levantó.
Te tiran a matar, repitió una y otra vez Gastón. Y Pablo. Y Elba, y Lucas, y Jonathan, y todos los testigos que pasaron ante el Tribunal durante las dos primeras jornadas de esta semana. La Rionegrina, al desnudo.
(Fuente e informe: En Estos Días)