Las balas que mataron a Sergio y Daniel no eran caseras
Los proyectiles que mataron a Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco no provinieron de armas de fabricación casera. Lo reiteró un perito clave en el juicio para determinar las responsabilidades en los asesinatos. También aportó datos sobre la distancia desde donde se efectuaron los disparos mortales. Un joven vio cómo mataron a Cárdenas, narró que tuvo que irse de Bariloche “por miedo” a la Rionegrina.
Las balas que mataron a Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco salieron de escopetas compatibles con las utilizadas por la Policía, durante la represión del 17 de junio de 2010 en el Alto de Bariloche. Sin embargo, la imposibilidad de determinar quién disparó en el caso de Carraco, y la figura de “homicidio en riña” para el de Cárdenas, anticipan condenas leves para los uniformados responsables.
“Lo importante es que se sepa la verdad, más allá de las condenas”, explicó la abogada Marina Schifrin, representante de la familia del joven Nicolás “Nino” Carrasco. Si algo quedará claro después del juicio, es que la Rionegrina actuó de manera desorganizada y brutal, y que utilizó balas de plomo durante la represión.
Para llegar a esa conclusión fue clave el aporte de este viernes -durante la novena jornada del juicio-, realizado por el perito balístico Roberto Negris
Durante su larga y detallada exposición reafirmó que las balas que mataron a los dos jóvenes “no fueron disparadas por armas de fabricación casera”, sino de escopetas como las utilizadas por la Policía.
Sin embargo no pudo precisar de cuál de ellas.
Negris explicó que, debido a la pérdida de masa, se pudo determinar que el proyectil que mató a Sergio Cárdenas “tuvo un rebote antes” de llegar al cuerpo. Pero dijo que es “imposible determinar dónde y sobre qué rebotó”. Pudo haber sido “el cordón, una torre de alumbrado, la pared”.
Debido a ese rebote y datos faltantes en la investigación “no se puede precisar a qué distancia se realizó el disparo, no hay elementos para hacerlo”, señaló.
En cambio, los balazos de la Rionegrina que recibió Nino Carrasco fueron directos, sin rebote. En la espalda tenía tres perdigones “equidistantes entre sí y dentro de un círculo de 30 centímetros”. Gracias a ese dato, para Negris ese disparo mortal fue realizado con una escopeta como las utilizadas durante la represión por personal de la Alcaidía local, y a una distancia de “entre 40 y 50 metros”.
El único proyectil recuperado para las pericias, fue el que, con orificio de entrada y salida, impactó en la pantorrilla de Carrasco.
Negris detalló que los cartuchos con perdigones de plomo aportados por la empresa Prosegur son utilizados para la caza. “No entiendo qué hacía en Prosegur con cartuchos de caza”, se preguntó el perito.
Dijo que, en cambio, de acuerdo a los secuestros producidos tras los asesinatos, efectivos de la Comisaría 2da utilizaron “cartuchos no policiales” sino “para caza mayor, para (matar) un jabalí de 100 kilos para arriba”.
Según Negris, “este cartucho jamás debía haber estado dentro de la unidad policial”.
La forma del miedo
Minutos antes del esclarecedor aporte del perito balístico, declaró Alfredo Vázquez, un joven que participó de la revuelta tras el asesinato de Diego Boneffoi, a manos del Cabo de la Rionegrina, Sergio Colombil.
Al igual que Lucas Carrasco, Vázquez tuvo que irse de Bariloche “por miedo”.
El 17 de junio de 2010, salió de su casa en horas de la tarde porque el hermano lo “mandó a comprar”. En la calle vio “jóvenes tirando piedras”. Ya sabía que a Boneffoi lo había matado la policía, y se sumó al grupo. “Me fui a tirar piedras. Cuando sos joven no te das cuenta de lo que hacés”, explicó.
Vázquez conocía a Cárdenas del barrio, aunque no era amigo. Entre medio de los gases, lo saludó. Estaba en una garita de la calle Zobral, a unos 30 metros de la calle Onelli. Desde allí llegó un grupo de policías, “reprimiendo hacia Elordi”.
“Sergio Cárdenas no tiraba piedras. Estaba parado al lado de la garita, mirando”, relató.
En un momento, “el grupo de Infantería adelante (del BORA), y la policía atrás, empezaron a reprimir, a tirar disparos”.
Estaban “a unos 40 o 50 metros. Tenían escopetas recortadas como las de caza, pistolas”, que “disparaban hacia Onelli”.
Vázquez estaba con su amigo Gastón, a quien le pegaron un tiro en la pierna. “Salió corriendo y se cayó. Sergio (Cárdenas) me gritó que lo ayude. Fui corriendo, lo levanté lo puse al hombre para salir corriendo. En ese momento Sergio lo agarra del otro lado del brazo para llevarlo a la garita. Y en ese momento, Sergio Cárdenas cayó. Pensé que le habían pegado con un gas lacrimógeno. Me quedé con Cárdenas, lo di vuelta para que respire, le abrí la campera y tenía los ojos blancos. Le costaba respirar”.
Vázquez fue el primero en tratar de ayudar a Sergio. Y el que lo metió en un auto para que lo lleven al Hospital. Después, por los medios, se enteró que había muerto.
El joven nació en Bariloche y vivía en el barrio Mutisias al momento de la represión. Pero en septiembre de 2010 se mudó a El Calafate.
Fue después que se cruzó con un efectivo en la puerta de un supermercado. “Vos te salvaste”, le dijo al joven. Fue suficiente para que Vázquez entendiera que lo tenían en la mira.
“Soy nacido y criado acá. Conozco a varios policías de la 28 y la 27. Me fui por miedo. Miedo de que me maten. Miedo a la policía“, relató, e incluso dijo que no quería concurrir al juicio, por el mismo motivo.
“Miedo a que me maten, me golpeen. No volví desde 2010. Esta es la primera vez”.
Un uniforme de la Rionegrina, asume la forma del miedo en Bariloche.
(Fuente: En Estos Días)