Por Monroe
(Por David Cufré-Página12).- La crisis de confianza en materia cambiaría que arrancó a fines de abril con la primera corrida contra el peso no se ha disipado. Los argentinos con capacidad de ahorro siguen comprando dólares masivamente a pesar de los préstamos millonarios del FMI. En octubre, de acuerdo a los datos publicados esta semana por el Banco Central, el número de personas que adquirió moneda extranjera fue el cuarto más alto desde que gobierna Mauricio Macri. Es decir, no hubo una retracción significativa de clientes del billete verde sino que la avidez por resguardar capitales atesorados en divisas se sostiene. Ese mes fueron 1.090.000 personas las que compraron dólares, 230 mil más que en octubre de 2017, cuando habían sido 860 mil. La cifra de compradores superó incluso la de mayo, en plena disparada de la cotización, y quedó apenas 20 mil por debajo de la de junio. Antes de los episodios de este año, la demanda estaba constituida por un promedio de 800 mil personas por mes. En 2017 el pico se había producido en agosto, durante las PASO que ganó Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires, con 1.075.000 clientes. “Cabe destacar que estas compras tuvieron una tendencia creciente antes de las elecciones, generando la máxima concurrencia desde la liberalización del mercado en diciembre de 2015”, explicaba por entonces el BCRA para marcar el carácter excepcional de ese mes. Sin embargo, la incertidumbre actual supera la de aquel momento. En su recepción al G-20, que se desarrolla a años luz de la economía que anticipaba Cambiemos a fines del año pasado, Macri y Nicolás Dujovne se esfuerzan ahora por transmitir que las tensiones cambiarias fueron superadas, aunque el comportamiento de inversores y ahorristas sigue reflejando temor a una nueva estampida de la divisa. Supuestamente estos meses tendrían que ser los más desahogados, por los desembolsos del Fondo, y se deberían regenerar las expectativas para sobrellevar las presiones cambiarias que siempre se producen en un año electoral. En los hechos, el nuevo piso de la demanda enciende luces de alerta por lo que pueda ocurrir cuando el mercado se vuelque todavía más abiertamente a la compra de dólares como refugio para los ahorros.
El informe del Banco Central destaca que en octubre se produjo la menor cantidad de compra neta de dólares por parte de personas físicas. Sin embargo, ello responde esencialmente a que aumentaron las ventas de divisas por el torniquete monetario que impuso el FMI, con el consecuente aumento de las tasas de interés hasta superar el 72 por ciento ese mes. De hecho, octubre fue el mes con más ventas de dólares durante el gobierno de Cambiemos, producidas por 630 mil personas, cuando lo habitual era que ese número no llegara a 400 mil. El resultado neto de compras y ventas arroja aquel dato que subraya el BCRA para demostrar que se comprime la fuga de divisas, una de las variables clave de la restricción externa que presiona para una devaluación de la moneda nacional. Si bien esa explicación se ajusta a la realidad no es menos cierto que ese resultado se logró por el salto del dólar hasta rozar 40 pesos y por el nivel elevadísimo de las tasas de interés, que forzó o tentó a ahorristas e inversores a aumentar sus colocaciones en pesos. La pregunta latente es qué margen le queda a la autoridad monetaria para bajar más las tasas sin alterar aquella ecuación. Como la demanda no afloja, tal como se mencionó más arriba, el interrogante central es cómo sostener la oferta de divisas sin pagar tasas de interés que sigan asfixiando la economía real.
El costo asumido para aplacar la corrida se expresa día a día en los indicadores de actividad económica, con caídas históricas como la de la industria, escalada veloz de la desocupación (el sector fabril pasó de perder unos 3000 puestos de trabajo por mes a más de 9000), cierre de empresas y derrumbe del consumo. Mientras más aguda se torna la recesión, más difícil será generar los excedentes para los pagos de deuda, lo cual abona a la falta de confianza de mercados y ciudadanos sobre la sustentabilidad del plan en marcha. La encrucijada que queda expuesta, en resumen, es cómo disminuir las tasas sin que las cifras de fuga de divisas vuelvan a catapultarse, ya que por el lado de las compras el caudal de clientes permanece en sus máximos históricos.
Estos desajustes hacen erupción en el mercado de cambios de un momento a otro. Se vio la semana pasada cuando el precio del dólar aumentó dos pesos y medio en apenas dos jornadas. El disparador de la suba fue la decisión de fondos extranjeros de bajarse de la bicicleta financiera, al volver a dolarizar inversiones tras aprovechar las astronómicas tasas en pesos. El eventual comportamiento en manada en esa dirección es otra espada de Damocles que pende sobre la economía nacional. Otra vez, cuando arranque el año electoral esa amenaza se tornará más palpable. Los depósitos en pesos que suben aceleradamente por los propios intereses que generan las tasas actuales son un riesgo potencial de propagación de una corrida si esta se vuelve a producir. El stock de plazos fijos del sector privado ya se encuentra en 950 mil millones de pesos, unos 50 mil millones más que hace un mes.
Frente a este escenario, queda otra vez en cuestión la desregulación cambiaria absoluta que mantiene el Banco Central. Sin ningún límite para la adquisición de dólares, los movimientos de oferta y demanda se tornan disruptivos cuando domina la tendencia compradora. Es lo que pasó este año y provocó un incremento del dólar del ciento por ciento. Por otra parte, como indica la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE) en su último informe, “tampoco puede esperarse demasiado de los fondos de cartera”. “Los datos del BCRA indican que, a pesar de los atractivos rendimientos ofrecidos a los capitales golondrina, hasta septiembre esos fondos registraban un saldo negativo por seis meses consecutivos”, agrega. Los nuevos datos de la autoridad monetaria estiran ese desequilibrio a siete meses consecutivos, ya que en octubre las inversiones de no residentes registraron una salida neta de 831 millones de dólares. El dato refleja que inversores del exterior están aprovechando la paz cambiaria para fugar divisas, situación que difícilmente tienda a revertir en los próximos meses de mayor intensidad política.
El mismo comportamiento de inversores golondrina huyendo de Argentina se observa por parte de tenedores privados de títulos de deuda, lo que se refleja en el dato de riesgo país. El indicador se mantiene en torno a los 700 puntos básicos, cuando se aspiraba a bajarlo a menos de la mitad. “La apuesta del acuerdo con el Fondo es despejar los fantasmas del default y recrear la confianza de los ‘mercados’ para volver a acceder al crédito privado. Todo el andamiaje gira, una vez más, en recuperar la credibilidad de inversores financieros. La realidad, sin embargo, es que los dólares del FMI no alcanzan para cubrir el desequilibrio externo y la fuga de capitales. Preocupa la ausencia de una mínima capacidad para advertir el riesgo de esta estrategia, que hasta ahora no acumula ninguna victoria”, insiste el documento de FIDE.
El Gobierno, ante esas advertencias, sostiene que hay un solo camino para transitar la crisis, y que hay que doblar por Monroe. Mientras tanto, la cantidad de compradores de dólares reúne máximos históricos, inversores especulativos salen del peso, los mercados no reabren el crédito externo, sube el riesgo país y se acerca un año con elecciones presidenciales.