¿Y si el 2019 fuera peor aún?
(Por Rúl Dellatorrre*). Cuatro días antes de que familias y grupos de amigos se reúnan para cerrar el año brindando y formulando sus deseos para el que viene, el gobierno nacional ya les anticipó lo que les espera en el 2019. No es que estos aumentos vayan a cambiar la perspectiva que trabajadores y empresarios ya tenían, pero indudablemente la dimensión del nuevo tarifazo ensombrece aun más las posibilidades de una salida. Muchas empresas –y sí, son muchas– llegaron al tramo final de 2018 casi con el último aliento, intentando vanamente vender sus stocks de productos en mercados deprimidos y sin los pedidos habituales que habitualmente solían recibir, para estas fechas, pensando en el inicio de la nueva temporada. Algunas grandes firmas cerraron, licenciaron a su personal por algunas semanas, y esperan a tener un panorama distinto en 30 o 45 días. Otros empresarios admiten que este será el primero año que cierren “por vacaciones”, porque no hay trabajo para hacer y prefieren ahorrar el costo de mantenimiento. Por la caída en las ventas, por las dificultades en la cadena de pagos, por el aumento de costos de servicios e insumos dolarizados, por la imposibilidad de tomar un crédito a las tasas vigentes, no dudan en calificar a 2018 como “el peor año para la industria y el comercio en décadas”. Pero ninguno de los conflictos latentes parece tener miras de respuesta en las políticas del gobierno, tan preocupado en cerrar las cuentas con el FMI como desentendido del drama que se vive en la economía real. ¿Y si 2019 resultara un año peor, aun, de lo que fue 2018?
El bombardeo de aumentos con los que la gestión de Cambiemos festeja la llegada del Nuevo Año abarca el transporte en subte, tren y colectivo, acumulando subas del 40 al 50 por ciento para cada uno de ellos a lo largo de los primeros cinco meses del año. Año que aún no alumbró pero ya se sabe que la luz tendrá, como mínimo (con tarifas dolarizadas, nunca se sabe), un aumento escalonado que acumularía el 55 por ciento hasta agosto. El gas y el agua también aumentan. Todos esos ajustazos son principalmente para los usuarios y consumidores del área metropolitana. En el interior, cada administración local verá como se arregla, con un subsidio mínimo que la administración nacional promete aportar, para decidir qué parte del subsidio mantiene y qué parte de los mayores costos estimados recae en la factura o el boleto. Son los méritos de “un federalismo en serio”, como lo llamó Guillermo Dietrich, ministro de Transporte, al anunciar los aumentos, en un discurso que curiosamente se destacó por los autoelogios a su propia gestión. ¿Quién no hubiera querido estar presente para estrecharlo en un abrazo y agradecerle por el Metrobus, en el día que estaba anunciando un aumento del 55 por ciento en el pasaje en colectivo? Dicho sea de paso, con el primer tramo del aumento previsto para 2019, el pasaje mínimo, que valía 6 pesos al inicio de 2018, alcanzará los 15 pesos un año después. Como señala Tomás Lukin en su nota de ayer, un 150 por ciento de aumento que supera en 50 puntos aproximadamente el salto de la paridad cambiaria y en 100 puntos la tasa de inflación en el mismo período. Agregamos a ese cálculo que estos números, que también alcanzan a otros servicios públicos, se empiezan a parecer mucho, en su magnitud, a los incrementos que en 1975 caracterizaron lo que se conoció como “Rodrigazo”, el violento plan de ajuste y redistribución regresiva aplicado en junio de ese año por el gobierno de Isabel Perón, y que marcó el inicio del fin del período democrático. Mauricio Macri empieza a transitar su último año de gestión con este otro tarifazo como antecedente.
Publicado en Página12