Política y pragmatismo-ADN
Mucho se dijo sobre la falta de propuestas de los candidatos en la pasada elección. Un debate aún en mora, sobre el Río Negro del futuro, que tiene que ver más con la planificación estratégica que con promesas administrativas, algunas efímeras y de vuelo bajo. Las denuncias judiciales fueron una trampa mortal, que sólo benefició a los candidatos del gobierno.
El fondo de esta carencia está íntimamente vinculado a otro tema: la discusión ideológica, el quantum energético que pone en marcha la propuesta política y los mecanismos de instrumentación desde el Estado.
Tampoco hubo nada de esto. En Cambiemos el debate ideológico no interesa, ese debate es esquivo porque desnuda la esencia de la crudeza neoliberal. La campaña estuvo limitada a la propuesta macrista nacional, con escaso arraigo en Río Negro, aun cuando Lorena Matzen intentó esbozar un proyecto de “Cambiemos a la rionegrina”, sin explicación alguna. La traicionó la experiencia de la UCR en gobierno pasados cuando se hablaba de un “radicalismo a la rionegrina”, de una “Alianza a la rionegrina” y otros slogans, puros eufemismos para decir que en Río Negro la cosa era distinta a las políticas nacionales.
En el FpV, esta ausencia de fundamentos ideológicos fue más notable. No fue claro el mensaje. Identificarse con el pejotismo no aclara, es más oscurece. Vale para el caso las declaraciones de Pichetto que quiere un justicialismo de “centro derecha”, “conversable”, sin alianzas con “la izquierda” entre otros.
Martín Soria reiteró más de una vez que no necesitaba apoyos nacionales, confiado en que “a nosotros solos nos alcanza”, limitó su campaña a pretender igualar a Weretilneck con Macri, consigna que la mayoría del electorado no compró ni entendió. Hay cosas que no requieren explicación, porque se explican por sí solas.
Al presidente del PJ le queda un ciclo para completar, que inició en el 2016 y donde y condujo las PASO y nacionales del 2017, con triunfos, siguió en año pasado con la recuperación para el FpV del municipio de Villa Regina, perdió por abultada diferencia el domingo, y ahora tendrá que conducir el proceso de las municipales próximas que culminará con las elecciones de octubre. Balance final abierto.
Definir ideologías significaba para el candidato del FpV salir de las denuncias y proponer políticas que estuvieran referenciadas con un proyecto nacional, cualquiera: con el peronismo federal o el kirchnerismo, pero una definición, no la nebulosa y la autoreferencia permanente de una correcta gestión municipal, que pierde en cada elección más simpatizantes.
¿Frente a este panorama que quedó? Un escenario a la medida de Alberto Weretilneck, un caldo de cultivo propicio para el pragmatismo. Un espacio de contención donde el mensaje es claro y sencillo: verbalizar los deseos de los rionegrinos, no atarse a debates teóricos y garantizar estabilidad, seguridad y previsibilidad, un combo que no es poca cosa en el marco de las políticas nacionales que angustian y generan incertidumbre.
Jugó el juego que más le gusta. Generó vasos comunicantes con el radicalismo, macristas y peronistas que respondieron a la convocatoria que ponía como centralidad evitar la llegada de Soria a la Casa de Gobierno.
No tuvo el oficialismo propuesta electoral. Se limitó a garantizar a los rionegrinos que “vamos a seguir en este camino”. Suficiente.
Weretilneck es pragmático. Sabe dónde tiene que estar en el momento oportuno. Transitó por el PI, el MPP, el Frente Grande, se alió con el radicalismo y Pablo Verani, e incluso algunos recordarán se mencionó como candidato a vice del radical Bautista Mendioroz en el 2011. El viedmense perdió la interna con César Barbeito y el actual gobernador integró la fórmula ganadora con Carlos Soria. Méritos le sobran, de cada jugada sacó un beneficio.
De esta manera se vació de ideas la campaña electoral. Es más, el debate ideológico quedó para determinados círculos áulicos. Se instaló una política que reniega del pensamiento crítico y prefiere el mensaje envasado.
Más que el debate de ideas vale una foto, un tweet, un mensaje en Instagram, un comentario en Facebook, o la aproximación a credos religiosos “con penetración barrial”. El debate de las ideas “no garpa” e incluso “atrasa”. Así se hace hoy política.
Weretilneck acertó, no sólo porque tres días antes de los comicios, tuvo en sus manos una encuesta que le anticipó un triunfo por 17.40 puntos, sino porque pudo sacudir la fibra provincialista de los rionegrinos. Urdió en el federalismo y el 7 de abril plebiscitó la formación de un partido provincial.
Esta propuesta no es de ajena al votante rionegrino. Río Negro tiene experiencias de ensayos provincialistas y de peleas con Nación. No sólo debe buscarse en el legendario Partido Provincial Rionegrino (PPR) sino en el propio radicalismo que gobernó durante 28 años.
La UCR tuvo sus triunfos más resonantes cuando fue a las urnas como Concertación para el Desarrollo, que cuando lo hizo con Lista 3. Massacesi conjugó con Carlos Menem, pero enfrentó a Domingo Cavallo y robó fondos del Tesoro Regional para pagar sueldos. La consigna “minga al Mingo” sintetizaba la defensa territorial. Pablo Verani, compartió listas con Cristina Fernández de Kirchner y Miguel Saiz empapeló la provincia con fotos junto a la ex presidente.
Lo más importante del resultado electoral del domingo para JSRN es haber parido a un partido provincial. Y en las palabras del propio Weretilneck, ésta es la propuesta a futuro.
La estrategia próxima es ganar en la mayoría de las elecciones municipales y fortalecer territorialmente a Juntos, consolidar el partido, ir a las elecciones nacionales de octubre sólo con diputados y senadores (con boleta corta) y no apoyar a ningún candidato a la presidencia. Esto será posible con un mapa de Río Negro pintado de verde.
¿Hay riesgos en esa estrategia? La experiencia de las elecciones nacionales del 2017 está aún fresca, pero JSRN confía en retener votos a sabiendas que muchos de los que sumó el domingo son del radicalismo, del macrismo y del peronismo. Reconoce que fueron apoyos “de ocasión” con votos “prestados”.
Weretilneck sabe que para octubre Cambiemos recuperará a la tropa propia y que el peronismo quedará atado a la suerte de sus candidatos nacionales, aun cuando pueda ganar en Río Negro.
El gobernador seguirá en su relación con Miguel Pichetto –cada vez más cerca de sumarse a la Corte Suprema de Justicia de la Nación- y con los vínculos institucionales con Mauricio Macri y los funcionarios nacionales. Nada pierde, todo es posible, y quedan seis meses para las presidenciales.
El actual mandatario volverá a sus encuestadores. Sabe que los próximos comicios serán distintos, que el votante genera otro tipo de expectativa. Sólo tendrá que garantizarle al rionegrino que la “casa está en orden” y que es un refugio seguro para guarecerse.