Miedo a los pobres y discriminación a inmigrantes
(ADN). – La aporofobia es un neologismo que define el miedo a los pobres. También se lo utiliza para marcar la aversión hacia quienes viven en situación de pobreza, incluso se usa también para señalar el rechazo a los inmigrantes. Todo esto sucede en la Argentina.
La palabra aporofobia fue acuñada por la filósofa española Adela Cortina, que alertó sobre actitudes de xenofobia o racismo, y sostiene que al rechazo a los inmigrantes o refugiados no es por su condición, sino porque son pobres.
Todo esto sucede en la Argentina. Basta reflexionar sobre conductas hacia residentes de países vecinos o inmigrantes africanos. Más grave aún fue conocer días pasados que una persona en situación de calle fue prendida fuego.
Es discriminación, fobia y temor a pobres e inmigrantes estigmatizados por el color de piel, situación social, etc. Se ve de distinta manera a las personas de origen anglosajón o extranjeros “ricos” que vienen a “invertir en el país”.
Los argentinos somos prejuiciosos y muchas veces alentados por políticas públicas que conducen a miradas y conductas discriminatorias. Los pobres son un término más de la ecuación electoral.
Para confirmar una situación por todos conocida y del mismo modo ocultada, la Nación publicó hoy un informe donde el 77% de los entrevistados reconoce que los pobres son discriminados por la población. Se trata de un estudio denominado «La pobreza en los ojos de los argentinos», elaborado por la consultora Voices!, en exclusiva para el proyecto Redes Invisibles de LA NACION.
Las dos creencias más arraigadas son que la mayoría de los jóvenes pobres consumen drogas y alcohol en exceso y son violentos el (58%) y que las mujeres pobres deciden tener hijos para cobrar más planes sociales (46%). Que son los que más consumen alcohol y que son violentos.
La realidad contradice esas creencias. Los datos oficiales muestran que el 51% de las titulares de la AUH tienen sólo un hijo a cargo (el 28% tiene 2 hijos) y más de la mitad de ellas trabajan, mientras que cifras del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA indican que solo el 9% de los jóvenes del estrato trabajador marginal tiene un consumo problemático de sustancias.
«Este estudio permite ver el estigma que sufren los pobres y cuáles son los mitos que están más arraigados y que hay que desterrar.», sostiene Manuel Hermelo, director de Opinión Pública de la consultora Voices!
Los especialistas coinciden en que la pobreza está marcada por carencias materiales y sociales múltiples, pero principalmente por la falta de oportunidades de las familias para poder salir de esa situación. Sufren una doble vulnerabilidad: el lugar de nacimiento ya les cierra muchas puertas y los prejuicios terminan de ponerle llave.
Esta desventaja se confirma en el documento «Radiografía de las juventudes en la Argentina» la ODSA que muestra que los jóvenes del estrato trabajador marginal tienen 10 veces más chances de no tener obra social, mutual o prepaga que los más ricos; 7 veces más posibilidades de no estudiar ni trabajar; 6 veces menos oportunidades de tener proyectos personales, y 3 veces más probabilidades de experimentar un déficit de apoyo social estructural.
Además de la encuesta cuantitativa, Voices! realizó cuatro focus group con personas de CABA y GBA de diferentes clases sociales y edades, para poder profundizar más sobre las emociones y las ideas que generan la desigualdad social.
Miedo y violencia
Las palabras más mencionadas para definir la pobreza fueron calle, miedo, hambre, villa, bronca y culpa. «Es importante destacar que la mención al miedo tiene un doble sentido: miedo al pobre, pero también miedo a ser pobre. El 90% de las personas cree que cualquiera de ellos puede caer en la pobreza», explica Constanza Cilley, directora ejecutiva de la consultora Voices!
Las respuestas a la pregunta ¿cómo son los pobres? revelaron algunos comentarios estigmatizantes. Los perfiles imaginados por los participantes eran de hombres adultos alcohólicos o violentos; niños mendigos o hambrientos; mujeres ignorantes y manipuladoras; adolescentes varones drogadictos y delincuentes; adolescentes mujeres descuidadas y viciosas; e inmigrantes ladrones u oportunistas.
«Estos perfiles están totalmente estereotipados. La perspectiva de género también está influyendo en esto. En los grupos cualitativos, surgió la dificultad extra que tienen las mujeres en situación de pobreza. Que cuando se separan, se quedan sin nada y son más responsables en cuanto al cuidado de sus hijos», asegura Cilley.
Las principales conclusiones del informe de Voices! fueron que las personas tienden a naturalizar la pobreza y que la pauperizan hasta el punto de reducirla a vivir en la miseria, cuando en realidad se trata de un fenómeno multidimensional.
«La naturalización de la pobreza sedimenta prejuicios sobre el pobre, lo invisibiliza y hace que se lo trate con indiferencia. La indiferencia garantiza que la persona piense que nada de lo que haga servirá para modificar esa realidad. Para lograr desnaturalizar la pobreza es necesaria la empatía. Solo el 11% de los encuestados señaló tener ese sentimiento», aporta Cilley.
Si bien son más los que creen que su accionar no puede modificar el avance de la pobreza, el 89% declara haber realizado algo para contribuir a mitigarla. De ellos, el 73% donó ropa, juguetes, alimentos, medicamentos o útiles y un 49% dio alimentos a una persona en situación de calle.
Apenas dos de cada 10 personas declararon tener un compromiso a largo plazo al ayudar a una persona de bajos recursos a estudiar o conseguir un trabajo. Esta es, quizás, la mejor apuesta para que puedan romper con el círculo de pobreza.
Para la mayoría de los encuestados, el lugar de nacimiento determina sus posibilidades de futuro. Afirman que el principal ingreso a la pobreza es nacer pobre, que es transgeneracional y para 6 de cada 10 ciudadanos es una situación de la cuál es muy difícil escapar. «Los participantes identificaron que para que una persona que no era pobre termine siéndolo tienen que pasarle cosas a nivel personal como caer en una adicción, perder el trabajo, tener una enfermedad, sufrir violencia doméstica, atravesar un divorcio o tener hijos no planificados», dijo Cilley.
El estudio también indaga sobre cuál es la percepción sobre los niveles de pobreza: para el 52% de los argentinos el nivel de pobreza es de 50% o más. «Este dato arroja una visión de la Argentina que deja de ser un país de clase media y pasa a ser un país pobre. Y esto tiene que ver con que la mayoría asoció a la pobreza con personas viviendo o pidiendo en la calle, una realidad con la que tienen un contacto directo y cotidiano», agrega Hermelo.
En el punto más extremo algunos entrevistados arrojaron percibir que hay hasta un 80% de pobres en la Argentina. «Esta cifra es emocional y nos habla de lo inmensamente grande que sienten las personas a la pobreza», explica Cilley.