Mercosur-UE: un preacuerdo sospechosamente abusivo
(Por Mariano Kestelboim-CEPA). – Para dimensionar el desequilibrio competitivo de las condiciones planteadas y el impacto esperado del preacuerdo entre la UE y el Mercosur podríamos compararlo con un particular partido de tenis.
En ese imaginario encuentro, uno de los jugadores, de bajo ranking de la ATP, ingresa al cuadro principal del torneo tras superar la clasificación y su contrincante pasa directamente a la competencia por su elevado ranking, dado que es un top ten consolidado con reconocida capacidad para pelear por el número uno del mundo.
La desigualdad entre ambos competidores es evidente y el jugador ingresado desde la qually, por supuesto, es consiente de la superioridad del rival. Es muy probable que en un enfrentamiento a este nivel gane el top ten. No obstante, la situación podría tornarse más desigual si las reglas que se pautan en la competencia son diferentes para cada uno de los jugadores y poseen un claro sesgo en favor del favorito, como gozar de más horas de descanso previas al encuentro, contar con la complicidad del árbitro en fallos poco claros y, lo más grave, permitir diferentes normas específicas de juego, claramente inequitativas. Podríamos imaginar que, entre las exigencias de las reglas para el partido, el jugador de más bajo ranking solo pueda emplear su mejor golpe (a juicio de su rival) apenas en dos oportunidades durante todo el partido. Y, en cambio, la limitación para el top ten solo sea poder emplear su mejor golpe (a criterio de su adversario) en los primeros games del encuentro, quedando liberado progresivamente desde el inicio del partido para desplegar su mejor juego desde el game número 16.
En el caso del preacuerdo comercial (no es un acuerdo definitivo porque falta la aprobación de los parlamentos de los bloques regionales y de los países involucrados), sellado la semana pasada en Osaka, sucede un fenómeno similar. La estructura productiva de los países europeos es tecnológicamente superior, el bloque de países es más amplio y diversificado y cuenta con economías muy desarrolladas consagradas entre las potencias económicas globales, a diferencia de los países del Mercosur que están lejos de la vanguardia en tecnología, es un bloque de países mucho más reducido y menos diversificado, sin potencias reconocidas por su potencial de exportación como son Alemania, Italia o Francia. Por caso, para tener una idea aproximada de capacidad competitiva de los bloques, el dato de sus exportaciones totales es elocuente: los integrantes de la Unión Europea exportaron, en 2018, US$6,5 billones, mientras que los sudamericanos del Mercosur solo registraron US$351.000 millones en el mismo período. Es decir, más de 18 veces menos.
Además de pertenecer al bloque menos competitivo, los miembros del Mercosur deberían aceptar condicionamientos a sus exportaciones sin fecha de finalización y los europeos tendrían la certeza de la fecha en la cual se liberarían completamente sus ventas externas. Y el condicionamiento permanente que recae sobre los socios del Mercosur es mucho más agresivo. Son cupos exiguos sobre los cuales ya no pueden vender más. En cambio, en el caso de las exportaciones europeas, solo son aranceles que irán desvaneciéndose.
No menos importante es la flexibilidad acordada sobre las reglas de origen. Es un punto central porque la marca europea (mucho más prestigiosa que las sudamericanas), con un reducido proceso productivo incorporado, podría aplicarse a productos que sean fabricados en países con mano de obra muchísimo más barata y así vulnerar aún más a la industria regional del Mercosur.
En este marco desigual, el impacto ya empezó a sentirse entre los industriales locales por el desánimo que lógicamente les genera como igualmente sentiría nuestro hipotético jugador de tenis que debió traspasar la qually para enfrentar a un top ten con reglas que lo desfavorecen. Así, en una economía de por sí riesgosa para inversiones productivas, la posibilidad concreta de una confirmación parlamentaria de las condiciones difundidas terminaría siendo devastadora, más allá de que la ratificación del preacuerdo pueda demorarse más de dos años.
En 2018, el bloque sudamericano exportó 18 veces menos que el del Viejo Continente
En el medio de tanta ventaja a favor del bloque europeo, que posiblemente haya sido el factor que impidió realizar estudios de análisis de impacto al Mercosur y al gobierno nacional (en un acuerdo de esta magnitud debería haber amplios estudios al respecto públicamente disponibles), hay factores políticos que lógicamente se entremezclan y podrían explicar el enorme apoyo que el gobierno de Macri viene recibiendo del FMI. Aceptar un preacuerdo tan inequitativo podría tratarse de una devolución de favores. En todo acuerdo comercial bilateral o multilateral debe bregarse por el mutuo beneficio que genera el intercambio y la especialización. No es este caso, fundamentalmente por el muy fuerte proteccionismo exhibido por la UE y la amplísima liberalización comercial del Mercosur. Por supuesto, solo los negociadores saben si se trató o no de una devolución de favores por parte del gobierno de Macri para plegarse en ese acuerdo interregional, pero el tremendo desequilibrio de las condiciones permiten abrir la sospecha, más allá de la pesada ideología liberal que recae en las decisiones de nuestro gobierno.