Se perdieron de 172.200 puestos de trabajo registrado
El impacto de la crisis financiera en la economía real golpeará con fuerza a un mercado laboral que todavía no había encontrado piso desde el cimbronazo del año pasado. Ayer, el Ministerio de Producción y Trabajo informó que en junio, uno de los meses de pax cambiaria preelectoral, el empleo registrado cayó 1,4% interanual, lo que equivale a la pérdida de 172.200 puestos.
Devaluación y default mediante, los funcionarios de la cartera que conduce Dante Sica admitieron que el trabajo formal vivirá un nuevo sacudón. Y algunos analistas plantearon que el de ahora podría ser aún más fuerte que en 2018.
Según el SIPA, el empleo registrado siguió en baja en junio, con la destrucción de 2.000 puestos registrados. Si bien hubo una desaceleración respecto de los meses anteriores, los números oficiales mostraron que ni los meses de estabilidad detuvieron el retroceso laboral, en línea con el estancamiento de la actividad económica, cuyo único sostén en el segundo trimestre fue el fuerte crecimiento del agro al comparar la cosecha récord con los meses de sequía de 2018.
Una vez más, la caída se concentró en el llamado «empleo de calidad». En un año, se destruyeron 148.000 puestos asalariados del sector privado, lo que equivale al 2,4% del total. De hecho, hay que remontarse a 2013 para encontrar un nivel tan bajo, como los actuales 6.068.700. Sólo contrapesaron la baja el empleo público, que creció 0,8% interanual (24.600 puestos), y el trabajo doméstico, que subió 3,8% (18.300).
El recrudecimiento de la crisis abre un panorama laboral y social desolador. «Es muy probable que ahora se profundice la recesión. Hubo una caída de la actividad en 2018 y este año venía en L sin recuperación. El empleo no tocó piso y ahora es muy probable que se vuelva a desplomar. Este tipo de devaluaciones generan recesión en el corto plazo producto de la inflación, la inflación hace caer el poder adquisitivo y, como nuestra economía es mercadointernista, se plancha todo», advirtió el analista del IET Daniel Schteingart.
Coincidió la directora ejecutiva de Elypsis, Victoria Giarrizzo: «Este agosto es un punto de inflexión, porque si había alguna esperanza de que la situación mejore, ya sabemos que hasta fin de año no va a suceder. En ese contexto, el empleo registrado se va a ver cada vez más afectado».
El propio Bernardo Díaz de Astarloa, subsecretario de Desarrollo Productivo, lo admitió en la presentación de los datos del SIPA: «Los movimientos cambiarios bruscos tienen impacto en la actividad y el empleo». Pero aclaró: «en el actual marco de incertidumbre no me animo a hacer un pronóstico de la magnitud».
Y hay factores que este año oscurecen aún más el panorama: el arrastre de la crisis, con capacidad ociosa en torno al 50%; el empeoramiento de las condiciones financieras, con tasa récord del 78% y la cadena de pagos en riesgo (ver página 3); el nuevo shock cambiario; y la ausencia de expectativas por el nuevo default y los largos cuatro meses de transición política. Y la sostenibilidad de muchas empresas está en cuestión.
«Todo está tan inestable que es muy difícil prever escenarios, no ya para dentro de tres meses, sino para los próximos días. Pero a esta altura el impacto laboral de este shock podría ser incluso más fuerte que el del año pasado, que ya había sido muy importante», planteó el coordinador del Observatorio del Derecho Social de la CTA, Luis Campos. Y el impacto de la corrida de 2018 no fue menor: de marzo a diciembre de 2018 se perdieron 214.000 empleos registrados, el 1,7% del total, y 156.500 puestos asalariados privados, 2,5% del total, que nunca se recuperaron. Un desplome mayor abriría una herida social muy profunda.