Lo que el debate nos dejó
(Por Federico González*).- Más allá de las limitaciones —acaso opresivas— inherentes al formato previamente consensuado, lo cierto es que el debate permitió su función básica, esto es: aumentar la visibilidad pública y el ideario de los candidatos.
Ciertamente, el formato desnaturalizó la lógica misma del debate en tanto argumentación y confrontación de ideas. Pero tal limitación no impidió que cada candidato pudiera expresar sus definiciones políticas, propuestas y valores.
Luego de realizado el debate se imponen, casi de modo axiomático, dos preguntas recurrentes: ¿Quién ganó? ¿Puede el debate cambiar el voto o apenas sirve para consolidar la decisión previa?
En estas líneas se esbozará una respuesta a lo primero. Para lo segundo, en cambio, quedaremos a la espera del resultado de un sondeo de opinión ya en curso.
A continuación, se presenta una breve síntesis descriptiva y valorativa sobre el desempeño de cada candidato.
Mauricio Macri
Dado que el análisis político lo había ya sentenciado augurando una especie de escarnio público ante la sombra de promesas incumplidas en 2015, quizás —y por contraste— el desempeño más bien mediocre del Presidente pasó desapercibido.
Porque, más allá de debilidades o aciertos puntales, Mauricio Macri no pudo perforar su propia zona de confort. Extraña paradoja para un candidato que declama aspirar al desafiante logro de dar vuelta la elección.
A nivel actitudinal se lo vio firme y seguro en la expresión de sus convicciones. Exhibiendo por momentos cierta veta pasional. Aunque no pudo desprenderse de su propensión al esloganismo vacuo y al vicio de la sentencia acrítica declamada con cara de póker.
A nivel del contenido, algunas de sus afirmaciones fueron acaso verosímiles, aunque la mayoría resultó dudosa y/o negadora de lo obvio. Esa mixtura entre lo verosímil y lo falso dejaron una impronta de desempeño gris. Con sabor a poco.
Alberto Fernández
Fue quien mostró mayor aplomo y presencia. Asumió permanentemente el rol de quien toma la iniciativa y maneja la escena. Se lo vio firme y seguro. Reveló astucia y rapidez mental al replicar en tiempo real las afirmaciones de Mauricio Macri. Abundó en respuestas concisas e inteligentes. Junto a José Luis Espert quizás fue quién mejor asumió algo parecido a la lógica argumental confrontativa, típica de un debate. Junto a Mauricio Macri fue quien evidenció mayor pasionalidad política, aunque quizás —por momentos— se tornó algo excesivo, dando lugar a la réplica de Macri.
A nivel del contenido pudo presentar un mix que incluyó definiciones políticas y proyectos con razonable nivel de detalle. En su discurso prevalecieron los conceptos respecto del esloganismo.
Roberto Lavagna
Fiel a su estilo e impronta intelectual realizó algunos desarrollos plenos de conceptos, aunque utilizando un tono monocorde que opacó sus ideas.
En términos de densidad conceptual su desempeño se acercó al de Alberto Fernández.
Su referencia al tema del hambre en tanto violación a los derechos humanos representó su mejor momento.
Aunque su intervención en el bloque de economía estuvo por debajo de lo que su saber e historial hacían prever. Paradójicamente, esa fue su principal debilidad.
José Luis Espert
Su presencia y aplomó fueron similares a los exhibidos por Alberto Fernández. Se lo vio firme, seguro, dominando la escena y muy natural. Quizás fue el candidato que pareció expresarse con mayor naturalidad. Su mayor virtud fue la expresión de ideas complejas de modo simple.
A nivel de contenido sus ideas aparecieron fundadas. Aunque en algunos pasajes quizás pecó de una especie de simplismo disruptivo.
Nicolás del Caño
Fiel a su estilo expresó su ideario con firmeza, argumentos y convicción. Asumió mejor que otros el rol de candidato anti grieta y anti establishment.
Se mostró también seguro y sereno.
A nivel de contenido expresó claramente la crítica ideológica con la lógica argumentativa típica de un dirigente de izquierda.
Su apelación a elementos simbólicos como el minuto de silencio por los muertos en Ecuador y el pañuelo verde fueron acaso excesivos y desvirtuaron la naturalidad de su discurso.
Juan José Gómez Centurión
Expresó sus ideas con gran firmeza.
Fue el candidato que evidenció un posicionamiento más definido en torno a un eje: el de los valores y la defensa de las dos vidas. También enfatizo la defensa de la soberanía nacional.
Asimismo fue quien mejor intentó conceptualizar la grieta en términos alternativos, a saber: entre quienes defienden las dos vidas y el resto, etc.
Manejó mal los tiempos. Y en algunos pasajes fue literalmente reiterativo. Esto le restó valor a su actuación.
¿Quién ganó el debate?
Considerando el conjunto de los aspectos evaluados, Alberto Fernández resultó un claro ganador del debate.
Tal vez las expectativas asociadas con la gran diferencia electoral proyectaron un imaginario de triunfo aplastante, cuya intensidad no se verificó.
Pero eso no invalida el resultado.
Reflexión final
En el marco del análisis político mucho se especuló en torno a cuestiones abstractas como si tal o cual candidato le hablaría solo a sus propios votantes, si saldría a confrontar o esquivaría adentrase en tal cual tema, etc. Sin duda, cuestiones tan atendibles como especulativas.
Aquí, en cambio, preferimos concluir con una sentencia simple, aunque no menos conjetural y arbitraria: a veces la política y la ideología son básicamente expresiones de la personalidad. Quizás allí se encuentra la clave de esta primera victoria discursiva de Alberto Fernández.
*Consultor político.