Día de autocrítica y reflexión para los argentinos
(Por Héctor Jorge Colás*). – Se cumplen 44 años del derrocamiento del Gobierno constitucional conducido por María Estela Martínez de Perón.
En un desesperado intento por lograr la estabilidad institucional de su gestión, la Presidenta anunció la convocatoria a elecciones presidenciales primero para el 12 de diciembre. Posteriormente adelanta el proceso eleccionario para el 17 de octubre de 1976 y se compromete a no ser candidata para un nuevo mandato en esos comicios.
Isabel Perón había perdido la mayoría en la Cámara de Diputados, en la que un sector justicialista antiverticalista se oponía a ella. Parte del movimiento obrero se alejaba de la jefa de Estado. El “Partido del Senado”, formado también por legisladores peronistas tampoco le brindaba su apoyo.
Faltaban 208 días. Apenas seis meses y 28 días para las elecciones generales. Ese día el pueblo argentino podría elegir libremente a través del voto soberano nuevo Presidente de la Nación, Gobernadores y legisladores provinciales. La opción era: democracia o dictadura.
La difícil situación del país, económica y social era una realidad. El salvaje y sangriento enfrentamiento producido por una fracción del justicialismo que pretendía implantar la “patria socialista” con sectores ortodoxos conducidos por el demente cavernícola, “el brujo” López Rega, creador -desde el Gobierno- de la asesina triple AAA, sembraron de violencia, sangre y muerte todo el territorio nacional.
Los medios de difusión preanunciaban con grandes titulares el golpe de Estado y denunciaban a la presidenta de “ausencia de autoridad”, “vacío de poder” y la “posible cesación de pagos”, ante los acreedores internacionales por los efectos de una abultada deuda externa que ascendía a la “fabulosa” -decían- suma de 7.800 millones de dólares.
El referente máximo del radicalismo, Ricardo Balbín, que seguramente hubiese ganado las elecciones ante el desgaste del justicialismo luego de la muerte de Perón, se limitó a responder a la prensa: “qué fecha más irritante fueron a elegir”. Sobre el adelanto y la convocatoria a elecciones efectuado por el gobierno no se pronunció. Ningún dirigente de los partidos políticos argentinos democráticos respondió a la iniciativa presidencial. Solamente el titular del Frente de Izquierda Popular, Abelardo Ramos, se sumó con entusiasmo a la salida institucional del país a través del voto soberano del pueblo.
Esta fecha debe ser de reflexión y autocrítica. Fundamentalmente para dirigentes políticos de todos los partidos que aprobaron y alentaron la usurpación del poder soberano del pueblo por parte de los militares con pacífica resignación. También hubo millones de argentinos que aplaudieron esperanzados la llegada del general Jorge Rafael Videla al Gobierno nacional.
En cada aniversario de ese golpe y distintos sectores de la comunidad, hacen referencia en sus discursos y análisis a la asunción del dictador Jorge Rafael Videla, describen el genocidio perpetrado y recuerdan los desaparecidos del proceso militar.
Se hacen los distraídos, soslayan y olvidan posiciones y actitudes indiferentes que alentaron el derrocamiento de un Gobierno constitucional y posibilitaron la llegada de los militares al poder.
Es lamentable recordarlo, pero el 25 de marzo de 1976 había alegría en los rostros de los opositores al Gobierno. Pero también, es doloroso rememorarlo, el mismo sentimiento era vivamente expresado por muchos dirigentes y afiliados peronistas.
Gran parte del pueblo argentino daba la bienvenida al hombre fuerte del ejército argentino, Jorge Rafael Videla y su tropa de iluminados, sin imaginar el drama que se avecinaba para vergüenza ante el mundo y sufrimiento de todo el pueblo argentino.
El 24 de marzo de 1976 debe tener como eje de recordación el derrocamiento de un Gobierno constitucional y la prisión, sin juicio previo, que padeció por cinco años la Presidente de la Nación, María Estela Martínez de Perón. Esta trágica fecha, debe transformarse para los argentinos en un símbolo que sirva a la irrestricta defensa de la Constitución Nacional y a una revalorización inclaudicable y permanente del sistema democrático vigente.
Dentro de ese marco histórico, podremos, sin hipocresía, recordar las funestas consecuencias del golpe de Estado, rendir sincero homenaje a todas las víctimas del genocidio militar y enjuiciar al general Videla y su séquito de asesinos y torturadores.
(*) Periodista de Viedma