Liderazgo y conducción en tiempos de pandemia
(Kevin Grumbaum*). – Desde los primeros días de marzo, cuando el monopolio de la conversación lo tenían los medios, hasta una actualidad que presenta a una nación en cuarentena y un arco opositor apoyando gran parte de las medidas del Presidente, la comunicación y el liderazgo del gobierno han experimentado una evolución que sólo crece si se compara con las declaraciones de otros líderes mundiales.
Si retrocedemos unos meses atras, unos días antes de las PASO, Alberto Fernández no era visto como el próximo Presidente y se sospechaba que, en caso de ganar, su rol sería solamente el de ocupar el Sillón de Bernaridno Rivadavia y obedecer las órdenes de una vicepresidenta que lo había elegido para el cargo. Sin embargo, antes de asumir él ya demostró una gran capacidad de liderazgo y conducción, para muchos, inesperada.
Utilizando la seriedad y el “sentido común”, como sus dos grandes pilares, nos presentaba un discurso responsable y sencillo en el cual no había lugar para la duda cuando afirmaba que nuestra nación se encontraba en crisis y que la recuperación de la economía, no solo llevaría tiempo, sino que debía ser una tarea de todos. La solidaridad aparecía como el nuevo lema de un gobierno cuyo rol era la reconstrucción.
Sin embargo, la difícil tarea se volvió aún más complicada. La Argentina se iba a enfrentar a un nuevo desafío que no se presentaba en forma de tenedores de bonos y/o grupos empresarios. No, el nuevo desafío llegaba importado de Asia y Europa, en forma de un virus que se propagó por el mundo a un ritmo tan inesperado como letal.
Durante los primeros días de marzo, cuando el maldito COVID-19 llegaba a la Argentina, las voces dominantes parecían ser los medios y las críticas a Alberto Fernández y su ministro de Salud atravesaban las barreras ideológico-políticas. El gobierno parecía, no tener control del relato, y tampoco una idea clara sobre el rumbo a seguir.
Sin embargo, llegó la primera cadena nacional con un mensaje serio y conciso que advertía a la población: «Vamos a seguir monitoreando al instante la evolución de esta pandemia para actualizar y tomar las medidas que hagan falta». Y así fue, una semana después ese Presidente inesperado anunciaba que toda la nación debía cumplir con la cuarentena obligatoria.
En su libro “La política como vocación”, el filósofo alemán Max Weber clasifica autoridad / dominación / liderazgo en tres tipos ideales: El carisma, la tradición y la ley.
Utiliza los “tipos ideales”, aclarando que, en todos los casos, observamos una mezcla de cada uno, pero que siempre alguno se destaca.
La dominación o el liderazgo tradicional están vinculados a las grandes monarquías en las que el peso de la historia otorga la legitimidad al líder o el gobierno.
Cuando habla de la ley o la burocracia está haciendo referencia a las democracias o sistemas en los que el propio sistema garantiza la legitimidad y obediencia.
El carisma por su parte está asociado a los grandes caudillos cuya autoridad deviene del apoyo y obediencia de quienes le siguen por el vínculo que se forma entre dirigentes y dirigidos.
Queda claro que en la actualidad los tres tipos ideales se combinan para sostener a grandes democracias representativas en las que la mayoría de los dirigentes utilizan el carisma y la burocracia para llegar al poder y gobernar.
La victoria de Mauricio Macri en 2015, un “outsider” de la política tradicional, hizo que en la Argentina la tradición, como elemento legitimador de los candidatos, pasara a un leve segundo plano.
Antes de su victoria en las elecciones, la legitimidad -y los votos- de Alberto como candidato del peronismo eran producto de la confianza que Cristina Fernández de Kirchner había depositado en él.
Sin embargo, su accionar durante estos tiempos de crisis parecen estar dotando de un nuevo halo de carisma y legitimidad a nuestro Presidente. La seriedad y honestidad con la que Argentina pareciera estar llevando adelante la lucha contra el coronavirus pueden ser el comienzo de una nueva corriente: El Albertismo.
Si bien estamos lejos de una solución frente a un problema que afecta al mundo entero y que en nuestro país recién comienza a sentirse, el apoyo generalizado por parte de la población y la celeridad de las medidas tomadas por el gobierno presentan cierta esperanza de cara a un futuro incierto.
El hecho de contar con una vocería oficial encargada de comunicar a la población el estado de situación le otorgó al Estado parte del control en la construcción del relato. La sinceridad al afirmar que nuestro sistema de salud no está preparado para una crisis impactó en una población que, salvando a ‘los vivos de siempre‘, parecería entender y apoyar no sólo la cuarentena sino la mayor parte de las medidas anunciadas por el gobierno.
A su vez, el accionar de nuestro país se enaltece si escuchamos las atrocidades e irresponsabilidades que dice el primer mandatario brasileño Jair Messias Bolsonaro o los disparates de Andrés Manuel López Obrador. Dos presidentes que han elegido restarle importancia a una problemática que afecta al mundo entero.
Tal como muchos saben, este problema está muy lejos de ser resuelto y los argentinos debemos prepararnos para días y meses de mucha incertidumbre. Sin embargo, y siendo consciente del romanticismo de estas palabras, una luz de esperanza emerge al final de este túnel cuando vemos que los ciudadanos parecen comprender que este virus no reconoce edades, ideologías o clases sociales.
Una esperanza que debe ser alimentada con un Estado presente y con una clase política madura a la altura de las circunstancias. Porque es la confianza en sus gobernantes la que hará que los argentinos cumplan con sus obligaciones y pongan en práctica esa solidaridad de la que tanto habla nuestro Presidente. (Urgente24)
* Lic. en Ciencia Política (UBA) – Posgrado en Opinión Pública y Comunicación Política (Flacso).