Coronavirus, cuarentena, estigmatización y escraches
(ADN). – La muerte por coronavirus de una anciana de 93 años en el hospital de Ingeniero Jacobacci, trae a colación el otro caso detectado en esa localidad, en un joven de 18 años, detectado el mismo día en que se confirmó el contagio de la mujer fallecida ayer.
Estos dos casos fueron los primeros en Jacobacci y en toda la línea sur y por lo tanto adquieren en si mismo el significado y el significante del mensaje social que se transmite del COVID-19.
¿Se conoce el nexo viral de la mujer fallecida que estaba internada en un hogar de ancianos? es sin duda un tema de estudio.
Sin embargo, se difundió y publicitó que el otro caso tendría un origen fuera de la provincia, concretamente de Chubut, provincia a la que viajó el joven junto con su padre.
Todo esto desencadena miles de conjeturas e interpretaciones que no se debaten precisamente en los ámbitos médicos y especializados pertinentes, sino en las redes sociales y en los medios de comunicación.
Es más, circula una información que habría un testeo al joven de Jacobacci que sería negativo y que resta aún conocer un segundo análisis. Esto se menciona sólo como dato sin confirmar y que deben ser las autoridades sanitarias la única fuente de información.
Pero no puede ser soslayado en este caso de Jacobacci, la estigmatización que se hizo del paciente.
Todo comienza cuando desde un whatsapp salido del hospital se dan a conocer las identidades de las personas contagiadas. Desde ese momento las responsabilidades caen en este joven que había viajado con su padre, veterinario y productor pecuario, a Trelew y Comodoro Rivadavia, a buscar un carnero, para inseminación artificial de lanares.
Este viaje se realizó el 8 de mayo, con las autorizaciones correspondientes, mientras que el regreso se habría producido fuera de los parámetros permitidos y con dudoso cuidado de las normas sanitarias vigentes.
Conocido el supuesto portador del virus, las redes estallaron. «A mi hijo y a mí nos estigmatizaron», dijo el padre, quien indicó que «no se puede linchar a una persona mediáticamente o a través de las redes sociales, por haberse contagiado» y agregó «es una locura».
Se habló de evasión de controles, usar caminos alternativos y hasta connivencia con policías, sin mencionar calificativos y condenas sociales y escraches.
Puede que existan responsabilidades en las actitudes asumidas por el veterinario y su hijo, serán motivos personales para examinar sus conductas, pero en definitiva se trata de un paciente contagiado.
A las responsabilidades de cada ciudadano y sus posibles inconductas sociales se deben sumar la necesaria preservación de las identidades de las personas afectadas.
Esto es imprescindible frente a la sensibilidad que se manifiesta en las redes sociales y condenas públicas, que precisamente producto del mismo aislamiento aumentan en intensidad.
También corresponde medir esta responsabilidad en los medios de comunicación, que replican informaciones en las redes.