Alerta meteorológica en el peronismo con posibles tormentas
(ADN). – Cuando los políticos en general y en la dirigencia peronista en particular dicen que “no es tiempo de hablar de candidaturas”, es sólo un remanido eufemismo que significa que desenterraron las hachas de guerra y que la batalla interna es inminente.
Esto sucedió el fin de semana en General Roca donde el sorismo convocó a una reunión, que en el receso estival le permitió dar la primera señal de que “estamos preparados”. Un llamado de atención para habilitar el reclamo para cuando se armen las candidaturas para las elecciones de diputados nacionales de este año.
De esta manera el sorismo logró su primer objetivo que es llamar la atención tratando de hacer presencia y desviar la atención que hoy concentra casi exclusivamente el senador Martín Doñate, tanto en sus contactos y recorridas por la provincia como gestor de primer orden ante las autoridades nacionales.
Una tarea que también podría haber asumido –al menos compartida- el diputado nacional Martín Soria, pero que no abordó.
Pero cuál es el mensaje: tenemos candidato a diputado nacional: José Luis Berros, aunque no fue lanzado públicamente, que contiene una segunda lectura subliminal que tiene como destino el 2023 dirigido al senador nacional rionegrino de Luis Beltrán.
¿Desde dónde se plantea esta posición? Es parte de la herencia de Carlos Soria, que asentó un poder territorial en uno de los circuitos de mayor caudal de votantes de la provincia e hizo de esos números una moneda de cambio permanente dentro del peronismo para imponer candidaturas.
Martín Soria es lineal en su modo de hacer política, casi siempre previsible. Es de libro: asentar el dominio de María Emilia en la municipalidad y desde su escaño en la cámara baja del Congreso buscar pertenencia en alguna “orga” que le de sustento –como hizo el Gringo con el menemismo cuando él venía de la Renovación de Cafiero-, y se alineó con el grupo “En Común”, junto con Nicolás Trotta; Victoria Donda y Víctor Santa María, entre otros.
Con otro mensaje a Doñate, instalándose lejos de todo resabio kirchnerista. Jugada repetida –por eso siempre el sorismo es previsible- como cuando invitó a Sergio Massa a la Fiesta de la Manzana y coqueteó con el massismo.
Esta eventual candidatura de Berros es “para negociar”. Soria quiere terciar ante las candidatas que hasta ahora se mencionan. Ana Marks de Bariloche y Ayelén Spósito del Movimiento Evita. Ninguno de los tres tiene vuelo propio y poder político para instalarse con pretensiones a una banca nacional. Todos son políticos dependientes.
De esta manera el sorismo encorseta al peronismo en una lógica territorial de preeminencia de donde hace valer una conducción que adquiere condición de permanente “in secula seculorum”.
Pero cabe preguntarse: ¿Sigue siendo así? La pandemia hizo daños en todos los órdenes de la vida y en la política licuó poder, ¿tiene el sorismo ese poder inalterable?
La sola pregunta es una duda. Y un sobrevuelo por el PJ muestra debilidades en la propia conducción del PJ. Cuáles son estos parámetros internos. Podría señalarse con escaso error de cálculo que Martín Soria no conduce el bloque del FdT que él mismo armó; no tiene el poder absoluto en la Liga de Intendentes y tampoco con el conglomerado de concejales. Un relevamiento no difícil de realizar.
De todos modos, el esfuerzo del sorismo es plantar bandera y decir: “aquí estamos”, porque es conocido que los candidatos del PJ y del FdT para las elecciones nacionales se digitarán en Buenos Aires en el marco de los acuerdos internos del poder gobernante.
En esto hay que indicar que la pretensión del Movimiento Evita de mantener a Spósito en la banca nacional o presentar nuevamente como candidata a Silvia Horne, es parte de esta pelea. Es probable entonces que las negociaciones del Chino Navarro en la provincia de Buenos Aires por lograr espacios para esa línea interna, sea parte de un acuerdo global en donde se encuentre Río Negro.
La realidad hoy para el peronismo de General Roca y el poder del sorismo no es el mismo desde hace dos años.
La derrota de los japoneses en Iwo Jima, en la segunda guerra mundial -un territorio inexpugnable- le hizo perder el Pacífico y la guerra. Fue la derrota final del Emperador Hirohito.