Herminio, la quema del cajón y las bolsas mortuorias
(ADN). – La política argentina nunca deja de sorprender. El sábado en las movilizaciones impulsadas por el macrismo en una demostración de fuerza contra el gobierno de Fernández, se desplegó un tétrico escenario frente a la Casa Rosada con bolsas mortuorias con nombres de funcionarios. Imposible pensar que este sector en su acendrada oposición, vestida de “republicanismo” (que nunca puede explicar) reivindicara 38 años más tardes a la figura de Herminio Iglesias en la representación macabra de la muerte como símbolo de odio y violencia. El séptimo círculo del infierno de Dante Alighieri.
El 28 de octubre de 1983, durante el cierre de campaña del Partido Justicialista, en la avenida 9 de Julio, en Buenos Aires, frente a 1.000.000 personas, Herminio Iglesias, metalúrgico y dirigente del peronismo de Avellaneda, prendió fuego un ataúd con las siglas de la Unión Cívica Radical y una corona mortuoria, ante las cámaras de la televisión.
Este hecho irresponsable y condenable fue sindicado como el motivo de la derrota del PJ en las elecciones de 1983. La UCR ganó con el 51,75% de los votos, mientras que el peronismo obtuvo el 40,16%. Raúl Alfonsín fue presidente de la Nación Argentina.
No es la primera vez que la oposición produce estas demostraciones que tienen que ver con la aparofobia y el odio a las clases populares. Hace 48 horas reeditó una vez más su fatigada estrategia y trajo a la memoria de los argentinos «con honores» a la figura de Herminio Iglesias.
“El anti peronismo, que es tan hecho social como el peronismo, se convirtió en la principal pauta con la cual el medio pelo creía conectarse con las clases altas”, decía Arturo Jauretche, autor de Los Profetas del Odio y la Yapa.
Es el mismo sector que se regodeó con la irracionalidad de aquel acto de Herminio Iglesias, hace 38 años, y que ahora demostró que el odio puede igualar dos polos diametralmente opuestos. «Las similitudes engendran la amistad», escribió Platón.