A los gritos y empujones
(ADN). – “La verdadera sustancia de la acción violenta es regida por la categoría medios-fin cuya principal característica, aplicada a los asuntos humanos, ha sido siempre que el fin está siempre en peligro de verse superado por los medios a los que justifica y que son necesarios para alcanzarlo”, señala Hanna Arendt en su libro: “Sobre la violencia”.
En las últimas semanas se sucedieron hechos de violencia que podrían tener varias interpretaciones sociológicas o psicológicas, incluso antropológicas, que llaman la atención y que merecieron la condena social.
Un grupo de dirigentes y militantes del gremio ATE, sacó de manera violenta del municipio a la intendenta de Cinco Saltos, Liliana Alvarado; el diario Río Negro, en General Roca, fue ocupado por sindicalistas de la CTA-Autónoma, para repudiar a un trabajador de prensa y el miércoles, Juan Carlos Scalesi, irrumpió de manera violenta –con un grupo de afiliados de UPCN- en la escuela 30º de Viedma, para llevar su reclamo salarial ante las autoridades provinciales, en un acto adonde se había anunciado la presencia de la gobernadora Arabela Carreras.
Sin duda hay factores que pueden conformar un comportamiento violento, como es la disputa patronal-sindical, sin que ello justifique acciones que se desmadren ante un reclamo, por más legítimo que se esgrima.
Lo paradójico de estos casos es que tanto UPCN como ATE, en su puja por el dominio territorial estatal siempre se acusaron de violentos. Algunas veces a unos le tocó ser punto y a otros banca y viceversa. Se intercambiaron desde hace un tiempo los roles de dialoguista y de callejeros, según la ocasión o los conflictos provinciales o municipales.
La actitud de UPCN del miércoles no se comprende, aun cuando se recuerda aquel exabrupto de “Rompan Todo”, parafraseando a Billy Bond, en un festival de rock de 1972, en el Luna Park.
El gremio estatal lleva adelante un plan de lucha que tuvo el 1 de marzo, en la apertura de las sesiones legislativas, su expresión callejera y luego se instaló una carpa frente a la Casa de Gobierno, donde ofrecen una variada oferta musical que se intercala con sonidos de bombos, estruendos y cornetas.
Hoy el final pareciera previsible. El gobierno no se inmuta, la gobernadora trata de estar lo indispensable en su despacho. Todos –como pueden- hacen oídos sordos y finalmente, como siempre destacó Scalesi, su gremio privilegia el diálogo a la violencia, y en consecuencia el Plan de Lucha terminará sin que la sangre llegue al río.
De no ser así, será imprevisible. Desde los paros y manifestaciones públicas de 1995 con tomas de edificios públicos, “escraches” y ataques a casas de funcionarios, nunca hubo un proceso violento, salvo en contadas ocasiones. Hoy no están dadas esas condiciones, no son iguales los parámetros, se pagan los sueldos en término y hay una recomposición salarial acordada en paritarias y en la mesa de la Función Pública, pero este pareciera que no es el punto.
Los gremios estatales –y así es la tradición en Río Negro y el país- pugnan por compartir el Poder tanto en las decisiones oficiales como en su legislación, que permite a sus dirigentes ascender en la escala sindical o legislativa, y ocupar cargos importantes -sobre todo en el ámbito parlamentario, medidos en el accionar pendular con diálogos en los despachos oficiales y la aplicación de medidas de fuerza y movilizaciones.
Un poder que se comparte corporativamente, o sea que cuando dialoga UPCN, le toca a ATE ganar la calle y cuando el que acuerda es ATE, cambian los roles y UPCN toca el bombo. Cuando toquen juntos habrá preocupación en los gobiernos.