Acertar en pandemia. ADN
Acertar con las políticas correctas en pandemia demanda un esfuerzo titánico y además es difícil de lograr. Es como el Mito de Sísifo, subir la montaña con tremenda piedra en las espaldas, bajar y volver a subir.
En este marco la buena voluntad de los decisores no alcanza y la pandemia pone a prueba políticas erráticas que pretenden ganar votos en las urnas, que pensadas para fin de año es un tiro a la luna.
Nadie acierta y todos juegan –a pesar de los contagios y muertes- saltando en la rayuela esperando llegar al cielo.
La segunda ola del Covid les explotó en la cara a todos, desde el Presidente a los gobernadores. Pasaron meses alertando que el virus llegaba con más envión y furia que el año pasado y nada hicieron, hasta que lo inevitable llegó sin invitación. Como el cuento del pastor mentiroso, ahora falta credibilidad.
Muchas reuniones, consultas con los sectores, expertos y epidemiólogos, y discusiones sobre el cierre de actividades cuando la realidad estaba en el registro de los hospitales y centros de salud privados y los propios informes diarios del Gobierno.
El Presidente, molesto, actuó desde el hipercentralismo en las tomas de decisiones, en tanto que ninguna administración provincial tomaba cartas en el asunto y el lobo avanzaba sobre las ovejas.
Actuar en términos políticos electorales es un error y lleva a estrategias equivocadas. El gobierno rionegrino, alentado por decisiones del partido, tomó el rumbo de Horacio Rodríguez Larreta sobre el tema de la presencialidad escolar y sufrió las consecuencias. Los comicios de medio término están lejanos como para definir diferenciarse en este contexto con el gobierno nacional y más en una provincia en rojo epidemiológico con más de 6000 casos activos positivos.
La oposición se perdió una oportunidad. Se olvidó de aquella consigna: “Weretilneck es Macri”. El Frente de Todos armó su estrategia en la crítica a la política de salud. Un tema controvertido porque el margen de error es finito para equivocarse, en tanto que el virus sorprendió a los sistemas de salud de todas las provincias y al Estado nacional, más aún luego de cuatros años de gobierno de Mauricio Macri que desmanteló -entre otras cosas- el sistema de salud pública.
Todos los sistemas están sobrepasados, algunos más que otros. Hubo una reacción rápida del Estado nacional para apurar el equipamiento en salud, acompañado por las provincias, con aciertos y errores. Se logró gracias a la cuarentena del año pasado.
La oposición política entonces quedó en manos de la UnTER, ante la poca habilidad política del Ministerio de Educación que anunció descuentos “por trabajar a distancia”. ¿Trabajaron o no trabajaron los docentes? Difícil de dirimir en la legislación laboral.
El PRO, escaso de voceros, sólo espera algún resquicio para meter bocado en la pelea política e insiste en “la economía” y haciendo los deberes que les mandan de Buenos Aires. Reclama por más vacunas, o sea “el agüita” que denunciaban militando la anti vacunación.
A su vez, el Jefe de la Ciudad de Buenos Aires quiere emular a Isabel Díaz Ayuso, del PP, reciente ganadora de las elecciones en Madrid, entusiasmado por el triunfo de la derecha, pero el Covid no distingue espacios geográficos y no puede poner en una burbuja a más de tres millones de argentinos de CABA.
Es necesario, al menos hasta las elecciones, que todos practiquen la prudencia y forjen el consenso y la unidad institucional necesaria para enfrentar esta pandemia. Lo dijo Alberto Fernández cuando anunció las nuevas restricciones, «no puede haber 24 estrategias» sanitarias diferentes en el país.
La fórmula está en que quienes tienen el mandato popular de gobernar, tomen las decisiones, con consenso social. Así sucedió en la mayoría de los países, que pudieron avanzar en una salida programada y ordenada, aunque sea temporalmente, de la pandemia.
Hasta acá, no prima el consenso ni la cordura. Es evidente que este es un año electoral.
El Presidente reunió a los gobernadores, infectólogos y especialistas para decir la nueva etapa. Pero no fue hasta que (en privado) resolvió cerrar el país por 9 días. Lo hizo junto al Alcalde porteño y al gobernador bonaerense, Axel Kicillof. Centralismo puro. Los mandatarios del resto del país se enteran por la tele. Hubo enojo. Pero todos tienen el paraguas que buscaban: la decisión se tomó en la Casa Rosada. ¿La gente lo sabe? No. Las marchas en diferentes ciudades de Río Negro apuntaron contra el gobierno provincial y los intendentes.
Se vienen tiempos difíciles. La situación sanitaria será angustiante y es difícil que baje la tensión política. Las urnas, allá por fin de año, dirán quién acertó con la estrategia.