El poder de los votos. ADN
En Río Negro se contó voto a voto para definir el segundo lugar de la banca nacional en disputa para el Congreso de la Nación, entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. La diferencia a favor del segundo fue de 736 sufragios, que ya perdió su importancia numérica, pero que adquiere valor político para sumar un escaño a la oposición nacional del gobierno de Alberto Fernández.
Este es el valor último. Lo demás queda para las estadísticas. La elección del domingo pasado ratificó la supremacía del oficialismo provincial, obliga a la esperanza a JxC y pone en situación crítica al FdT, con una derrota que por primera vez lo coloca a la cola de los candidatos y pierde un representante en la cámara baja del Congreso.
Más allá de estos resultados, la provincia presenta hoy un mapa político que rompe con la idea binaria electoral e incorpora una tercera fuerza en la discusión por el poder en Río Negro.
Un escenario similar a las elecciones del 2003, cuando Miguel Saiz (UCR) logra el 32% de los votos; Carlos Soria (PJ), el 30% y Julio Arriaga (FG), el 20%, (también compitió Eduardo Rosso (MARA), con el 10.35%).
Aquellos comicios le otorgaron siete bancas en la Legislatura de Río Negro, a la tercera fuerza que comandaba Arriaga. El radicalismo sumó 24 y el peronismo 10. Aquel espacio podría decirse que marcó el camino de Alberto Weretilneck para llegar al sillón de Laprida y Belgrano, en Viedma. Terceras fuerzas que se empoderan frente a los partidos tradicionales.
Juntos tiene que atesorar la diferencia de 10 puntos en la intención electoral y no “dormirse en los laureles”. Si bien mostró un claro dominio en la geografía provincial y en la mayoría de los municipios, perdió en el alto valle, donde se asienta un fuerte poderío en los electores.
Asentado en la Casa de Gobierno, Juntos tiene la responsabilidad de gobernar y responder a las expectativas de los rionegrinos. Ese poder lo coloca en una posición de privilegio que debe cuidar con mucho celo. Tracciona con dos motores: el gobierno y el partido.
Juntos por el Cambio tiene el compromiso de salir de Cipolletti y el alto valle y buscar adhesiones en el resto de la provincia.
En estas elecciones no ganó en ningún departamento provincial y fue segundo en el de General Roca, en Adolfo Alsina y San Antonio y último en los 10 restantes. Este cuadro sería mezquino en el futuro en otorgarle bancas en la Legislatura.
El caso del FdT, la derrota impactó duro y comenzaron las críticas internas. La dirigencia del peronismo -principal partido de esta alianza- deberá pensar y repensar el futuro. No sólo se trata de adjudicar todo el peso de la derrota en Martín Doñate -elegido como centro de las responsabilidades- porque también hay cargas en las autoridades partidarias, del Consejo provincial del PJ, del Congreso, de unidades básicas locales e incluso del ministro nacional Martín Soria, socio de Doñate en el actual acuerdo provincial interno del PJ, que colocó a Alejandra Más como presidenta.
Con el devenir de los días se escucharán las mismas críticas que se exponen desde 1983 y en las consecutivas derrotas. Falta de dirigentes, defecciones, carencia de propuestas y proyectos, en definitiva, no hay acompañamiento del pueblo rionegrino, no enamora y la dirigencia no convoca. Hay desconfianza. Un tema clave a resolver.
El diagnóstico preocupa. La caída desde el 2015 es constante y hoy con números flacos de representación, abundan las críticas internas, los pases de facturas y comenzó la búsqueda de posicionamientos de sectores y dirigentes, cuando aún no se guardaron las urnas. Hay urgencias.
En Bariloche se ilusionan con un mayor protagonismo provincial, luego de la recuperación de votos del domingo. Se piensa en un eje con General Roca y ya circulan apellidos para ese proyecto, por ahora de dos mujeres.
A su vez, en Roca, la intendenta María Emilia Soria, apenas terminadas las elecciones felicitó a los roquenses “por el acompañamiento del voto”, a pesar de la mínima ventaja lograda. Este fue un mensaje que pretende poner a esa ciudad nuevamente como matriz del PJ, con la posible propuesta de “la gringuita” como candidata en el 2023 y con Martín, su hermano, como sponsor desde alguna eventual candidatura legislativa nacional.
Pareciera que hasta ahora nada cambió y persisten los errores. En el 2019 se argumentó para explicar la derrota de Martín Soria, que no hubo respaldo del pichetismo. A su vez, la derrota de Pichetto en el 2015 se adjudicó a la elección de Ana Piccinini, ex Defensora del Pueblo y de origen radical, como vice, que hacía perder el voto peronista, incluso se le pidió al candidato que para fidelizar el voto peronista esconda a la candidata.
El peronismo tuvo históricamente yerros de comunicación electoral. El mensaje también es un problema y no genera empatía con los votantes. Como contrapartida a esta falencia, se recuerda el spot publicitario con que Weretilneck llegó a la gobernación por primera vez, con música de fondo de la banda Calle 13. Una herejía para el pensamiento conservador.
Al FdT le queda como recurso de su propia reconstrucción tomar al pie de la palabra el consejo del presidente, Alberto Fernández, en su discurso del Día de la Militancia, cuando pidió que para el 2023 los cargos “desde los concejales hasta el presidente de la Nación” serán sometidos a elecciones internas partidarias”. De los errores se aprende.
Esto hizo el radicalismo (que de internas sabe mucho) en las PASO y en las generales del domingo movilizó y renació en todo el país -por ejemplo- con Facundo Manes, para poder disputarle ahora al PRO la conducción del JxC.