La violencia verbal y el orden social. ADN
Hannah Arendt, manifestó que la violencia es “muda por definición” y no pudo ver como la política actual hace “mucho ruido”, donde el discurso es la continuación de la violencia por otros medios. Contrario a la democracia y a la propia política.
Este clima contamina hoy las elecciones. A dos semanas de las PASO ¿Qué recibe el votante como mensaje? Difícil respuesta.
No hay tareas militantes en ninguno de los partidos políticos, que recorran las calles difundiendo las ideas partidarias ¿Hay ideas? Los locales están vacíos. Los candidatos no hablan desde tribunas convocantes de simpatizantes ansiosos de escuchar “la bajada de línea”.
Ese mensaje, por lo general cargado de violencia, llega por los medios nacionales -sobre todo la televisión- y las redes con inusitados niveles de agresión.
Muchos años de grieta impusieron una verba agresiva y violenta, como nunca en la Argentina.
El uso de la violencia en el lenguaje se confunde con el acto de hablar, cuyo fin debe ser construir sentido, y no destruir. En la democracia el lenguaje funciona como un canal de expresión al servicio de los ciudadanos; pero cuando se trasgrede con la proliferación de insultos, ofensas, injurias y amenazas sin sentido, se convierte en un arma contra el orden social.
Esto se recibe a diario y que se refuerza con descalificaciones que se suman en las redes, memes y tik tok, como el que difundieron desde el sector de Patricia Bullrich, donde la candidata aparece rodeada de jóvenes que se identifican como “pitukitos de recoleta” donde señalan que “somos muy diferentes a las provincias” y se autocalifican como “de clase alta y de gente linda”. Un mensaje agresivo, despreciativo para las provincias y la marginación social, como respuesta al gobernador electo de Córdoba, Martín Llaryora, quien desde el centro agroproductor del país bramó: «basta que nos digan qué hacer los pituquitos de la Recoleta».
Impensado en la vida democrática argentina. Landrú -humorista gráfico- dibujó al general Juan Carlos Onganía, presidente de facto, como una morsa, por los tupidos bigotes y a Arturo Illia, presidente radical, como una tortuga, por la lentitud y parsimonia provinciana de su gobierno.
El liberalismo y su extrema derecha se apropió del lenguaje violento y cae en los brazos de una sociedad donde los daños de la grieta fueron preparando como caldo de cultivo y lo instaló en la normalidad.
Este marco nacional, sin militancia y sin trabajo político, da sentido a las encuestas que ubican a Patria Bullrich primero en el país con encuestas que demuestran que en la franja de voto joven prefieren a «Pato». Lo mismo sucede en Río Negro, con números donde el candidato a diputado nacional Sergio Capozzi, ni siquiera debe esforzarse en la campaña.
Ese tono en clave de Do Mayor es la misma sintonía que usa Javier Milei, para competir en el ala de la extrema derecha. “Quiero dinamitar el Banco Central” anunció, cuando sencillamente podría haber dicho que quiere eliminar a la entidad del organigrama institucional nacional. Violencia discursiva. Y de esto será subsidiaria Lorena Villaverde, que apoya al candidato de Libertad Avanza y que sólo espera recibir las regalías. Ni campaña necesita.
Horacio Rodríguez Larreta quedó atrapado en la lógica de la grieta con su discurso moderado. Sin apoyo de Mauricio Macri y con discursos en clave de Do Menor, con propuestas expresadas con poca convicción y el apoyo de Gerardo Morales, patrón de la UCR, se presenta como un ganador.
Esa aspiración fue perdiendo fuerza, con el peligro de ser el lame duck (pato rengo) del liberalismo porteño. Además, Morales no puede garantizar una conducta homogénea de los radicales en todas las provincias, como en Mendoza o Córdoba y en Río Negro, por ejemplo, donde Genoveva Molinari, presidente del Comité Viedma radical, integra la lista de diputados de Bullrich.
Larreta tiene en Río Negro a su candidato a diputado nacional, Roberto Brusa, que funge en esa sintonía, no es conocido y llegó a la postulación a sola propuesta de Aníbal Tortoriello. El Jefe de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, no convoca en la provincia. En Bariloche presidió actos de no más de 20 personas. No hay reflejos de su gestión que irradien esperanzas.
Sergio Massa, de Unión por la Patria, cuenta con la base electoral del PJ, aunque no sea uniforme para las PASO, pero no hay militancia en la calle que augure mayor éxito, a pesar que muchos lo ven ganador en las primarias, donde habrá divisiones y Juan Grabois rascará votos. El líder social, en desventaja en esa interna, es quien más visiblemente salió a militar.
El discurso de ese sector es frágil frente a los índices de inflación y la cotización del dólar, con una militancia dividida y quizás con un solo tema en común: el fracaso de Alberto Fernández, que “ahora hay que levantar”. Al gobierno le faltó peronismo.
Los dichos de Luis Albrieu, massista, intendente electo de Villa Regina, dieron en el clavo sobre Unión por la Patria y las PASO, en la provincia, cuando dijo que en su pueblo le cuesta trabajar para el candidato a diputado nacional Martín Soria “porque nunca vino a Regina”, mientras aludió al apoyo siempre presente de Juntos Somos Río Negro.
Mas difícil es aún la posición en esta contienda del candidato a diputado nacional por el oficialismo, Luis Di Giacomo, con un discurso federal, fuera de época, que los candidatos presidenciales ni mencionan y algunos desprecian.
No se observa esa enjundia en Juntos Somos Río Negro, como en otras campañas electores. Hay una definición más que elocuente. En Juntos se escucha: “pobre Luis, la tiene muy difícil”, como todo análisis electoral del oficialismo.
Imposible así un futuro político para el país, cuando el mensaje está dominado por la violencia, incluso con justificación moral, que tendrá consecuencias sociales, políticas y psicológicas, que afectan directamente a los ciudadanos y a las instituciones del Estado.
La violencia verbal elimina el diálogo y da paso a actitudes histriónicas sin aportes de ideas, pero estos discursos se multiplican y captan la simpatía del ciudadano común.