Política y políticos
(ADN). – Las PASO trajeron la sorpresa de Javier Milei, como el más votado. El desempeño electoral del economista disruptivo que grita -cada vez menos- y que con motosierra en mano promete un gobierno que se presenta con dudas en las promesas electorales, es una realidad.
¿Cuál fue el análisis posterior a ese domingo? El voto bronca, asumido en sectores vulnerables, empobrecidos y una juventud que se identifica con la convocatoria de “romper todo”.
Repudio a los políticos, pero es un error incorporar a este título a la política, porque Milei hace política y sus propuestas también son políticas, cargadas de ideología.
La bronca, entonces, se canalizó en Milei, pero eso fue en una punta de la ecuación electoral, porque si bien se definió esta elección como de tercios, bien puede ser de cuartos, porque alrededor de 10 millones de votantes en el otro extremo, también manifestaron su descontento y no fueron a votar o lo hicieron en blanco.
Los partidos políticos están en crisis de representación. Falló aquel proyecto de la reforma constitucional de 1994, donde Carlos Menem y Raúl Alfonsín diseñaron un sistema bipartidista. Un ejemplo de aquello fue que para ganar en primera vuelta el candidato más votado debe obtener el 45% de los sufragios o el 40% y una diferencia de 10 puntos con el segundo postulante.
Pero, también es cierto que los partidos políticos han mutado en alianzas electorales, que tienen una diferencia muy sutil con los frentes electorales. Estos se estructuran a partir de un partido central, fuerte y con convocatoria de aliados políticos afines. El peronismo siempre fue frentista y también la UCR rionegrina desde la gestión de Horacio Massaccesi hasta el final de Miguel Saiz. El radicalismo convocaba. Podría decirse que el proyecto de abril de Weretilneck fue frentista, convocando a otros sectores sin perder su identidad.
Las alianzas demostraron sus debilidades, propias de sus génesis. Una coalición de fuerzas que se juntan sólo para ganar sin importar mucho sus propias ideas y convicciones. Un variopinto de dirigentes que se entrecruzan. El fracaso de la alianza que llevó a De la Rúa al gobierno fue una experiencia que no fue muy tenida en cuenta.
¿Por qué se insiste entonces? Nadie gana solo y entonces surge el fracaso de los partidos tradicionales en poder mantener su propia fuerza, incluso invalidados de convocar a frentes electorales.
Así se constituyó el actual gobierno nacional entre la alianza de Cristina, Massa y Alberto Fernández. El PJ fue un convidado de piedra.
Juntos por el Cambio tiene una composición multicelular que dio origen a un tejido que comparten una variedad de sectores aglutinados fundamentalmente por su antiperonismo o antikirchnerismo.
La lógica política de las alianzas entonces es el acuerdo cupular que la aleja del certificado de origen y su convalidación ciudadana, donde el votante no se siente comprometido con las historias partidarias comunes y por lo tanto se siente libre al votar.
Los ejemplos en esta provincia sobran.
Fracasan los partidos y fracasan las alianzas. ¿Entonces cómo se comporta el electorado cuando aparecen “ideologías sustitutivas”’?
La falta de legitimidad de los acuerdos dirigenciales genera prescindencia y falta de compromiso. Sin militancia, sólo hay operadores que responden a cada uno de los partidos que integran esa alianza.
No hay ámbitos de debates de las políticas públicas. Las alianzas evidencian carencias de una línea ideológica común y sólo muestran un conjunto de fuerzas que se conjugan con el solo propósito de llegar al poder. O sea que su debilidad es intrínseca a su génesis. Falta una mirada bifocal del presente respecto del futuro.
Podría decirse que esto le pasó al radicalismo con el PRO en Juntos por el Cambio. No hubo debate, solo acompañamiento en segundo orden.
El sistema político está en crisis. Los partidos y las nuevas formas de expresión en alianzas meramente electorales que fracasan cuando gobiernan. Sin renovación no hay destino.
Este sistema aleja a los políticos de la gente. Se pierde el conocimiento del fondo y por el contrario se afirman las formas.
Este alejamiento y la falta de compromiso con la realidad, generan opciones alternativas sustentadas en este divorcio y que luego sorprenden.
Ante el fracaso de los partidos y alianzas ¿Qué vendrá?