Cansado de oírme. ADN
Pasó una semana de las elecciones municipales de Bariloche, que más allá de los pases de facturas internos, la defección de cierta dirigencia, la opacidad o las justificaciones, obliga a pensar en el futuro del oficialismo. La derrota dolió, enojó y desnudó situaciones que, aunque previstas no son menos discutibles.
A sus 87 años, poco antes de morir, la preguntaron al escritor portugués José Saramago, porque era remiso a conceder entrevistas personales. “Creo que estoy cansado de oírme, de decir siempre lo mismo”, fue la respuesta.
Este es el karma del discurso político, que aburre, no dice nada y que luego se sorprende cuando el pueblo vota distinto a los presupuestos vigentes y sin sentido crítico.
En Bariloche la derrota de Arabela Carreras rompe el dique de contención electoral que esperaba el oficialismo en el distrito más poblado de la provincia, y ahora asume más contiendas en otros municipios con resultados inciertos. La pérdida no fue un hecho aislado ya que Juntos viene sufriendo un declive en su caudal de votos desde 2019 en forma pronunciada y que exige no soslayar la situación, sobre todo porque en diciembre se inicia el nuevo gobierno de Alberto Weretilneck.
Hay una transición en el medio, que pareciera ser ordenada, según pactaron los operadores -en nombre del senador y de la gobernadora- que conversarán al menos hasta octubre, fecha que puso el gobernador electo para tomar decisiones.
Se presume que vendrá un gobierno distinto, mas chico en estructura gubernamental, con funcionarios más jóvenes y con planes de transformación del Estado, reducido en todo sentido.
Juntos sabe que no tiene el volumen de antaño. Que será un gobierno que requerirá apertura, ante una estructura que fue perdiendo su precio, con dirigentes ganados por el “buon vivere” y afincados en su zona de confort. En física esto se llama «agotamiento de materiales».
El radicalismo gobernó 22 años ordenando hacia adentro para que la puja de sectores no afecte la gobernabilidad, hasta que el gobierno de Miguel Saiz, no contuvo el redil y permitió el internismo. El resultado es conocido y el peronismo -aunque sea por pocas semanas- llegó al Gobierno.
En Juntos la interna llegó antes de aquellos tiempos. Un signo peligroso.
También JSRN tiene problemas para fidelizar su voto, ya que no pudo contener votantes en su prédica provincialista ante la presión de la situación nacional que impacta como un Tsunami.
Con apenas el 10 por ciento de los votos en las PASO, tendrá que remontar la cuesta hasta octubre, aunque frente a los anuncios liberales privatistas de Javier Milei y de Patricia Bullrich, tiene un sendero para explotar con la defensa territorial rionegrina.
Weretilneck, como buen tiempista y dotado de un perspicaz pragmatismo, sabrá luego de las elecciones presidenciales, en que tono ejecutar el aria del concierto nacional con la batuta de la Casa Rosada.
Consultado un dirigente radical rionegrino: “¿Que hará la UCR en octubre?”, respondió: “nosotros asumiremos en diciembre el gobierno provincial”.
Reafirmación que está vivo el gran acuerdo provincial pergeñado por Weretilneck con el apoyo del radicalismo y de Nos Une Río Negro, una realidad que pareciera tomar cada vez más cuerpo, que se entiende ante la anemia de Juntos, que necesita una dosis fuerte de hierro y recuperar glóbulos rojos, cansado de oírse.
Un gobierno distinto y apoyado en intendentes del peronismo y radicalismo.
Con un trabajo de confluencia legislativa que sea el apoyo de medidas transformadoras para votar por ejemplo un nuevo Plan de Salud; un programa de desarrollo tecnológico; transformación del IPROSS; del IPPV con nuevas políticas de viviendas; la cuestión de la seguridad con otro perfil preventivo y represivo policial; y entre otros proyectos, la incorporación de nuevas áreas de riego en el valle medio y el valle inferior.
Juntos debe volver a fidelizar a sus votantes con otra luz propia y a la vez fijar con claridad quién o quiénes son sus adversarios.
Está escrito que una vez Ronald Reagan, presidente de los EE. UU le dijo a Mijaíl Gorbachov, presidente ruso, que no se preocupe por las diferencias entre los dos países, porque las fuerzas armadas de las dos naciones se unirían para repeler al enemigo común si un día hubiera una invasión de extraterrestres.