No es un conflicto político más
(Osvaldo Nemirosvci*). – El gobierno ofrece una cara bifronte. Con la particularidad que ambos perfiles se manifiestan en un mismo espacio que hasta ahora propone similitudes identitarias.
Y ese rasgo le otorga singular ventaja en la relación de fuerza que la política pone en juego. Porque en la crisis de representación que vive el país, ese oficialismo satisface bien, y aún más en su carácter biseco, gran parte de la demanda de la sociedad, mientras que la oposición, sobre todo el peronismo, muestra debilidad a la hora de simbolizar pretensiones de esa misma sociedad.
Y hablo de etapa bifronte entendiendo que el gobierno formaliza un combo donde integra, por un lado intereses económicos empresariales, que se visualizan con cierta facilidad en parte del articulado de las propuestas legislativas que envía el PEN al Congreso y también en apellidos de fuerte vinculación con esos intereses que forman parte del elenco gobernante y por otra parte una cosmovisión, sobre todo sostenida por el presidente, que concierta aspiraciones redentoras y místicas sostenidas en terminologías pletóricas de religiosidad y amparadas en falacias de débil sustentación y que puede sintetizarse en la aspiración a encabezar una revolución conservadora. Válida idea, como lo es casi siempre ser parte de una alteración de sistemas, y de ahí ciertas desmesuras que todo momento revolucionario implica y que, en este caso por tratarse de una algarada de tipo reaccionaria, carga en sus “proclamas” injustas medidas para el sentido común y para la calidad de vida de mucha, pero mucha, gente.
Entonces, esa miscelánea gobernante que une intereses de empresarios con desmedida glotonería y aspirantes a una revolución que haga regresar la Argentina muchos años atrás, aparece como una fuerte consolidación política y cultural que hoy muestra síntomas de entonar con similares deseos mayoritarios de la población. Y aun teniendo en cuenta que las apreciaciones cuantitativas mutan con vertiginosidad y la mayoría de hoy puede convertirse en el repudio de mañana, esa alianza oficial está imponiendo, por el momento, su agenda.
Enfrente, en un variopinto cuadro donde se unen broncas autoconvocadas; referencias gastadas en la credibilidad popular, pero con voluntad de dar pelea, intereses desplazados, temores ciertos a potenciales represiones y menoscabo de libertades, hambre real y futuro, organizaciones políticas y sociales con fuerte declinación de poder, comunidades regionales golpeadas y otras significancias de la política local; surgen dos o tres datos que pueden consolidar esperanzas y ofrecer matices organizativos para que esa agenda conservadora y esos intereses empresariales que hoy dominan el escenario, no avancen con facilidad.
Uno de esos datos es filosófico e histórico, el signo insumiso de millones de compatriotas. Otro dato es el carácter de clase que los trabajadores poseen y deben sostener a toda costa, pues ese carácter más allá de conducciones y momentos, es indócil a injusticias y no se satisface en su valoración estratégica con ninguna movida conservadora. Y otro es el peronismo. No éste peronismo, en caso que sea posible hacer una distinción. El peronismo como valor identitario que sea alojamiento y continente de luchas justas, de rebeldías, de indomabilidad ante “latigazos” retrógrados, aunque también esta característica hoy forme parte de su andamiaje y deba haber sacudidas firmes que la saquen de encima.
En definitiva, hay un bloque de poder, hoy consolidado en el gobierno, pero también hay un bloque para oponerse. Bloque tácticamente más frágil, pero con posibilidades estratégicas considerables.
No es solo una lidia entre propuestas políticas de momento ni de diferencias entre valoraciones sobre medidas públicas, que las hay desde ya y muchas.
Una política con shock de ajuste y una alta devaluación destruye ingresos en la mayoría de los hogares y además viene incluida una altísima inflación.
Nuestra sociedad se percibe agredida y preocupada hasta casi la desesperación ante un futuro inmediato con dificultades para pagar alimentos, servicios, escolaridad, combustibles, salud. Por eso en el inicio aclaré que las mayorías tienen la transitoriedad que su paciencia y posibilidad de supervivencia le brindan.
Es una confrontación, esperemos que transcurra democráticamente (ante las propuestas punitivas en la reforma del Código Penal, y el intento oficial de no garantizar derechos a la reunión, a la petición ante autoridades y a la libre expresión, permítannos dudar de esto), entre los que quieren reconfigurar el pais y su sistema, con un reloj que marca las horas al revés, para modificar usos convivientes habituales, cambiar estilos de las afinidades sociales y logra una suerte de original pacto social que, en lugar de armar mejores vinculaciones colectivas, las desarme. Un nuevo pais sobre modelos del peor ultra liberalismo, aquel de Murray Rothbard, ídolo de Milei y esperpento de las serias doctrinas económicas del liberalismo clásico, y quienes, con carencia en imagen de gestión, reconociendo antecedentes de gobierno con claroscuros, pero con sincero ímpetu de ser mejores en serio y no con declamaciones de ocasión, ponemos en valía un compromiso democrático, un sentido de justicia social y cierta comprensión real del mundo y del sentido común necesario.
Hemos cometido errores, falta en nuestra dirigencia una sincera autocrítica, pero creemos que un pais y sus regulaciones y leyes se hacen con la voluntad y la representación de todos y no con un súper agente paraestatal (Federico Sturzenegger) que en la soledad de su mediano intelecto arma miles de reformas, modifica tres mil posiciones legales, para un mundo que intenta inventar, pretendiendo reemplazar desde el unicato de la soberbia a millones de argentinos. Él sabe lo que precisamos. Nosotros no. Por eso la frase que más repiten junto al presidente es “no ven la libertad que estamos trayendo”.
No es un conflicto político más. Es un momento decisorio para los próximos 50 años.
*Legislador MC