Una apuesta al desorden político
(ADN). – El diario La Nación publica una nota, titulada “La temeraria apuesta oficialista”, donde analiza los procedimientos del presidente Javier Milei, de “potenciar la fragmentación para reinar hasta fronteras que se desconocen” y destaca que “el manual con el que se llegó no se toca, solo se perfecciona y se prolonga. Seguir en campaña para tratar de gobernar”.
En resumen, para el diario de Buenos Aires, “la apuesta al desorden político, sin temor al caos, es la impronta de la hora oficial, con la ilusión de imponer el nuevo orden mileísta. Una táctica para la que los rivales aún no encuentran respuestas.
Hace referencia luego a distintos hechos de la semana, “como una puesta en acción de varios capítulos de ese libro de cabecera”.
La etapa de conflictividad y confrontación que inauguró el ferroviario Omar Maturano fue recibida si no con entusiasmo al menos con pragmática satisfacción por la Casa Rosada. De allí la falta de acciones para amortiguar el choque de frente. En lugar de poner paños fríos, hubo palabras cada vez más calientes y dilaciones en las soluciones. Tensar es la consigna, ¿Hasta que se rompa?
La explicación es que, desde la perspectiva oficialista, la medida de fuerza que complicó a más de dos millones de personas, entre afectados directos e indirectos, enfrentó a los impopulares sindicalistas con los ciudadanos comunes y dejó expuestas las muchas pujas internas que existen en el mundo sindical, desde la CGT hacia abajo. Tanto como desnudó el desorden general que impera en el peronismo, donde el grueso de la dirigencia gremial abreva y se ampara. El seno del movimiento es hoy un hormiguero en erupción, sin liderazgo indiscutidos ni comunidad de intereses.
Dice La Nación que “nadie conoce la frontera ni las consecuencias de ese desorden, ni está calculado el riesgo de que se transforme en caos”.
Sostiene que “las certezas y los planes trastabillan ante el desconocimiento de cuál es el límite de la audacia o la temeridad de esta especie desconocida para la política que hace 75 días preside la Argentina. Una demostración cabal de lo que el politólogo y experto en comunicación política Mario Riorda denomina “liderazgo avasallante”. Una modalidad que no repara en consecuencias, y, al mismo tiempo, refuerza las expectativas, demandas y creencias casi exclusivamente de su núcleo duro, “y, en términos boxísticos, busca desesperadamente el knock out”.
El anuncio celebratorio del cierre del Inadi por parte del vocero presidencial es la continuidad por otra boca del insulto presidencial a los políticos a los que les dijo excrementos o la (des) calificación al Congreso al que llamó “nido de ratas”.
No extraña, así, que los principales representantes del oficialismo en el Parlamento prefieran en estos días andar más que en puntas de pie y tener la menor aparición pública posible hasta después del próximo viernes, cuando el Presidente deba hacer la apertura de sesiones ordinarias.
Pero la del Gobierno no es la única perspectiva, explica la nota. Como en el ajedrez, las piezas negras también juegan, aunque corran de atrás. En un clima social de mucha fragilidad, que la dirigencia tensa desde arriba y desde debajo, acaba de empezar una especie de guerra de guerrillas sindical y de los movimientos sociales.
El paro en el área de la salud y la casi segura perspectiva de que las clases no empezarán en tiempo en buena parte del país, por la medida de fuerza que lanzó la Confederación de Trabajadores de la Educación (Ctera) promete un pico de conflictividad. Además, la reagrupación en la acción de organizaciones sociales peronistas y de izquierda volverá a poner a prueba el protocolo antipiquetes.
En este panorama tormentoso el peronismo busca vías de ordenamiento, que la realidad (léase el Gobierno y su propia interna) le complica y algunos dirigentes salen de las sombras, tras la derrota, para intentar ser el faro o el ancla de un barco sin rumbo cierto.
Al mismo tiempo, las dilatadas y brumosas conversaciones para alcanzar algún acuerdo entre libertarios y macristas activan nuevas fragmentaciones y exponen novedosas diferencias en cada uno de los espacios. Al mismo tiempo, mantienen la unión transitoria de empresas, a la que también se suman el radicalismo y el peronismo dialoguista, para darle algún soporte al Gobierno.
La integración de ese cuerpo fue un nuevo triunfo parcial del Gobierno. No obstante, el tratamiento final en el Congreso de esa norma de excepción es una incógnita tanto como la posibilidad de que sea rechaza. Por ahora el oficialismo logra prorrogar su vigencia, mientras avanza, con tropiezos, en otros terrenos.
Un nuevo motivo de alerta se produjo ayer ante el fallo de un tribunal federal chubutense, que suspendió la eliminación de los fondos para subsidiar el transporte, ante una presentación del gobernador Ignacio Torres, que pertenece al Pro. Los aliados defienden sus intereses.
La audacia (o la temeridad) a veces encuentran límites, aunque también son motores para buscar nuevas maneras de romperlos sin importar las consecuencias. La apuesta al desorden político, sin temor al caos, es la impronta de la hora oficial, con la ilusión de imponer el nuevo orden mileísta. Una táctica para la que los rivales aún no encuentran respuestas.