GNL: la tensión política desvirtúa un proyecto colectivo
(ADN).- La posible instalación de una planta de licuefacción de gas en Río Negro para exportar el GNL de Vaca Muerta pasó de ser un proyecto colectivo, a desvirtuarse por la tensión política. La pelea incluso escaló a título personal.
Desde hace décadas, distintas fuerzas políticas vienen plantando darle más actividad al puerto de San Antonio Este, e intentan instalar actividades y proyectos que muevan la modorra de las aguas del Golfo que solo se agitan para exportar peras y manzanas. Así, surgió la idea de competir con el puerto de Bahía Blanca que está al límite de su capacidad.
Pero nunca existió una posibilidad tan concreta de convertir al este de Río Negro en un polo de desarrollo y exportación hasta que tres proyectos parecían enlazarse y por fin cumplir con viejos anhelos: el oleoducto Sur de Vaca Muerta (que está en construcción), el hidrógeno verde y la planta de GNL. Todo ello confluiría en Punta Colorada para aprovechar la salida al mar en esa región de Sierra Grande que contaría además con la constitución de una zona franca.
Los proyectos no son nuevos y el RIGI no era siquiera un tema de agenda.
El oleoducto tuvo cuestionamientos de sectores ambientalistas, pero no de partidos políticos. Todas las fuerzas acompañaron el proceso que puso en marcha YPF.
El hidrógeno, en cambio, generó resquemores internos en el oficialismo rionegrino, pero hoy no hay dudas de su potencialidad futura en el proceso de transición energética que justamente está proceso porque la cumple el gas: el paso del combustible fósil (petróleo y carbón) a los combustibles limpios a base de energía eólica y solar.
En cambio, la planta de GNL (una iniciativa tan antigua como las otras pero con estado público reciente) nació sin cuestionamientos. Por el contrario, existe unanimidad de criterio político, tiene licencia social, y las fuerzas productivas y económicas lo esperan. Es un proyecto colectivo. Tanto, que la región del este rionegrino logró que el resto de la provincia traccione en favor de los puertos de la zona y salga de su indiferencia en la disputa con Bahía Blanca.
Hay razones técnicas, sólidas e inapelables sobre las ventajas de Río Negro por sobre Buenos Aires, para que el proyecto de YPF-Petronas se instale acá. Así lo expresaron distintos informes que sustentan la gesta rionegrina.
El senador Martín Doñate se reunió con el presidente de YPF, Horacio Marín, para llevar uno de esos documentos. El gobernador Alberto Weretilneck institucionalizó las razones ante la compañía y fue a cada foro energético para bregar por la provincia. La bancada de la CC-ARI sumó argumentos técnicos y de regionalización. El radicalismo, el PRO y Vamos con Todos marcaron el potencial de desarrollo y generación de empleo. El proyecto no tiene ateos.
Pero el gobierno nacional metió una cuña que rompió ese proceso homogéneo. Primero fue el debate por el RIGI que venía entreverado en la Ley Bases. Más recientemente, las declaraciones del presidente Javier Milei que, para terciar en la disputa, se volcó por Río Negro solo porque el gobernador Axel Kicillof es «comunista». Ahora, el vicegobernador Pedro Pesatti apuntó: «esto es Río Negro o Buenos Aires, esto es Weretilneck o Kicillof. Estamos de un lado o del otro y no hay excusas».
De lo colectivo a lo sectorial, y de lo regional a lo personal.
La defensa de las posiciones geopolíticas son imprescindibles para el crecimiento de Río Negro. Es auspicioso que haya consensos sociales y acuerdos políticos para el desarrollo de la provincia, pero el proceso se desvirtúa cuando ingresa en la disputa la sectorización ideológica o la disputa se lleva al terreno personal.