El disciplinador disciplinado y la meseta de la inflación

(Por Alejandro Bercovich*). – El pavor que todavía genera Javier Milei en un sector de la dirigencia le permitió someter a un puñado de legisladores radicales y sostener su veto a la ley que recomponía tímidamente las jubilaciones. También correr de las negociaciones con el Fondo Monetario a su director para América, que no toleró más su maltrato. Pero ni la ratificación del veto lo salvó de dos nuevos naufragios en el Parlamento ―por los fondos de la SIDE y el presupuesto universitario― ni el paso al costado de Rodrigo Valdés significa que se haya asegurado el apoyo del FMI a un plan económico que genera cada vez más dudas en Washington y Wall Street. Por el contrario, el alardeo de poder presidencial empieza a exponer su carencia y eso hace crujir el método disciplinador que hasta ahora le funcionó, con propios y extraños. 

Las que se dieron cuenta primero son las empresas formadoras de precios, que en agosto volvieron a remarcar para blindar márgenes de rentabilidad inéditos y terminaron asestando a Milei la peor derrota de la semana: el cuarto mes consecutivo con inflación en torno al 4% y ya sin rastros de una escalera descendente. Un desafío que lastima su principal activo ante el electorado, del mismo modo que el escándalo por la niña de 10 años reprimida con gas pimienta en los ojos frente al Congreso hiere la gobernabilidad callejera que custodia Patricia Bullrich a culatazo limpio. 

Es cierto que la transfugueada radical le sirvió al Presidente para anotarse dos victorias en una: bloquear la insistencia del Congreso con los $15 mil para los jubilados y exhibir nuevamente la volubilidad de la casta, tan indigna como para rechazar un proyecto propio tan solo dos meses después de haberlo defendido a viva voz en el recinto. Es cierto también que la oposición sigue absorta en sus propias internas, sin terminar de recuperarse todavía del 2001 en cuotas que estalló en el balotaje del 19 de noviembre. El problema son los que ya le tomaron el tiempo, especialmente en el establishment, que sigue apostando por el reseteo ultraderechista pero no parece dispuesto a apoyarlo de manera contante y sonante. 

Lo verbalizó Juan Rolandi, el segundo del momentáneamente defenestrado Guillermo Francos, en el evento donde la petrolera Shell celebró sus 110 años en el país. “Nosotros dimos el primer paso pero si el sector privado no da el segundo paso, esto se cae. No importa el consenso”, dijo. Y agregó: “si el sector privado se queda esperando que pasa en las elecciones legislativas se genera una profecía autocumplida”. Advertencias similares habían vertido Santiago Bausili y Pablo Quirno en Mendoza el fin de semana pasado, en un encuentro de financistas. 

Es el límite del látigo con el que un Gobierno débil institucionalmente viene sembrando el terror entre quienes atinan a retobársele. Si el más mileísta de los empresarios apenas apuesta U$S75 millones por el éxito de su programa, como hizo Marcos Galperin mientras desembolsa U$S4.000 millones en Brasil y U$S2.500 millones en México con MercadoLibre ¿qué les queda a los que no venden nada ni ven perspectivas de que sus sectores vuelvan a ser rentables? Si haber forzado a Claudio Belocopitt a renunciar a la presidencia de la cámara de prepagas (y haberle trabado un jugoso negocio) sirvió para que nadie levante la voz por un par de meses por temor a represalias ¿no harían falta nuevos escarmientos para mantener en silencio a los que hasta ahora se fundieron sin decir nada?

Nadie invierte a punta de pistola. Según la medición mensual de Orlando Ferreres, la inversión bruta en activos físicos volvió a caer fuerte en julio y acumula una contracción del 20,6% en los primeros siete meses del año. La situación es especialmente árida en la industria manufacturera, como se vio en el congreso de la Asociación de Industriales Metalúrgicos (ADIMRA). Ahí presentaron a Axel Kicillof como “presidente de la provincia de Buenos Aires”. Un fallido que destiló wishful thinking

El 1 a 1 sin dólares

El cuco que aterroriza a los industriales metalúrgicos no es el troll center de Santiago Caputo y Fernando Cerimedo ni la metralla tuitera del propio Milei sino la amenaza de desaparición lisa y llana del sector que representa una eventual apertura indiscriminada en un contexto de sobrevaluación del peso como el actual. Esa apertura recién empezó discretamente en junio, cuando las importaciones de bienes de consumo subieron 5% interanual. Este mes pisó el acelerador con la rebaja del impuesto PAIS y el relajamiento de la condición de obtener financiamiento de proveedores para importar. 

Lo que acabaría con las fábricas que subsisten a duras penas por la recesión es una avalancha importadora que barra con la competencia local. Es lo que querría emular Luis Caputo del modelo cavallista de “desinflación expansiva” ―aun con alto desempleo― si tuviera dólares en el Banco Central para costearlo. Pero no los tiene. Pruebas al canto: el Central tuvo que vender U$S340 millones esta semana, la peor del mercado oficial desde diciembre del año pasado. 

La recesión está ahí, como el otro gran factor disciplinador. La consultora Scentia detectó en agosto un desplome récord del consumo en supermercados que supera cualquier otro mes de Milei y cualquier caída de los últimos años. Las ventas se contrajeron un 17,2% en volumen frente al mismo mes de 2023.  Si hubiera “rebote en V” o “pedo de buzo”, faltarían aún más divisas. Lo sabe Cavallo, que por eso insiste desde su blog con la necesidad de salir del cepo. El combo macroeconómico actual (dólar barato y sueldos de miseria) es una rareza en términos históricos. Y eso también impide perforar el piso del 4% mensual de inflación, que sigue ahí, a pura inercia. 

Lo que generan combinadas la brecha cambiaria y la protección relativamente alta que se mantiene para evitar que quiebre el Central es un nivel récord de márgenes de rentabilidad unitaria en la cúpula empresarial. Lo muestran los balances del primer semestre de compañías como Arcor y Molinos, dos de las que volvieron a remarcar en agosto. También las ganancias de los laboratorios, que escalan mientras se ajustan fuertemente los descuentos para hacer accesibles los medicamentos que fabrican. Esta semana, por ejemplo, Roemmers se compró IMVI, cuyo producto estrella es el Atomo Desinflamante.  

Los próximos vetos 

¿Qué pasará con la ley de financiamiento universitario? ¿Cumplirá Milei con su amenaza del viernes por Twitter, cuando anunció con mayúsculas un VETO TOTAL como el de las jubilaciones? ¿Se arriesgará a acicatear otra marcha universitaria como la del 23 de abril, que movilizó a cerca de un millón de personas en todas las provincias, ahora que se acerca el Día del Estudiante? ¿Sabrá que el cuatrimestre prácticamente no comenzó en las casas de altos estudios más dañadas por el recorte? ¿Sirve el mismo argumento de que “no hay plata” para un proyecto cuyo costo representa un 0,14% del PBI, menos de la mitad de lo que sacrificó el Estado con la rebaja de impuestos a los ricos que impulsó el oficialismo con el paquete fiscal?

En el radicalismo creen que, en vez del veto, el Gobierno planteará una rediscusión general del presupuesto ahora que se va a discutir la hoja de ruta del gasto para 2025. El proyecto es una incógnita guardada bajo siete llaves. Igual que el rol que jugará el peronismo en su debate parlamentario, en medio de intrigantes contactos subterráneos como los que mantienen el Peaky Blinder wannabe Caputo y el senador camporista Wado de Pedro, llamativamente medido a la hora de condenar la represión de Bullrich frente al Congreso. Algunos de sus rivales internos destacan cómo se frenaron las causas contra Cristina Kirchner. No tienen pruebas pero tampoco dudas. 

En Washington, donde la campaña entró en su tramo decisivo, se congeló toda discusión sobre Argentina hasta después del 5 de noviembre. Una encumbrada fuente del Fondo confirmó a elDiarioAR que la decisión de Valdés de correrse fue consensuada con Kristalina Georgieva y Gita Gopinath. Es una concesión parecida a la que para el Frente de Todos representó el despido de Alejandro Werner, un destino que Valdés evitó con astucia. “Lo que es una fantasía es creer que eso significa fondos frescos sin condiciones, como obtuvo en su momento Macri”, añadió la fuente. 

Si bien las objeciones técnicas del staff dejan de importar mucho cuando el accionista mayoritario ordena un rescate para un país por razones geopolíticas, el Fondo tendría que explorar nuevos meandros argumentales para financiar a la Argentina sin pedirle nada a cambio luego de haberles exigido devaluar y desmantelar los controles cambiarios a los últimos clientes que se acercaron a su ventanilla, como Egipto y Ucrania. Alguien también tendría que ponerle la firma al análisis de sostenibilidad de la deuda (DSA), requisito previo para todo préstamo.

Si se atuviera a lo que dice su estatuto, como máximo, el FMI podría aportar unos U$S5.000 millones en un eventual programa avalado por el próximo inquilino del Salón Oval. El jefe del Palacio de Hacienda sueña con redondear ingresos por U$S10.000 millones entre eso y el blanqueo, que en el mercado se rumorea que podría dejar abierto hasta fin de diciembre. 

¿Cambia tanto si ese nuevo inquilino es Donald Trump o Kamala Harris? En términos políticos sí, como probaron los límites que empezó a enfrentar Jair Bolsonaro en Brasil apenas perdió Trump a manos de Joe Biden. Pero para el financiamiento que pueda recibir Milei del FMI, quizá no tanto. Sirve sopesar en ese sentido la última movida del Departamento de Estado: le pidió a la jueza Loretta Preska que se abstenga de fallar en el juicio del fondo buitre Burford Capital contra YPF. Un ayudín ecuménico para un Caputo al que no le caben más urgencias.

Ocurre que desde Estados Unidos, salvo por Argentina y Uruguay, Sudamérica se ve peligrosamente inclinada hacia la izquierda. Milei les cayó del cielo como un contrapeso ideal: ruidoso, incondicional y sobre todo barato. Un disciplinador disciplinado a quien no costaría tanto empujar hacia la reelección, vetándole partes de un programa económico amorfo, que ni su ministro entiende y que se empantanó en una peligrosa meseta inflacionaria.