La «lealtad» puso en tensión al peronismo en Río Negro
(ADN).- No habrá otra mejilla. El doñatismo está dispuesto a ir a fondo en la interna contra el sorismo mientras los mensajes sean de señalamiento de culpabilidad y se hable de «traición». Como si fuese la reproducción de la canción del Indio Solari, sus dirigentes indicaron que «sino hay amor, que no haya nada entonces» y vaticinan una disputa permanente en cada rincón de la provincia. «Por las buenas, vamos camino a la unidad, por las malas, a la guerra», anuncian.
El hartazgo llegó a su punto culmine con el acto del jueves en Viedma, que encabezó la intendenta de Roca, María Emilia Soria, organizado por Pablo Barreno, quien se adjudicó ser el conductor del «peronismo viedmense» y dejó afuera a varios sectores del partido el 17 de Octubre, cuando se festejó el Día de la Lealtad.
Nicolás Porrino, ex candidato a intendente de Regina, marcó el pulso del sector que comanda el senador Martín Doñate y escribió en su cuenta de X: “es ilógico que alguien que sacó menos del 20 % en las elecciones locales, se autoproclame como el vector del peronómetro provincial, y sea quien acuse a compañeros que nunca han dejado de ser orgánicos al partido, e incluso tienen más votos y gobiernan hace años sus municipios”. La referencia es a un posteo de Barreno en el que invita al acto bajo el lema: «Sobre las cenizas de los destruido vamos a construir una nueva opción para Río Negro», en alusión a Nos Une.
El horno no estaba para bollos, y tras cartón, la jefa comunal roquense hizo un llamado a la unidad con un discurso llamativo: «Vengo a proponerles que demos vuelta la hoja. Vengo a proponerles que dejemos de lado las traiciones».
«Las palabras unidad y traición en la misma frase…» notó un referente. Ayer hubo llamados entre varios dirigentes. El peronismo ardía el día posterior al de la Lealtad. Reproches, pases de factura y un mensaje claro: se acabó. «O se cambian las formas y caminamos sin agravios a un proceso de unidad real para enfrentar el ajuste de Milei, o habrá internas y divisiones».
Un alto dirigente peronista confió a esta agencia que «la escalada no le convenía a nadie, menos si toma ribetes judiciales inesperados».
Perón decía que cuando los peronistas se pelean es porque se están reproduciendo. Las internas son parte del folklore del movimiento y hasta hay partidos filo peronistas que opinan como si fuesen parte. Lo hizo el Movimiento Evita, y hace unos días Kolina, que son espacios que están por fuera del justicialismo. Da para todo, dicen en el barrio.
El peronismo sabe que es el momento de sacar los trapitos al sol, ya que el año que viene la disputa real es con los libertarios. Las disputas en Río Negro son un reflejo del estado de situación del partido a nivel nacional y la interna que avecina -al menos por ahora- entre Cristina Kirchner y Ricardo Quintela.
«Sin 2025 no hay 2027» repiten en ambos sectores del PJ rionegrino. Habrá que ver si eso se pone en juego de forma real, es decir, con lo mejor de cada espacio en las listas a diputados y senadores, siempre que haya en un esquema de unidad. A ninguno de los espacios en pugna (sorismo-doñatismo) le sirve ir por separados. Sobran pruebas.
«Los compañeros se están midiendo», indicó un veterano dirigente que ocupó diferentes lugares institucionales y políticos. Pero alentó que «hay que caminar a la unidad».
El punto de la discordia es la factura del sorismo al doñatismo por haber formado el Gran Acuerdo, marcando al gobernador Alberto Weretilneck como el hecho maldito del peronismo. La respuesta cae en forma de historia: «fue el compañero de fórmula del Gringo, quien además llevó en su lista a Ana Piccinini…». Y así van y vienen los reproches y las acusaciones, en un partido plagado de ejemplos donde cabe la palabra «traición», «colaboradores», «oposición cómoda», «pyme radical», etc.
El desafío para los máximos dirigentes está a la vista, si el peronismo pretende ser una opción política para los rionegrinos y los argentinos. Por ahora… todos en pie de guerra.