La motosierra

(ADN). – Es propio de estos tiempos criticar a la política, pero desde la política y al rol y dimensión del Estado, desde el propio Estado, cuando se usufructúa de sus beneficios y prebendas.

Javier Milei llegó con este discurso, pero trabajó vinculado al Banco de la Provincia de Buenos, al Banco Central, en consultoras contratadas por el gobierno y en Aeropuertos 2000, como si Eurnakian hubiera construido su poderío económico lejos de la sombra del Estado.

Detesta la política y calificó de “ratas” a los senadores” y de “degenerados fiscales” a los diputados, pero arma un partido político a la usanza de los tradicionales para tener más diputados y senadores y organiza actos con rituales peronistas.

El tema es el Estado. Muchos hablan de él, pero no explicitan para qué sirve y qué significa; quieren achicarlo respecto de sus responsabilidades sociales y estratégicas como la explotación de los recursos naturales y se estigmatizan a los empleados públicos.

Todos hablan del Estado y pocos lo conocen. Lo identifican con la pesada burocracia, los ñoquis, los sindicatos y “los vagos”, para los que Milei propuso la motosierra, símbolo de poda o mutilación, que la mayoría de la sociedad tomó como emblema, cuando lo ungió presidente.

Aníbal Tortoriello, el dirigente cipoleño que habló de “la casta” antes que Milei en su pelea con Alberto Weretilneck, también arma su partido, pero provincial, porque su objetivo político es gobernar Río Negro.

Y ya adelantó que tiene la motosierra preparada. Envió el primer mensaje cómplice para aquellos que echan culpa a la administración pública provincial de los problemas rionegrinos, con un alto grado de desconocimiento.

Uno de nuestros problemas es “el saber”.

Tortoriello habla como diputado nacional electo por el PRO, de Mauricio Macri, de quien ahora reniega. En la cámara baja goza de todos los beneficios de la casta en el Congreso, con un sistema de asignación de recursos, de acuerdo al ranking interno, pero que todos perciben sin excepción y que se justifican “para uso de la política”.

También cuando el cipoleño habla como empresario privado lo hace desde una actividad de servicios de logística que negocia con todos: el sector público, empresas del Estado y privados, y está bien que así sea porque es la lógica empresarial: ganar dinero.

El gobernador Alberto Weretilneck declaró semanas atrás, que la planta de personal en el Estado es suficiente y que “no se necesitan más incorporaciones”.

Con estos casi 60 mil agentes (entre los tres Poderes), menos las empresas estatales, estaría bien, siempre que el ciudadano “de a pie”, sienta que le sirve. Falta “orden interno” , seguro una tarea para el reciente creado Ministerio de Modernización, para hacer un Estado ágil, chico y eficiente con ayuda de los nuevos mecanismos digitales y también la Función Pública para contar con una adecuada Ley de Contrato de Trabajo.

La actual gestión dio de baja a contratos de empleados, que ascendían a unos 4.500 al inicio del mandato y resta un buen número. También está en vigencia la ley de desvinculación, con poca aceptación. Nadie se retira porque no hay horizonte afuera.

¿Cuántos empleados se necesita en las áreas administrativas, de servicios y de producción, de acuerdo a los habitantes de la provincia?, ¿Qué servicios se pueden privatizar con la obligación de contratar a trabajadores públicos?

No hay plata, pero tampoco hay trabajo. Los empleados que buscaron trabajo en el Estado, fue por la falta de empleo, antes que por elección. No todos quieren ser empleados públicos y, además, no se generan oportunidades, porque los proyectos energéticos y mineros que hay en marcha en Río Negro son generadores de mano de obra a largo plazo. Falta la respuesta mediata.

Hoy el problema de los estatales es el mismo que el de los trabajadores de la construcción, de los industriales, de los empleados de comercio, porque el tema es la economía.

La motosierra es un símbolo en sí mismo. Vacío en sus propuestas.

Tortoriello, molesto porque sus aliados electorales constituyeron bloques propios en la Legislatura, como el ARI y el PRO, orientó sus cañones para aplicar la motosierra al parlamento provincial.

No está en ahí el problema. Se trata de un Poder independiente integrado por los representantes de “la política” rionegrina. Las relaciones no se solucionan con la motosierra, e igual como en el Poder Judicial. Ninguno de sus legisladores en el parlamento propuso modificar el sistema de asignación de recursos y cuando se trató en primera vuelta la ley de esencialidad de la educación, Patricia Mc Kidd se abstuvo, decisión que fundamentó en años de ejercicio de la docencia, y evitó apoyar el proyecto de su ex camarada del PRO, Juan Martín.

Siempre es tentador atacar al Estado y sacar empleados. Un discurso que “garpa” y exitoso para LLA en el país. En la provincia es mera declamación. No lo hicieron los radicales con la crisis más grave de su historia, cuando se pagaba en cuotas, con “papelitos” y tampoco Carlos Soria cuando hace 14 años propuso una ley de Emergencia del Estado que contemplaba la prescindibilidad, de los agentes públicos, cuando había 20 mil empleados en Río Negro. Eso “garpaba, a pesar que sostenía que “sólo el 2% no trabaja”, pero consolidaba su discurso atractivo para el alto valle, siempre incordioso con la burocracia de Viedma.

Todos ejercemos el doble discurso tentador de la motosierra, pero recurrimos al gobierno cuando hay un hijo o familiar desocupado; en apoyo a la actividad deportiva, cultural o social, en pedidos de subsidios o exenciones impositivas, entre otros pedidos.

Doble moral para calificar a un Estado benefactor.