Incendios forestales, un llamado a la reflexión

(Por Bruno Poigliano*). – Por lo general, estamos acostumbrados a dar nuestras opiniones después de que se dieron los hechos y en este caso podría ser tarde, fundamentalmente, porque las consecuencias pueden producir daños a terceros y al ambiente, a veces, en gran escala.

A eso nos enfrentamos en nuestra región y cada vez con mayor asiduidad. Lo hemos llamado negligencia; algunas veces descuidos; hemos afirmado la presencia de la mano humana para decir que hubo intencionalidad, pero como sea, terminamos presenciando espectáculos que nos denigran y desbastan.     

Y encontramos cientos de explicaciones posibles que parecen más que nada, pretextos y cuando no, vívidas definiciones sobre el cuidado de la naturaleza y el beneficio de disfrutar placenteramente de nuestros bosques; casi un cliché que se desvanece del mismo modo que las llamas consumen nuestras vidas.

Me resulta necesario y urgente hacer estos comentarios, que exceden las intenciones que se esgrimen en una simple opinión, tanto por lo que ya hemos vivido como por lo que se pronostica. Porque hemos padecido, además de las negligencias, el descuido de quienes han tenido la responsabilidad de asistirnos. La incertidumbre de no saber si contaremos con aeronaves; si serán del Plan Nacional del Manejo del Fuego; alquiladas o compradas.

Una especie de abandono que ha resultado quizás, más negligente que la provocación del fuego. Hasta hemos tenido que soportar insultos y la falta de respeto del exministro de Ambiente, Juan Cabandié y de su viceministro, Sergio Federovisky, quienes debieron pedirle disculpas públicas a nuestra ciudad. Y, de decir que nuestro reclamo fue “inoportuno”, terminamos con 8 mil hectáreas de bosque destruidas. 

Pero hemos pasado desde ese agravio extremo, a las dudas del presente. A pedido de la ANAC -por ejemplo- acondicionamos el aeródromo local, un espacio fundamental para la prevención, de cara a la próxima temporada de verano.

Sin embargo, todavía no sabemos si contaremos con aviones hidrantes; cuántos; qué necesidades tendrán los socorristas, si es que vienen o cuántos serán, frente a las temperaturas elevadas; la escasa humedad -en consecuencia la sequía extrema – que se espera para los meses estivales, según los pronósticos. Un combo peligrosísimo y de extrema vulnerabilidad que ya debiera contar con un plan de acción y uno de contingencia.  

Quisiera no tener que hacerlo, pero debo recordar el último gran desastre que hemos padecido en El Bolsón, en la zona de Los Repollos y Cuesta del Ternero (en la entrada norte a nuestra ciudad). O, el terrible y voraz incendio de interface de Lago Puelo, El Hoyo, Las Golondrinas y parte sur de El Bolsón. Un siniestro que todavía nos muestra una postal de olvido y abandono, pese a las tantas promesas y a la presencia incluso, de un presidente de la Nación.

Cientos de familias perdieron sus viviendas; lo perdieron todo. Y es cierto que al desatarse el incendio se convierte en un imponderable en materia de asistencia, pero eso no implica que podamos tener planes de evacuación y recursos técnicos que, naturalmente, por la magnitud de las demandas, no contaríamos con ellos en los municipios, ni en El Bolsón ni en ninguno de la Comarca Andina.

Y además de considerar las pérdidas de bienes particulares; viviendas; comercios y desde luego el riesgo para las vidas humanas. Debemos tener presente las pérdidas materiales; las productivas; las de animales.

También, debo recordar el incendio de la Loma del Medio, en El Bolsón, que pudimos vencer gracias a que logramos que un helicóptero extrajera agua del río Quemquemtreu, sin que fuera necesario que se trasladara hasta el Lago Puelo para recarga.    

Por eso, hago este llamado a la reflexión desde el lugar que me toca como gobernante, pero especialmente como ciudadano y vecino que he sido víctima del padecimiento provocado por la negligencia. Porque los incendios que se dan en nuestras regiones, no traen sino dolor y angustias, individual y colectivas.

Un pedido de maduración. Fundamentalmente para los olvidadizos que pueden dejar brasas encendidas o peor aún, hacer fuegos en lugares prohibidos. Y hablando de prohibiciones, recordar que en toda nuestra región no se puede hacer fuegos. Y también, un llamado a las autoridades nacionales para que esta vez, la prevención le gane a la negligencia y al descuido. 

Consecuencias de lo señalado, miles de hectáreas destruidas, cientos de familias sin hogares o bajo el riesgo de perderlos; décadas para recuperar el bosque y las consecuencias medioambientales derivadas.

Y hablo en nombre de mi ciudad y de toda la región que me vio crecer, al igual que a miles de personas, bajo las condenas de los incendios y las pérdidas descontroladas. Hablo porque ha sido mucho lo dicho y muy poco –o casi nada- lo hecho, a lo largo de tantos estos años.

Lo hago en favor de los brigadistas, que dejan sus vidas, a veces, a merced de decisiones burócratas que no comprenden la magnitud de lo acontecido, porque surgen desde escritorios que están a miles de kilómetros. Hablo por los niños, adolescentes o jóvenes, a quienes educamos con programas de “defensas del ambiente” y les dejamos secuelas convertidas en cenizas.

Por los adultos con obligaciones privadas y por quienes debemos cumplir con lo público. Por los que han encontrado en la idea del “agujero de ozono o el daño ambiental”, una excusa para no asumir el perjuicio ocasionado, para ir detrás de las alertas sobre lo que podría sucedes, omitiendo lo sucedido o lo que está sucediendo.

Porque me corresponde, es mi obligación y derecho como mandatario. Hablo porque es don de la democracia establecer debates a partir las circunstancias que nos tocan vivir, porque opinión y debate es democracia, a pesar de que hay quienes miserablemente han indicado -quizás por la incapacidad de producir ideas propias- que por opinar, perseguimos intereses escondidos. Ni siquiera debiera pensarse semejante bajeza, cuando las sociedades se encuentran ávidas de opiniones; propuestas u horizontes sociales y políticos, frente a la maraña de incertidumbres que nos aquejan.

Por tal razón, convoco a todas las personas de la región, a los que podrán visitarnos y a las autoridades, a reflexionar sobre el urgente y necesario cuidado de nuestros bosques y patrimonio ambiental. Urgente por la temporada que se viene y necesario por lo que la experiencia nos dice.

Y los invito a que, desde esa reflexión, seamos protagonistas en el cuidado. Que denunciemos inmediatamente cuando veamos una situación de riesgo. Que seamos responsables aun, creyendo que sabemos o que podríamos dominarlo. Que tengamos plena conciencia y que evitemos hacer fuego en cualquier bosque de nuestra Patagonia. Creo que hemos hablado mucho al respecto, llegó el momento de que pongamos manos a la obra.

*Intendente de EL Bolsón